Quienes ayer caminaron por el Palacio Legislativo de San Lázaro, vieron seguramente un paisaje imposible años atrás. No muchos años, por cierto.
El renovado patio central tiene un conjunto escultórico en memoria de los “Constituyentes de 1917” como preámbulo para los festejos, dentro de seis meses, del Centenario de la Constitución. Pero no es eso lo notable.
Lo raro, para quien se acostumbró al trajín de los antiguos tiempos de agosto es la ausencia del Estado Mayor Presidencial, la nula presencia de los trabajadores quienes con su afán cambiaban las alfombras y pulían los barandales o pintaban los muros o le daban lustre al candil central cuyos prismas ahora no necesitan el fulgor de tiempos ya perdidos.
Hasta los lienzos de las banderas están deslavados y con escaso brillo. Las plumas del águila parecen opacas en el imposible vuelo de sus almidones olvidados y ahora innecesarios. Ya no hay fiesta ni de unos ni de otro.
Y todo esto, ¿sabe usted?, por la ausencia del rito. La muerte litúrgica de una presencia ejecutiva en el palacio de las leyes.
La incomprensión del momento, la falta de entendimiento (parece mentira) del espíritu de la ley en la casa misma de los códigos, expulsó hace tiempo al presidente de la República quien mañana apenas tendrá tiempo para recordarle al secretario de Gobernación la misión de mensajero para llevarles el informe a los legisladores y lo sepa presuroso en corto viaje de Bucareli a Congreso de la Unión para entregar una caja con los textos y anexos del IV Informe de Gobierno. Y nada más.
Por desgracia el equilibrio de los poderes fue confundido, hace ya algunos años, desde el gobierno de Vicente Fox a quien le dieron con la enorme puerta en su muy notable y prominente nariz, con la expulsión del Ejecutivo quien lejos de verse obligado a rendir cuentas (comenzando por el informe cuyo análisis nunca se logra), se conforma con avisar, enviar una bien decorada caja de cartón y después mandar a sus secretarios a “glosar” los espinosos temas sobre el estado nacional. Pura simulación:
Obviamente el llamado día del presidente pudo haberse convertido, con un poco más de política y menos de pantomima, en el día de la rendición de cuentas, con un Ejecutivo obligado a comparecer, discutir, analizar y polemizar con los representantes populares.
El Congreso expulsa al Presidente y hace imposible el equilibrio de los poderes, pues si no hay contrapesos, limitaciones, exámenes y demás, es imposible darle gusto al licenciado Montesquieu.
Habría bastado un simple agregado al texto del sexagésimo noveno articulo de la Constitución, para escribir simplemente una clave democrática. Hoy dice:
Artículo 69.- En la apertura de Sesiones Ordinarias del Primer Periodo de cada año de ejercicio del Congreso, el Presidente de la República presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país…
“…Cada una de las Cámaras realizará el análisis del informe y podrá solicitar al Presidente de la República ampliar la información mediante pregunta por escrito y citar a los Secretarios de Estado y a los directores de las entidades paraestatales, quienes comparecerán y rendirán informes bajo protesta de decir verdad…”
Bastaría haber agregado esto:
“En la apertura de Sesiones Ordinarias del Primer Periodo de cada año de ejercicio del Congreso, el Presidente de la República presentará personalmente y analizará con las fuerzas políticas integrantes del Congreso, un informe por escrito…”
Pero nunca se quiso hacer de la ocasión, pretexto para una cena de negros. Y todo se quedó en el mensaje impreso y sus inocuas secuelas. Del “Día del Presidente” al “Día sin Presidente”
SENADORES
Los senadores del PRI ya elaboraron su agenda legislativa.
A saber:
Impulsar la consolidación de las reformas estructurales ya aprobadas por el Congreso, las cuales incluyen la reforma constitucional en materia de justicia laboral, la extinción de dominio, la regulación de la marihuana para uso medicinal, los derechos de víctimas, las leyes contra la trata y desaparición forzada de personas; las leyes secundarias en materia de transparencia, las reformas al campo, las relativas a asuntos político-electorales y de comunicación política; las reformas a la Ley del Servicio Exterior Mexicano y algunas más.
A los trabajos realizados en Ixtapan de la Sal, los senadores invitaron, para conocer los temas con mayor profundidad, a los secretarios de Hacienda, Luis Videgaray; de Sedesol, José Antonio Meade y de Salud, José Narro.