¿Puede algo superar en horror a una fosa común?
Si, una fosa común utilizada para reforzar a priori una idea política. Utilizar a los desconocidos y sus miserables despojos como herramienta de presión para lograr la prevalencia de una tesis, ahondar el desprestigio institucional, torcer la realidad.
Pero alguien diría, no.
Lo peor es usar una fosa común, espacio de infinita derrota para ocultar desapariciones forzadas o crímenes de narcotraficantes o de agentes del gobierno, porque hoy a ciencia cierta nadie nos explica a los mexicanos si los desaparecidos por decenas de miles en nuestra historia reciente están vivos, murieron por accidentes casuales o por sevicia criminal o fueron víctimas de una aun no declarada y desconocida guerra sucia, en la cual se trenzan narcotraficantes, criminales de corrido norteño, futuras estrellas de la televisión, o eran quienes tiempo después, desperdigados aquí y allá aparecen en fosas de inhumación controlada, a medias, o de plano en tiraderos horadados en la oscuridad de la noche.
Pero si lo peor se habla digamos la cosa simplemente: lo más grave es hallarse de tramo en tramo, de cuando en cuando, fosas y más fosas. Algunas semi oficiales como ésta de Tetelcingo, con todas sus defectuosas características y otras de plano cavadas a la sombra de la noche.
Ya hay quien dice: necesitamos un registro nacional de fosas, lo cual significa nada más crear un banco de datos genéticos de los cuerpos ahí dispuestos (o tirados, o arrumbados) para lograr identificaciones y dignificar su muerte mediante una sepultura humanizada y civilizada.
Recordemos el origen cercano de esto: cuando querían hallar a los 43 encontraron a los 200 o 300. Nadie los proclamó víctimas de la guerra ni bandera de los derechos Humanos, pero el pudridero nacional, la cantidad de inhumaciones clandestinas e indignas es absolutamente repugnante. Llegamos al siglo XXI con el tzompantli vivo.
Hace algunos años, cuando el petróleo nos prometía una bonanza hasta ahora no alcanzada, en el centro de la ciudad de México se avanzaba en un protector arqueológico de indudable importancia histórica y cultural. Eduardo Matos había dado sin duda alguna, con el sitio sacrificial del Templo Mayor. Había llegado a la última parte de la cebolla.
El presidente de la abundancia se llamaba José López Portillo y en su delirios literarios se sentía Quetzalcóatl. Y Matos lo camelaba:
–Si en este país uno hace un agujero aquí, Presidente, encuentra petróleo, mucho petróleo. Horacio Flores de la Peña decía tenerlo hasta en las cubetas de la extinta Secretaría del Patrimonio Nacional.
–Y si hace una excavación allá, presidente, encuentra vestigios arqueológicos. Puras maravillas.
Hoy, en cambio al escarbar hallamos veneros secos y sobreexplotados. Y en lugar de vestigios de la historia, despojos del prójimo.
La muerte se ha sentado en nuestra mes ay se dispone a dormir en nuestra cama.
Muertos por todas partes. Lea esto:
“Un grupo de unos mil granaderos ingresó a Santiago Atlaltongo, en el municipio de San Juan Teotihuacán, para rescatar a personas retenidas tras el linchamiento de uno de ellos ocurrido esta tarde en dicho poblado.
“Los elementos de seguridad lanzaron gas lacrimógeno para dispersar a los habitantes concentrados en la zona de la plaza central. Y un helicóptero de la policía estatal sobrevuela el lugar.
Los agentes lograron recuperar el cuerpo sin vida de una mujer de unos 35 años, y heridos a dos hombres más, acusados de robo y secuestro.
“Los sujetos heridos fueron trasladados a un hospital, mientras que el cuerpo fue trasladado al forense.
“Hasta ahora se reportan aproximadamente 18 detenidos.
Las tres personas estaban retenidas desde horas atrás por una turba que los subió al kiosco de la plaza, en donde fueron golpeados.
“En tanto, se reporta que dos camarógrafos de Foro TV y TV Azteca fueron agredidos por la turba y les quitaron sus cámaras y que la gente está muy violenta.
“Elementos de la policía del Estado de México se apostaron en los ingresos al poblado y un grupo habría ingresado por Acolman y otro por Atlaltongo.
“Ante el arribo de los uniformados, los pobladores colocaron barricadas y prenden llantas en los accesos”.
JOAQUIN
Yo no creo en eso de los ciclos. La vida es un ciclo en sí misma compuesta por una sucesión de momentos dichosos y tristeza; felices y amargos. Tiempo de amor, tiempo de odio.
Hay hombres cuyo trabajo los define. Hay otros cuya obra define a su trabajo. López Dóriga es un profesional implacable y a veces impecable. Nada le vino del cielo y si algo halló en la vida reciente, lo hizo después de conocer el desierto y en momentos el infierno. Y caminó hacia arriba. Muy arriba.
Y ahí sigue.