Hace 75 años se produjo en México un fenómeno singular: la mitología de un torero (Manuel Rodríguez, “Manolete”) colmaba la curiosidad especialmente de quienes nunca se ocupan de los asuntos taurinos. Como ahora.
El furor morboso de acercarse al matador desconocido llegó a extremos ya intolerables. Tanto como para merecer en las páginas editoriales de “Excélsior”, en aquel tiempo el mejor diario del país, un cartón de Rafael Freyre en el cual un cura está en el confesionario y le dice al penitente, “por favor, no me hable usted de “Manolete”.
El inminente estreno de la Plaza México, cuyo aniversario 75 se cumple este 5 de febrero, contribuía a hacer de los asuntos del coso un tema novedoso, necesario, en aquella ciudad cuyos habitantes no llegaban al millón. Hoy todo es muy distinto., Esa misma plaza no se llena nunca. Lleva más de 20 años con huecos en sus gradas y se habla con insistencia de su posible demolición para convertirla, como otros sitios de espectáculo, en un centro comercial. De plaza de toros a plaza de comercio, como “El Palacio de Hierro”, como “Cuatro Caminos”.
Cuando se iba a inaugurar la “Monumental”, con Manolete en el cartel (Silverio y Procuna), un hombre estacionó un Cadillac convertible en la puerta del inacabado edificio. En el parabrisas puso un cartel: “lo cambio por dos barreras”.
Hoy, entonces, no nos debería sorprender tanto el explosivo aumento de los precios de la reventa ante la corrida del próximo domingo, gracias al cual un boleto de 500 pesos se ha llegado a cotizar en 65 mil pesos.
Esto nos prueba dos cosas: el esnobismo no tiene límites y la reventa es una actividad imparable, inevitable y perpetua, no obstante haber sido publicado en esta ciudad el primer reglamento para evitarla, desde el siglo XVII.
Los revendedores están siempre coludidos con las empresas y en muchos casos hasta con la autoridad cuya Tesorería fiscaliza los boletos. Así ha sido y así un será mientras salga el sol por el oriente y se hunda todas las tardes por el poniente.
–¿A qué se debe esta súbita muestra de desmesurado interés por ver a un torero como José Tomás a quien se venera desde la ignorante distancia como si fuera un extraterrestre nunca antes advertido?
Pues al desconocimiento. Tomás ha toreado muchas veces en esta plaza. Y lo ha hecho en mejores condiciones físicas de las actuales, sobre todo después de aquella espantosa cornada de Aguascalientes (Navegante; Garfias) la cual –se quiera o no–, lo ha mermado. De ser un súper prodigio se ha quedado nada más en prodigio.
Tomás ha estado en México dos veces en fechas cercanas. Una vez en 2014 en Juriquilla, con su compadre Ochoa y otra en Aguascalientes alternando con El Zotoluco y en ambas dejó muestra de su excepcional talento y su calidad artística.
Pero de eso a detener el reloj de la historia nada más por un mano a mano con Joselito Adame, pues hay una distancia considerable.
¿Por qué se atascan las taquillas, se agitan los billetes y se colman los tendidos? Pues por la asistencia de quienes nunca acuden a la Plaza. Los aficionados de ocasión, los “temporaleros” del villamelonaje.
Los “fashionistas” de la barrera, los exquisitos de la propaganda, los esclavos de la publicidad. Los demás, los fieles, los aficionados ciertos, los asiduos, esos son quienes han visto el coso desierto con apenas la asistencia de cuatro o cinco mil, irredimibles e incurables aficionados de cada domingo, venga quien venga y se corra cualquier ganadería bajo cualquier circunstancia.
La oleada de oportunistas del próximo domingo nada más prueba la escasa afición taurina en la ciudad de México y la insuficiencia de una golondrina para hacer el verano. Del «Super bowl», al «Super Bull».
Por lo demás, ni hacer predicciones. Esperar y observar. En lo personal (y no esta una columna especializada); considero esta fecha por venir como el punto desde el cual Adame se puede convertir en el torero de México. Sólo necesita pegarle un baño a José Tomás. Y no es imposible.
FONATUR
Las acusaciones contra Fonatur por el abatimiento del manglar en Cancún, son un ejemplo de cómo todo mundo mete la mano para esperar después al chivo expiatorio. Fonatur trabajó sobre permisos expedidos por la autoridad competente. Si esa actividad resulta incompetente, pues no es a la promotora de inversiones a la cual se debe culpar.
Mucha hipocresía en este asunto en el cual también hay interés político para seguir hundiendo al Verde.