La revista Mexicana de Cultura Política, editada por Nueva Alianza, publica en su número del primer semestre de este año un ensayo de John Bailey (ex director del Programa de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown, Estados Unidos; colaborador del Instituto Nacional de Administración Pública y El Colegio de México), altamente ilustrativo de la capacidad corruptora del narcotráfico, más allá de las evidencias tan notorias como un túnel para escapar de la máxima seguridad de una prisión administrada por cómplices dentro de un sistema organizado por ciegos y sordos de conveniencia.
La síntesis de la capacidad del crimen organizado, en su campo de tráfico de drogas, aparte de sus actividades conexas y horizontales (secuestro, venta de protección, trata de personas, robo de combustibles, etc) es francamente aterradora: sus dimensiones son simplemente incalculables; inabarcables, insospechadas por tanto.
“En resumen –dice Bailey–, no tenemos un panorama claro del ingreso total generado por el narcotráfico y sabemos aún menos sobre la distribución de ingresos entre las organizaciones de narcotraficantes y sus márgenes de beneficio.
“Lo que si sabemos es que su ingreso puede financiar grandes nóminas incluyendo a especialistas altamente calificados, una organización compleja y abundantes armas y equipos. También puede financiar una extensa corrupción. Pero el punto a enfatizar es que dos o tres grupos alfa no se reparten 30 mil millón es de dólares al año cantidad que podrían utilizar para moldear la vida política de México.
“Es más probable que varios grupos se estén dividiendo unos 6 mil o siete mil millones de dólares al año, de los cuales deben deducir sustanciales gastos operativos.”
El análisis nos dice algo relacionado con un fenómeno escalofriante:
“En lo concerniente al modo en que las organizaciones del narcotráfico se relacionan con el sistema político, la corrupción y la intimidación por parte de grupos beta y gamma (segundos y terceros niveles de las mafias) constituyen el terreno más estudiado.
“Sabemos poco a cerca de las alianzas empresariales en las cúpulas del poder, del vínculo con la comunidad o la manipulación mediática. El principal, objetivo de las organizaciones es proteger sus operaciones comerciales. En lo referente a la corrupción, los grupos beta y gamma la ejercen con la policía y otros agentes de control a lo largo de los corredores del contrabando y en los mercados internos.
“Los alfa (jefes) han operado durante algún tiempo bajo lo que Buscaglia y Van Dijk denominan cuarto nivel enfocándose en controlar los cuerpos de seguridad estatales y federales. La problemática central es su grado de progreso respecto al quinto nivel: la captura del Estado a fin de incidir en la elaboración de leyes, la seguridad pública y las decisiones judiciales.
“Por lo tanto debemos preguntarnos ¿qué grado de control ejercen las organizaciones de traficantes de drogas sobre la elaboración de leyes y las decisiones ejecutivas y judiciales del más alto nivel? ¿Poseen agendas políticas más allá de sus operaciones comerciales específicas? ¿Pueden satisfacer estas agendas en el marco del sistema político actual o existen incentivos para una posible colaboración entre organizaciones del narcotráfico y organizaciones terroristas?”
MONDRAGÓN
Quizá nadie lo pretendió así, pero la presencia hoy del Comisionado Contra las Adicciones, Manuel Mondragón y Kalb con el Presidente de la República, comandante superior las fuerzas armadas y los secretarios de Defensa (Salvador Cienfuegos) y Marina (Vidal Soberón ) para firmar un convenio con soldados y marinos, es un mentís para quienes lo han querido involucrar en la laxitud de los sistemas de vigilancia de las prisiones federales.
La última imagen para recordar en la manaza de Mondragón aprisionando el brazo del Chapo Guzmán cuando lo sube a un helicóptero.
Lo demás, ni en su tiempo, ni en su responsabilidad.