La verdad nunca he sabido si es cierto aquel espanto en torno del conocimiento general atribuido a Joseph Goebbels. Según esto el nazi decía, cuando alguien comienza a hablar de la cultura saco el revólver.
Es de pensarse –al menos la traducción–, pues los oficiales alemanes de ese tiempo no usaban revólveres sino escuadras, pero da lo mismo.
Otra persona dijo con cierto humor, cuando escucho la palabra pistola, saco mi cultura. Como sea.
La cultura –en cualquiera de sus acepciones– es en nuestros días algo parecido a la libertad en los labios de Madame Rolland, algo en cuyo nombre se cometen muchos crímenes.
Pero más se cometen en nombre de la incultura, la incuria, el abandono, la dejadez, la desinformación o la codicia. Por hacer obras faraónicas, por ejemplo, (tan inútiles a la postre como las tumbas de los reales faraones de Egipto) se destruyen vestigios en Cholula. Y al gobernador le aplauden.
En el nombre de quien sabe cual pretexto, se derriban por todo el país, edificios religiosos, templos y recintos conventuales de importancia arquitectónica o histórica, sin nadie para impedirlo así después del derribo se alcen las siempre oportunistas voces de quienes no supervisan nada ni previenen cuando los atropellos aún no se han consumado.
Esta información de CRÓNICA sí es para sacar el revólver:
“Desde 2013, CRÓNICA logró documentar al menos 30 derrumbes de diversa magnitud en parroquias o conventos de 16 entidades; e incontables voces de alerta en toda la República sobre el estado material de los recintos católicos, la mayoría catalogados como bienes patrimoniales.
“Aunque escasas, hay ya referencia de víctimas: como en enero de este año, cuando el hundimiento del piso de una iglesia en Ciudad Juárez -Chihuahua- dejó una veintena de lesionados; o como en septiembre de 2013, cuando la caída de muros de una capilla en Juárez —Nuevo León— provocó la muerte de un menor de 11 años quien se alistaba para la comunión, además de 23 heridos.
“Han sido los asaltos del tiempo, pero también el descuido comunitario, eclesiástico y oficial. Una combinación de azotes naturales, escasez de recursos, ignorancia cultural y confusión normativa. De ahí casos como el del Templo del Santo Cristo, en el municipio tlaxcalteca de San Pablo del Monte, reducido a polvo por los propios feligreses a finales de julio pasado, después de años de indiferencia institucional.
“El desplome de la legendaria iglesia de Aramberri se atribuyó al exceso de lluvia, pero… las despreciadas señales del ocaso habían comenzado cinco años antes. “No defendimos a nuestra patrona como se debía y el cielo nos castigó”.
“De acuerdo con datos proporcionados por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), hay en México 5 mil iglesias católicas, construidas casi en su totalidad a partir del siglo XVI y hasta el XX.
“¿A qué instancia corresponde su preservación?
“Entre lagunas y enredos, la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos otorga la competencia al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) si las edificaciones son anteriores a 1900 —la mayor parte— y al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) si son posteriores a este año. Se trata de una división lineal entre monumentos históricos y artísticos que ha empantanado aún más las tareas de protección. Las instituciones involucradas se responsabilizan unas a otras”.
Pero no son solamente las construcciones religiosas las arrasadas por la codicia inmobiliaria o simplemente el descuido. El atropello al Bosque de Chapultepec –es un caso visible y reciente, casi tanto como los condominios de Rubén Darío– con la construcción supuestamente vetada del edificio gigante donde estaba el Súper Servicio Lomas, es otra muestra de cómo se avanza en la destrucción para dar paso a la construcción. Algo similar sucede en San Ángel donde ya se alzan moles gigantescas donde no debería haberlas pues la congestión vial hará imposible la circulación e inhabitable el entorno. Pero nadie dice nada.
La cultura no es, digan cuanto quieran, acampar en Bellas Artes para ver dos o tres dibujos prodigiosos de Leonardo de Vinci. La cultura es, para comenzar, el respeto al entorno y a la vida pasada y presente.
En ese sentido somos un país de depredadores. Con o sin revólver