Con sus peculiares ingredientes actuales el episodio de San Juan Chamula de este fin de semana (resulta triste llamar episódico a un hecho de esta gravedad) puede ser visto simplonamente como un hecho accidental, incidental, aislado o –como me parece es– un eslabón más en la infinita cadena de sangre en Chispas cuyo gobierno, obviamente, carece de la luz suficiente para hallar una forma inteligente de convivencia entre las contradicciones crónicas de esa sociedad tan diversa, dispersa, clasista y cerrada.
Revisemos a Miguel León Portilla y tratemos de encontrar sus líneas de anticipación.
“…Lo que los pueblos originarios demandan –autonomía en sus territorios ancestrales, representación en las cámaras, respeto a sus lenguas y costumbres, apoyo para su desarrollo sustentable–, no es una quimera… el doctor Manuel Gamio señaló todo esto como una requerida respuesta nada menos que desde 196… Chiapas está haciendo una llamada de atención que concierne al destino de México.”
“(Cuarto Poder).- El alcalde de San Juan Chamula, Domingo López González; el síndico Narciso Lunes Hernández; el quinto regidor, Miguel López Gómez y dos personas más fueron asesinados a balazos ayer por la mañana.
“Pobladores de este municipio tzotzil informaron que desde el viernes avisaron que opositores al alcalde, quien era conocido por el sobrenombre de “Tsetjol” (corta cabeza), se concentrarían en la cabecera para tomar el Palacio Municipal y exigir su destitución.
“Agregaron que cuando López González —que ya había sido alcalde por el tricolor de 2008 a 2010 y el primero de un partido diferente en ocupar el cargo y en reelegirse—, llegó ayer a las 7 horas a la alcaldía. Había gente armada.
“Dijeron que los cientos de habitantes de diversas comunidades que estaban enfrente del edificio, gritaron mediante un aparato de sonido:
“–Queremos que nos entregues el dinero para artesanías y construcción de obras”.
El asunto por elucidar ahora es si estas protestas, cuya raíz visible proviene de la lucha de partidos, son expresión de genuinos reclamos indígenas o si se trata de fuerzas políticas incrustadas en la comunidad tzotzitl desde la cuales, con ese escudo del “redentorismo” étnico y la impagable deuda con la historia aborigen, estimulan la desestabilización del estado y el Estado.
Sea cual sea la explicación o el mecanismo político detrás de los hechos, por su gravedad y sangrienta condición, estos sobrepasan cualquier interpretación. Son demasiado fuertes para no tratar de comprenderlos desde el ángulo de la ingobernabilidad crónica de Chiapas.
Dice Carlos Fuentes:
“¿Cuántas personalidades políticas, cuántos discursos, cuántas promesas han pasado sólo en este siglo (XX) por los palacios del poder en Chiapas, sin resolver un solo problema de esas comunidades descalzas, empapadas, sangrientas…?”
No se trata ahora del maniqueo discurso del indígenas bueno y puro frente al blanco explotador, finquero y descendiente de encomenderos, pero la violencia es en sí misma un problema (no sólo la manifestación de otros problemas germinados lentamente hasta el estallamiento), y si no se ha resuelto nada, se debe, básicamente a la imposibilidad de solucionar el conflicto de sus componentes.
Cada uno de los actores en este conflicto mantiene intereses en juego. Puede haberlos legítimos e ilegítimos. Del gobierno (cuando hay) depende equilibrarlos, armonizarlos darles prioridad y poner calma y orden donde no lo hay.
Y eso no ha sucedido en esta historia reciente. Y por reciente digo centenaria. Nada de esto baja del cielo, ni es obra de la ironía de la vida ni de la compleja condición de los humanos. No. La política debe ser la solución de las contradicciones. No el escenario para aumentarlas y enfrentarlas en un choque permanente.
“…Como siempre –escribió Horacio Flores de la Peña en 1998 cuando la matanza de Acteal–, se promete “una investigación a fondo cualesquiera que sean las consecuencias”, que en nuestro medio político significa que no habrá culpables y no se castigará a ningún autor intelectual, solo a los indígenas gatilleros…”
SENADO
No lo aduce abiertamente como un motivo, pero frente a los ominosos mensajes de Donald Trump y su racista clausura migratoria, la fracción del PRI en el Senado alaba la reunión Obama-Peña en la cual la política, la competitividad, la educación; la investigación, la innovación y otros temas, dominaron el temario.