En agosto del año pasado leí esto:

“En el marco de la XXXVIII Sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, el titular del Ejecutivo Federal se pronunció en torno al caso conocido como “La casa blanca”, pidiendo (ofreciendo) disculpas a los mexicanos.

“La declaración la realizó horas después de que el secretario de la Función Pública, Virgilio Andrade, determinara que no hay conflicto de interés en la adquisición de inmuebles por parte de Peña Nieto, Angélica Rivera y Luis Videgaray.

“La conclusión de la investigación de la Función Pública “demuestra que la conducta tanto de mi esposa y la mía estuvieron  plenamente apegadas a la ley”, recalcó Peña Nieto al término de la sesión.

“Sin embargo, estoy consciente y reconozco que estos acontecimientos dieron lugar a interpretaciones que lastimaron e incluso indignaron a muchos mexicanos. A todos ellos les ofrezco una sincera disculpa”, expresó”.

Anteayer la ya citada secretaría de la Función Pública se quedó acéfala. Virgilio Andrade salió con un  inverosímil desplante de conservación del orgullo y se retiró con un gentil compás de pies. Su gestión fue un fracaso anunciado.

Y con la misma actitud de hace meses ayer leí esto:

“(Crónica).- El presidente Enrique Peña Nieto pidió perdón al pueblo de México por la indignación causada tras divulgarse, en noviembre de 2014, el tema de la Casa Blanca.

“En esto, reconozco, que cometí un error. No obstante que me conduje conforme a la ley, este error afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno”, señaló el mandatario.

“Enseguida expuso:

“En carne propia sentí la irritación de los mexicanos. La entiendo perfectamente, por eso, con toda humildad, les pido perdón. Reitero mi sincera y profunda disculpa por el agravio y la indignación que les causé”.

Como vemos este mensaje es igual al anterior, pero no es lo mismo. Como los medicamentos similares.

Si en el primer caso se habla de “acontecimientos (que) dieron lugar a interpretaciones que lastimaron e incluso indignaron a muchos mexicanos”, tanto como para ofrecerles a todos ellos “…una sincera disculpa”, en la segunda declaración se habla de “un error” cuya repercusión “afectó a mi familia, lastimó la investidura presidencial y dañó la confianza en el gobierno”.

Claramente dice el Presidente:

“No obstante que me conduje conforme a la ley.”

Y cualquiera puede pensar, si uno se conduce de acuerdo con la ley, no necesita ni debe ofrecer disculpas, sobre todo cuando no se explica con claridad cómo fue ese error capaz de dañar hasta la investidura presidencial, la vida familiar y todo cuanto ya el mandatario, contrito y sincero ( creo) ha dicho.

Pero en fin, el asunto parece haber quedado ya resuelto, si bien no quedará  solucionado en el arsenal de muchos ni tampoco en el catálogo de los opositores.

Devuelta a sus constructores, alejada del dominio familiar, vacía para algún futuro inquilino o propietario, el caso de  la Casa Blanca será para Enrique Peña una circunstancia cuya invocación lo perseguirá siempre, como (guardadas las proporciones) la historia de Jaramillo siguió todo el tiempo a López Mateos o la “Colina del perro” a José López Portillo.

Hoy el Presidente ha hecho un acto público de contrición, lo cual se recomienda en todos los confesionarios junto con el propósito de enmienda como sano camino al arrepentimiento previo al perdón de los pecados. Pero no hay perdón sin penitencia.

La campaña contra la corrupción debería incluir, como no se hizo, una explicación de cómo y cuando se acabó la propiedad de la Casa Blanca. Detalles.

Seguramente quienes investigaron sus orígenes, buscarán acuciosos el desenlace. Si ya no hay nada más, olvidarán el asunto como materia de insistencia periodística, pero  lo dejarán como  un dato vivo en la memoria crítica del sexenio y en general sobre la inevitable pudrición del sistema.

Por lo pronto no es la Casa Blanca la síntesis ni mucho menos de la historia de la corrupción en México. El atavismo supera al episodio, así ese suceso sea parte de un todo muy arraigado en el país.

Por lo pronto el Presidente ha dado la cara y una explicación. Lástima para él, las explicaciones, como dice el gran poeta Fernando Pessoa, nunca explican nada.

POQUITO

Y sigo leyendo:

“… ¿Que le robé a la presidencia (municipal)?, sí le robé, sí le robé, poquito, porque está bien pobre. Le di una “rasuradita”, nomás una “rasuradita”, pero con lo que con esta mano me robaba   —dijo ante sus simpatizantes mientras levantaba la mano derecha—, con esta mano se lo daba a los pobres  — y alzó la mano izquierda”, exclamó (Hilario Ramírez Villanueva, edil nayarita).

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

2 thoughts on “De culpas y disculpas”

  1. Hombre araña ?…. Teje y teje su red para atrapar a los incautos?…. Más bien mosca porque se la pasa planee y planee, chín… Y chín y la mierda que come y pisa la riega a donde se posa…

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