Apenas ayer esta columna insinuaba la conveniencia de recoger las experiencias (buenas y malas) de los ex presidentes de la República –en su momento jefes de Estado—en circunstancias como las actuales, de amago al Estado cuya representación  alguna vez tuvieron.  

Esa aportación sería un acto político de altura histórica y separaría la trayectoria de la militancia. Aportaría sin dividir, le permitiría grandeza a quien pueda presumir de ella.

Hoy los ex jefes del Estado mexicano tienen cada uno actividades muy distintas. Luis Echeverría no hace ya más vida pública, ni siquiera en lo social. Esta confinado y disminuido por razones de edad y achaques diversos. Más de 90 años por este mundo, dejan las huellas naturales, así se trate de un hombre de notable fortaleza física, como fue en sus mejores años.

Carlos Salinas tiene una agenda internacional demasiado conocida como para ahondar en ella. Ernesto Zedillo colecciona chambas y gratitudes de aquellos a quienes benefició cuando sus políticas públicas así se lo permitieron.

El caso de Vicente Fox oscila entre lo trágico y lo cómico. Divide su tiempo como empresario de espectáculos y alfil de mariguaneros.

Pero el caso de Felipe Calderón es más notorio. Es el hombre aferrado a una vocación política en la cual conoció la cumbre y la sima. Y de este quiere salir en el único ámbito de su real conocimiento: el viejo Partido Acción Nacional. El nuevo no; ese se lo han arrebatado Gustavo Madero y ortos. Sólo le queda el refugio de una nostalgia mal administrada y el ilusorio respaldo de su esposa, la señora Margarita Zavala cuya capacidad ha sido siempre sobrevaluada. 

Ahora Calderón se mueve de plaza en plaza. Va con sus afines, los auxilia en sus campañas y no se sabe si se lo agradecen.  

“Los va a salar”; dijo un cínico panista mientras veía las fotografías de Calderón en Matehuala.

Algunos analistas (la prensa no dice cuales) se sienten sorprendidos por la ruptura calderoniana con la tradición  silenciosa y distante de los ex presidentes. Eso es mentira. No existe tal tradición. Todos los ex presidentes –con exilio o sin él; de Calles a Calderón–, han metido su cuchara.

“Consultado a partir del activismo que ha mostrado al visitar ocho estados (dice El Universal) , Calderón Hinojosa reconoció que está en campaña porque la participación en política es un deber de todo ciudadano y está cumpliendo con lo que le toca”. 

En esa fofa declaración  propia de su elusiva y viscosa costumbre, Calderón miente.

La participación política no es un deber de “todo ciudadano”. En todo caso es una elección; no una obligación. Si fuera así viviríamos en un país de irresponsables. Cuando en las elecciones vota, cuando nos va bien, el 60 por ciento de los electores, no podemos soltar esas gansadas así nomás.

Por otra parte resulta casi grotesco ver cómo alguien cuyo orgullo panista era haber pasado de soldado a general, se siente logradísimo convertido en una especie de jilguero adolescente cuando ya han pasado tantos años.

Nada más le falta volver a su mítico y legendario bote de engrudo para pegar carteles en los postes como hizo cuando era un jovencito y en su mente se anidaban los sueños paternos del romanticismo azul.

Pero él decide si quiere viruelas en la vejez. Si desea refugiarse en la esquina de la militancia perpetua y hacer campaña –o mejor dicho, alentar campañas de otros–, es su derecho, pero no todos nos tragamos su prédica ciudadana. Es una simple cuestión de ambiciones inmortales, de aburrimiento fatigoso, de rechazo al olvido, de persecución de nuevas oportunidades, de apetito cuya acuciante presencia apenas se disfraza con esta declaración:

“…aun con los problemas de su dirigencia, el PAN es la mejor opción de gobierno para nuestro querido México”.

–¿Problemas de dirigencia?

Pues serán problema para él, porque Gustavo Madero se ha levantado con el santo y la limosna.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

1 thought on “El refugio de la militancia”

  1. Buenos cristalazos señor Cardona. El del día de hoy en el noticiero de don Pepe estuvo, como siempre, muy muy bien. Gente como usted merece gastar tinta de las plumas que son participes de sus grandes reflexiones. Saludos desde culiacan.

Deja una respuesta