La tesis de Donald Trump y su reducción a la bobada en torno de un asunto tan complejo como los movimientos humanos  continentales  y la condición descalificada de los emigrantes, nos debería dejar impávidos, si no fuera por las reacciones airadas y quizá necesarias de la cancillería mexicana. Quizá le debió haber respondido un funcionario menor y no el propio secretario de Relaciones Exteriores, el señor Meade.

Pero lo hecho, hecho está. Le debió haber respondido el chofer de un consulado.

Trump no es nada sino un millonario cuya personalidad oscila entre el espectáculo y la actividad inmobiliaria, quien desea utilizar la pantalla de una candidatura independiente, a la manera del “show bussines”, ni siquiera como perversamente lo hizo en su tiempo Ross Perot

Físicamente Trump se parece (pero con un estilista menos dotado) al papá-mamá de las Kardashian, ese transexual (Bruce Jenner) cuya nueva anatomía y disposición erótica sacuden al mundo del espectáculo desde las páginas de Vanity Fair. Intelectualmente , por otra parte, Trump no se parece a nada. Es un rico pedante con falsas aspiraciones.

Pero la relación con Estados Unidos frecuentemente debe resistir a este tipo de personajes.

Derechistas recalcitrantes en un país donde hasta la derecha inteligente tiene límites. Él los  sobrepasan sin el barniz analítico del choque de civilizaciones de Huntington. En contraste, hace apenas un par de días el embajador Wayne hablaba de la Excelencia del momento diplomático entre ambas naciones.

Hace años hubo otro caso de mayor estatura política, es cierto, pero también de ferocidad agresiva muy dañina, esa sí, para México. Era el ex presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, Jesse Helms.

Recordemos:

“Desde su cargo como jefe de Relaciones Exteriores del Senado (AP), Helms fue uno de los políticos que más influyó en el diseño de la política estadounidense hacia México en las últimas décadas y quizá el que más irritó las relaciones entre los dos países.

“A lo largo de sus 30 años como senador (1973-2003), Helms fue un duro crítico de México, lo que lo condujo a protagonizar varios de los más sonados episodios de tensión entre las dos naciones.

“Con frecuencia, en la década de los años 80 y 90, Helms calificó al Gobierno de México de corrupto y antidemocrático; desconfió de su lucha contra el narcotráfico y se opuso al envío de ayuda financiera a esa nación para aliviar sus cíclicas crisis económicas.

“Sus pronunciamientos de directa intervención en los asuntos internos del vecino país, lo colocaban con frecuencia en las primeras planas de los periódicos mexicanos y era visto por muchos como el enemigo o la amenaza del exterior.

“Durante el Gobierno del ex presidente mexicano Miguel de La Madrid (1982-1988), Helms protagonizó una serie de roces graves y algunos choques de frente con su Gobierno.

“Bajo la dirección de Helms, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado organizó en 1986 una serie de audiencias sobre México en las que se emitieron testimonios en contra.

“En las audiencias, Helms promovió un análisis de la democracia en México, del combate al tráfico de drogas y de la corrupción de algunos de sus más importantes gobernantes.

“El disgusto del Gobierno de México fue tal, que la Administración del entonces presidente Ronald Reagan, tuvo que intervenir para apaciguar los ánimos y asegurar que no respaldaba las posiciones de Helms.”.

Aquellos eran los tiempos cuando México debía someterse, como otros países de América Latina a las calificaciones de una certificación en cuanto a su trabajo contra las drogas, a cambio de ayuda y trato de nación favorecida. Una vergüenza. Después vinieron  el Plan Colombia o la Iniciativa Mérida, por ejemplo. Otras formas de intervención .

Pero ante expresiones  tas estúpidas como las de Trump, iniciadas desde el triunfo de G. Iñárritu en los premios Oscar, solo nos queda aplicar la “Doctrina Derbez”, enunciada por el actor Eugenio:

«¡Que se peine, primero que se peine”

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta