Una de las frases más recurrentes en cualquier conversación relacionada con la increíble y rocambolesca historia del “Chapo” Guzmán, especialmente antes de su actual episodio, resultaba simple:  ese hombre es un  genio. Maligno, pero genial.

Analizados su origen (ahora adobado por las frases deshilvanadas en su plática escrita o dictada con Sean Penn) y la forma como se elevó de la nada hasta llegar de nuevo a ella,  pero con un  camino dorado y poderoso de por medio,  Guzmán ha deslumbrado por su astucia y su capacidad subterránea (ahora nos enteramos, también submarina) para burlar a sus perseguidores tanto del gobierno como de sus competidores y llegar vivo en espera de la muerte natural, a pesar –engre potras cosas– de haber visto morir a un cardenal a quien confundieron –dicen–, con su angelical persona.

Por eso la leyenda de perfección, precisión e invulnerabilidad se viene abajo cuando leemos las conversaciones con la actriz Kate del Castillo quien llevó su papel de reina austral a excelsos grados de verosimilitud, pero sólo fuera de la pantalla. Teresa Mendoza no cupo en ninguna imaginación literaria.

Esto es mucho,  es demasiado.

–¿Cómo ver en esa leyenda la otra cara, la del muchacho  alborozado (y alborotado) por la seductora actriz quien le endulza el oído y le dice (algunas adolescentes, sin  importar la edad, siempre buscan la protección de los hombres mayores) cuánto sabrá de ella cuando le cuente su historia de recurrentes desamparos en la cual nadie la había hecho sentirse segura y protegida, nadie interesado en verdad por ella y su vida y todo cuanto se quiera interpretar de esa melosidad envolvente como miel en las patas de la mosca, con la cual se actriz embauca al narcotraficante más rico y poderoso del mundo, al frío dictador del imperio malévolo capaz de enviar a la muerte a quien le estorbe o ponga en peligro sus operaciones y se comporta sin embargo como la mansa oveja preocupada por comprar un teléfono color de rosita cuando debía estar esquivando los ojos satelitales de la DEA y las escuchas permanentes del CISEN.

Por eso resulta increíble el candor despreocupado de un capo cuyo rancho encubierto, oculto o escondido se abre de pronto para la actriz, los actores y los “mechudos” de la producción cinematográfica, vengan de donde vengan, siempre y cuando lo hagan con la querida amiga a quien ansía ver mientras una nube de mariposas le aletea en el  estómago, como si fuera una jovencita en enamorada en la escuela secundaria.

–¿Cómo puede haber descuidos de esa dimensión? Es cosa de preguntarle a Sansón por los encantos de Dalila o aplicar aquel viejo y grosero refrán de las carretas y las tetas. Pero en este caso lo han arrastrado al drenaje, primero y al abismo después.

Estas charlas resultan increíbles. Veamos:

“El Chapo” le escribe (Univisión):

–“Te cuento que no soy tomador pero como va a ser tu presencia algo hermoso, ya que tengo muchas ganas de conocerte y llegar a ser buenos amigos. Eres lo mejor de este mundo. Seremos muy buenos amigos. Tú ponte de acuerdo cuándo puedes regresar. Ojalá sea pronto, vale más esperarnos a que todo lo prepare con una semana. Yo te tendré súper todo para que no vayas a tener ningún detalle, que me sentiría muy mal. Ten fe que estarás a gusto. Te cuidaré más que a mis ojos”.

“Poco más de 15 minutos después, Del Castillo responde:

–“Me mueve demasiado que me digas que me cuidas, jamás nadie me ha cuidado, ¡gracias! ¡Y tengo libre el siguiente fin de semana!”.

“Según la transcripción, Del Castillo le escribe al capo:

«Gracias a ti voy a poder conocerte y no sabes la emoción que siento…

Más adelante afirma:

«Te confieso que me siento protegida por primera vez…No duermo desde que te vi. Estoy emocionada con nuestra historia… es la verdad. Es en lo único que pienso», confiesa Kate.

Días más tarde, «El Chapo» le envía el siguiente mensaje a Kate:

–«Buenos días, feliz cumpleaños te desea quien te aprecia y te quiere: tu amigo».

–«¡Qué buen regalo de cumpleaños! ¡Gracias! Ya nos abrazaremos muy pronto».

Pues ahora eso de los abrazos quizá dependa de la severidad de la visita íntima en Almoloya… quizá.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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