Hace muchos años una hermosa mujer, habitante del centro de la ciudad de México, fue despertada por el escándalo de los vecinos: un hombre extravagante y ostensiblemente rico, le había dejado en el patio del edificio, adornado con un magno y refulgente moño de rojo escarlata, un elefantito con aspecto de Dumbo (sin borrachera de por medio) pero a pesar de su ternura juvenil, abundante producción de desechos digestivos, cuya necesidad de evacuación había emporcado las baldosas y las suelas de decenas de zapatos matutinos.
La dama se sintió primero halagada en su vanidad, alegre por el gracejo, pero preocupada más tarde: ¿Cómo y en dónde iba a mantener ese animal? Y sobre todo, ¿Para qué lo iba a querer?
Es historia se repite todos los días en la República Mexicana, pero son paquidermos los albinos elefantes a los cuales nadie les conoce utilidad definitiva ni necesidad precisa; mucho menos destino sensato o motivo de existencia. Son los sistemas públicos de televisión cuyo aburrido barritar muy pocos escuchan como también son escasos quienes atienden sus señales radiofónicas cuando funcionan en conjunto.
Son elefantes blancos en la periferia del circo de la simulación. ¡Ah!, pero en su momento fueron anhelo y herramienta de promoción política. Pero nadie les quiere dar pastura, ni maní, ni manzanas dulces después del baño. Los tratan peor de como les ha ocurrido a los otros elefantes tras la prohibición de llevarlos a vivir en los circos.
Leamos estos datos ofrecidos por la colega Susana Solís Esquinca, una experimentada reportero cuya carrera la ha llevado ahora a dirigir la “Red de Radiodifusoras y Televisoras Educativas y Culturales de México”, agrupación cuya rimbombante pronunciación no corresponde con ninguna realidad apabullante. Hoy el apagón analógico los ha pillado en las perores condiciones posibles: de 39 televisoras públicas, 29 no tiene forma de enfrentar el cambio digital. Y eso las condena, como al bisabuelo mamut, al fracaso o la extinción.
–¿Cómo lo mira Susana?
—Del total de nuestros asociados, 39 son televisoras, de las cuales 29 estaciones son las que necesitan recursos. Ya se han hecho algunas inversiones previas en el equipo tecnológico, pero todavía no estamos preparados para el apagón.
“Calculamos que son alrededor de mil 500 a 2 mil millones de pesos lo que nos costaría…
“En estos 29 medios tenemos alrededor de 400 estaciones repetidoras, que es lo mismo que transmisores, entonces el costo de esos transmisores es elevado y tenemos que cambiar toda la producción desde las entrañas de las televisoras, como las cámaras de estudio, los aparatos, el cableado, servidores más potentes que aguanten la señal digital o de alta definición y todo eso representa un elevado costo.
“Los gobiernos estatales han hecho un esfuerzo importante para liberar recursos, pero no ha sido suficiente para garantizar que nuestra señal llegue con calidad y tampoco vamos a lograr la cobertura que tenemos en estos momentos en calidad análoga, si se realiza el apagón en estos momentos.
“El espíritu de la reforma de telecomunicaciones es brindar calidad de contenidos de televisión y diversidad, en beneficio de las audiencias. En contenidos de calidad, los medios públicos a eso nos dedicamos, a difundir la cultura. Algunos de nuestros asociados transmiten programación en lenguas indígenas, programas de derechos humanos, de salud, de prevención de desastres, cuestiones de protección civil.
“Es decir, tenemos una función social y nosotros no competimos por el rating, no somos competencia para los medios comerciales.
“Nuestra preocupación es dejar sin señal a las audiencias, porque no vamos a tener gran cobertura ni una señal de calidad como obliga la ley.
— ¿Cuál es la cobertura de la Red México?
—No tenemos como tal una medición de quiénes nos ven, sino nuestra audiencia potencial. Es decir, la población que podría vernos. De acuerdo con la cobertura estimada de estas 29 televisoras, tenemos una cobertura potencial del 70 por ciento de la población nacional. Hablamos de poco más de 70 millones de habitantes, aclaro que es población que nos puede ver, no que necesariamente nos esté sintonizando”.
Y sí, potencialmente podrían cubrir las necesidades de 70 millones de espectadores, pero la verdad es otra Y todo, la penuria, la calidad de los contenidos, la generosidad de la oferta, la oportunidad de las transmisiones, a la prevalencia del misterio.
–¿Cuál?
—Para qué quieren el gobierno o los gobiernos canales de televisión? Mientras no sepan claramente eso, no satisfarán las necesidades presupuestarias.
–¿Y yo para qué quiero un elefante con moño rojo?, se preguntaba la bella mujer del principio de la historia.