Quizá no sea una casualidad, pero en el reacomodo del ajustado gabinete de Miguel Ángel Mancera, sólo se quedan totalmente fuera del tablero político los responsables de la movilidad urbana, como se llama ahora al tránsito de vehículos y personas.
No se conoce destino cercano para Joel Ortega ni mucho menos para Rufino León quien deja el cargo horas después de anunciarse la regulación de los servicios de taxi “on-line”, con lo cual el GDF desactivó una bomba de potencia desconocida. De la miel a la calle.
La noticia escueta fue divulgada así ayer por la tarde:
“El jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, anunció nueve cambios al interior del Gabinete Legal y Ampliado del Gobierno capitalino, luego de realizar una evaluación a sus integrantes. Confirmó que la nueva titular de la secretaría de Gobierno es Patricia Mercado; en Desarrollo Social, José Ramón Amieva; en la Consejería Jurídica, Manuel Granados y en la Secretaría de Educación, Alejandra Barrales. En la Secretaría de Movildad se ubicará Héctor Serrano, junto con Laura Ballesteros, quien fungirá como titular del nuevo modelo de Movilidad; Rosa Icela Rodríguez será secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades. Se integrará a Amalia García como secretaría del Trabajo y confirmó a Jorge Gaviño como nuevo director del Metro. Quedan fuera Rufino H. León Tovar, hasta hoy titular de Seduvi; Joel Ortega, del STC Metro; Mara Robles, de Educación y Hegel Cortés. de Sederec”.
Los cambios tiene diversa naturaleza. Unos son técnicos; otros son políticos y algunos son incomprensibles, como por ejemplo la traslación de Rosa Icela Rodríguez a una secretaría de Desarrollo Urbano donde probará una vez más su ineptitud. Colocar en su puesto de Desarrollo Social, la opulenta y necesaria secretaría de programas sociales, indispensable para apuntalar la clientela electoral con un tercio del enorme presupuesto de la ciudad, con el necesario lucimiento para su titular, en este caso el caballero Amieva, no hace sino delinear el primer paso para elegir sucesor en el gobierno urbano.
La cercanía de Amieva con Miguel Ángel Mancera hoy es evidente como nunca antes.
En la redistribución de responsabilidades y afianzamiento del control, Miguel Ángel Mancera partió de un golpe de audacia: los hizo renunciar a todos con el pretexto de realizar una evaluación. No era necesario. Todos sabían las causas de las remociones.
Héctor Serrano se fue de la secretaría de Gobierno por el fracaso electoral de hace unas semanas (recordemos la otra renuncia masiva, la de los delegados, mediante una fórmula insostenible: convertirlos en diputados. Perder lo más por lo menos); Joel Ortega por el desastre del Metro, choques y ruinas rodantes de por medio sin contar con la ineptitud en el manejo de la Línea 123, parcialmente cerrada hasta la fecha. Y Rufino León por su ineptitud. Tanto como Rosa Icela.
En la pluralidad destaca el nombra miento del nuevo director del Metro, Jorge Gaviño Ambriz cuyo conocimiento se deriva de haber presidido la comisión investigadora de la “Línea Dorada” desde la Asamblea Legislativa, cuyo trabajo, como el de cualquier comisión respetuosa de si misma, no sirvió para mayor cosa, excepto untársela al queso y conseguirle chamba al Gran Maestro.
Por lo demás se debe señalar el movimiento de Patricia Mercado a la Secretaría de Gobierno. Después de fundar dos partidos políticos, contender por la Presidencia, fundar muchas organizaciones de defensa femenina y derechos de la mujer y todo un cúmulo de labores de alto contenido político, Patricia se entenderá con una nueva realidad: una asamblea en manos de los enemigos jurados de su jefe.
Para frenar a una Morena; otra morena. Y una más de cabellera oscura: Alejandra Barrales en la secretaría de Educación. Quizá sus antecedentes la habrían colocado mejor en la secretaría del Trabajo, pero sea como sea, Mancera coloca gente probada y de confianza.
Y en cuanto a otros cargos y renuncias, la espada de Damocles aun cuelga de la crin de un caballo sobre la cabeza de muchos. Ahora falta ver cambios en otro gabinete, pero esa es harina para otra costalera.