Si para algo han servido los mínimos ejemplos de responsabilidad en este país, donde una ínfima parte de los delitos (especialmente de cuello blanco) son castigados, ha sido para demostrar lo indestructible del binomio corrupción e impunidad.
La frase final de todo escándalo, la síntesis vergonzosa de cualquier hallazgo de enriquecimiento punible, de opulencia inexplicable e injustificable, siempre es la misma:
“En este país nunca pasa nada”, como queda de mostrado con la opulencia inmobiliaria –por dar un ejemplo reciente-, del candidato panista al gobierno de Sonora, Javier Gándara, quien ha sido señalado como propietario (familiar) de mansiones, residencias, chalets, casa de descanso y demás joyas inmobiliarias en los Estados Unidos, y de las cuales apenas ahora se entera la opinión pública, independientemente si son legítimo patrimonio de las firmas mercantiles de su esposa.
Pero de esos bienes, conyugales o no, debe enterar por su condición de servidor público y aspirante a un cargo político administrativo y por la condición de “dependiente” económica con la cual ha presentado a la señora, cuando ella no depende al menos financieramente de nadie.
Pero en otros momentos se ha dicho de favores fiscales entre el gobierno actual y el aspirante; se ha hablado de cómo alguien puede construirse una prensa –ya no una casita con piscina–, sin consecuencias visibles y después dinamitarla sin efectos mayores. Pasa nada, compañero, pasa nada, dice la voz popular.
Total, no pasa nada. En este país no pasa nada, dice el hombre de la calle cuyo encogimiento de hombros a nadie deja satisfecho, pero tampoco hay quien halle gusto ni explicación en la ausencia de efectos para conductas negativas, sean estas cuales sean.
Las propiedades de la señora Marcela Fernández, atribuibles a su opulento patrimonio o al inventario de una empresa in mobiliaria, como dicen sus defensores, debe ser al menos explicado. No parece, en sentido contrario la mejor estrategia del candidato, rehusarse a la apertura de sus declaraciones patrimoniales.
Al menos así se desprende de sus recientes declaraciones:
“(Vanguardia).- El candidato del PAN a la gubernatura de Sonora, Javier Gándara Magaña, reconoció que sus hijos son propietarios de seis mansiones en Estados Unidos, y rechazó que tres más sean de su propiedad, una de ellas valuada en 54 millones de pesos y ubicada en una zona exclusiva de La Jolla, California. «Eso no corresponde a la realidad», aseguró.
“Señaló que «ante tantas calumnias», ha determinado a que, como candidato a la gubernatura, no hará pública su declaración patrimonial, y dijo sentirse «muy lastimado», porque durante esta campaña se han pasado de temas políticos y de campaña a señalamientos donde se involucra a la familia.
«Claro que no (son mías). En el tema (de las casas) de mis hijas, ellas tienen vida independiente, lo demás, por supuesto que no es cierto y en ningún momento lo han podido comprobar», dijo”.
Total, no pasa nada… y tantito no es tanto.
IDENTIDAD
Ante el cúmulo de problemas por venir, el único destino cierto del Instituto Nacional Electoral parece seguir siendo la expedición de credenciales para votar cuya verdadera utilidad es sustituir las imposibles cédulas de identidad en el país.
Hasta ahora nadie sabe cómo ha sido imposible algo tan sencillo. Pero millones van y millones vienen y nadie puede dotar a los ciudadanos de un documento exclusivamente para saber quién es quién en este México lindo y querido.