–Ahora si esto ya llegó al límite, Don Gastón.

“–Dígame usted si nos vamos a quedar con los brazos cruzados frente a la audacia de estos pelagatos, buenos para nada, como si no hubiéramos personas decentes en  este país.

“Esa es la consecuencia de darles poder a esos rastacuerudos, nomás faltaba; pedirnos a nosotros, a quienes aun guardamos blasones, linaje, alcurnia, aristocracia y buena cuna; ilustres apellidos, heráldica honorable, declarar nuestros haberes públicamente como si fuéramos diputados corruptos o senadores tracaleros; como si fuéramos burócratas. No, si le digo, la culpa es nuestra”.

Don Eulogio de la Fronda tomó aire y güisqui en su siempre bien informada mesa del Club de Banqueros y siguió con  su perorata mientras don  Gastón Billetes fumaba un habano aromático y enorme cuyo humo la causaba un delicioso picor en la nariz adornada con un gigantesco diamante.

“–No pueden pedirnos más, siguió don Eulogio.

“–No solamente invertimos nuestros dineros, arriesgamos el capital de nuestro esfuerzo y en algunos casos hasta loa reserva de nuestra herencia o heredad, para ver ahora a estos mentecatos exigirnos, a nosotros  –hágame favor a nosotros–, los empresarios (y cuando decía nosotros movía de arriba a abajo el índice admonitorio  de su mano derecha) quienes con  esfuerzo y patriotismo creamos fuentes de trabajo de punta a punta del país mediante la obra fecunda y creadora, declarar nuestra condición  fiscal, nuestras propiedades nuestros imaginarios intereses en conflicto con la administración púbica. Esa una audacia incontenible, e inadmisible.

–Yo no se, amigo, pero si yo fuera Raúl, le devolvía su medalla Belisario Domínguez a esos senadores irrespetuosos e igualados. Pero en fin, cada quien.

“Yo primero – dijo en voz un  poco menos sonora don Eulogio–, me llevo mi dinero a  las Islas Caimán; bueno, el poco restante aquí y me voy a invertir a Estados Unidos, bueno, si me deja Trump; ¿verdad?, pero no les vamos a dar gusto a estos pelados, pelos tiesos…”

La plática se prolongó mientras en la Confederación Patronal de la República Mexicana, de donde salieron Clouthier, Abascal, y otros panistas ilustres, se tomaba la decisión de salir a la calle y realizar un mitin en la Columna a la Independencia para protestar contra la idea de incluirlos a ellos, a los capitalistas cuyos negocios se hacen al amparo de concesiones, proveedurías, licencias, compras, ventas, permisos, en una declaración de transparencia idéntica a la exigida a los funcionarios del sector público.

La información de tan inusitado mimetismo cuya naturaleza de protesta callejera igualó en esencia a los indignados de la CNTE o los quejosos del plantón post electoral de Andrés López, con los enojados del cuello blanco, decía ayer de esta manera:

“…Por primera vez en la historia del organismo, empresarios afiliados a la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) se manifestaron este jueves en las escalinatas del Ángel de la Independencia para demandar al Congreso de la Unión la aprobación del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA)…

«…Esta no es una lucha contra los políticos sino de los ciudadanos en contra de la corrupción. No queremos cacería de brujas ni persecuciones paralizantes», dijo de Hoyos”.

Evidentemente el señor Hoyos se reservó la información por la cual el coto de caza para las cacerías de brujas es concesión del sector privado, donde cómo todos sabemos, no existe el pecado. Ni siquiera el pecado original.

Sin embargo exigirles algunas cosas a los empresarios vinculados a las obras públicas no es una idea ni siquiera original de los senadores mexicanos. Ya existe en documentos de las Naciones Unidas en los cuales se advierte cómo los actos ilícitos de compañías vinculadas con el dinero público, son una parte importante la corrupción como fenómeno general.

Y en defensa del dictamen cuya presentación causó la santa indignación de los privados capaces de gastar los Bally en una marcha callejera, el senador panista Jorge Luis Lavalle ha dicho:

fula ha dicho:

“…La corrupción es un fenómeno que se replica desde las esferas públicas hacia las privadas, la solución debe ser institucional, legal y definitiva. No podemos seguir permitiendo que actos ilegales, que pueden ser evitados, sigan afectando de esta manera a nuestro país.”

Y en la casona de Las Lomas,  Doña Perfecta de los Ángeles  Barahona Escandón de la Gorgonia y Valleverde escuchaba las noticias y llamaba a la Doncella:

–¡Procopia!, las sales, las sales…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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