Indudablemente la visita papal ha decepcionado a muchos. Especialmente a aquellos cuya incesante labor de meses se vio truncada por la negativa de Francisco de convertirse en corifeo de los dolientes profesionales de Iguala, Ayotzinapa y anexas, quienes querían convertir su visita en oportunidad dorada para condenar, de la mano de la OEA y los forenses argentinos (no todos los platenses son iguales)  al Estado nacional y su incesante vejación y vulneración de los Derechos Humanos.

El papa, hasta ahora no ha denunciado al gobierno mexicano como violador de los Derechos Humanos aun cuando se ha referido de manera indirecta a las atrocidades criminales contra jóvenes y secuestrados. Pero una cosa es un secuestro (delito) y otra una desaparición forzada (violación de Derechos Humanos).

Veamos:

En su homilía guadalupana del 13 de febrero, el Papa dijo:

“La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.”

El secuestro la muerte.

Si esas dos circunstancias e dieron en Iguala, sin participación de ninguna autoridad, estaríamos en un  caso de delito. Un secuestro masivo y un crimen múltiple. Un multihomicidio, en todo caso. Pero como hubo participación de las policías de Iguala, Cocula y el gobierno de Guerrero, azuzadas por los alcaldes y quizá hasta pro el mismo gobierno estatal (impune  a la fecha), se trata de un  caso de Derechos Humanos, no resuelto hasta ahora, por cierto.

Pero las palabras papales en torno de los jóvenes, del todo diferentes de sus expresiones anteriores de hace un año,  sacan el asunto del tema de DH y lo colocan en el mismo costal donde se guardan los pecados del mundo. Revisemos este otro fragmento del verbo pontificio, expresado en el rezo del ángelus en la concentración multitudinaria de Ecatepec:

“…hacer de esta bendita tierra mexicana una tierra de oportunidad, donde no haya necesidad de emigrar para soñar, donde no haya necesidad de ser explotado para trabajar, donde no haya necesidad de hacer de la desesperación y la pobreza de muchos el oportunismo de unos pocos.

“Una tierra que no tenga que llorar a hombres y mujeres, a jóvenes y niños, que terminan destruidos en las manos de los traficantes de la muerte.”

Como se ve las muertes de jóvenes no son sino producto de la actividad de los delincuentes. De los criminales.

Obviamente eso ha causado desilusión entre quienes querían, como ha dicho Raúl Trejo Delarbre en su espléndido artículo de ayer en estas páginas, obligar al Papa a compartir su agenda:

“…No es menor el empeño de quienes han  querido que el Papa comparta sus agendas políticas en contra del Estado. La insistencia para que recibiera a los padres de los normalistas de Ayotzinapa o para que mencione episodios recientes de trasgresiones a los derechos humanos en nuestro país, implicó una magnificación de las capacidades políticas de ese personaje, Aunque hablase de tales asuntos no los resolvería. Esos episodios de ilegalidad y violencia son bien conocidos en el mundo y por mucho que Francisco se ocupara de ellos, su situación sería la misma.”

Obviamente encontrarse con los padres de los “ayotzinapos” no resolvería nada (no es posible resolver la muerte). Los abogados no quieren eso; tampoco los industriales de los Derechos Humanos. Sólo necesitan el aval del Papa para enarbolar más la alto la bandera de su chantaje perpetuo al gobierno.

Quieren aumentar la cuota. Y Francisco no les hizo el caldo gordo.

PRO

Avanzan los jesuitas en el implacable proceso de canonización de Miguel Agustín Pro, el cura implicado en el magnicidio de Álvaro Obregón y ejecutado judicialmente en uno de los más celebres fusilamientos de la historia mexicana del siglo XX.

Para unos, mártir de la fe. Para otros, activista fanático cerebro en un magnicidio.

Sea como sea los jesuitas no cesan en su afán de llevar a los altares al sacerdote zacatecano cuyo monumento memorial se encuentra, entre otros santos lugares,  en las iglesias de la Sagrada Familia de la colonia Roma y en el templo de Polanco y Moliere.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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