Lerdo como es uno, pero a fin de cuentas termina por comprender los motivos reales de la munificencia del gobierno para regalar, así nomás, como quien suelta al mar un pelo de gato (o de gata), diez millones de pantallas televisoras, con las cuales satisfará la necesidad de otras tantas familias cuya vida peligra si no se acomodan al cambio digital.
No se requiere ser Nicholas Negroponte (“Being digital”), primer tutor de todos en la comprensión del cambio digital, para entender este fenómeno como el equivalente a saltar de la edad de piedra a la era de los metales del tronco a la rueda, del estupor ante el trueno a la pero ahora con la electrónica como segunda piel de los humanos.
El mundo digital no llegará con el futuro. El futuro es digital. El “bite” es la nueva deidad de nuestras vidas; creador y transmisor de todo lo habido Y por haber, medida, pulso y presencia invisible; impulso y latido del ubicuo corazón del mundo tecnológico, electrónico y virtual. Pero en fin, esas son conjeturas.
Lo real es el interés detrás del reparto de televisores: apaciguar cualquier brote de inconformidad cuyas dimensiones dejarían corta la insurrección de los narcotraficantes; reconocer en el tiempo de televisión, una parte indispensable de la vida social de los mexicanos y salvaguardar el derecho a mirar la TV como elemento indispensable de la naturaleza de los mortales. Pueblo y opio.
Son los nuevos “Derechos Humanos”, enlazarse a la red, disfrutar la Internet en el I pone; saberse habitante de la galaxia global, del mundo digitalizado, de la comunicación instantánea o por lo menos gozoso ejemplar de la nueva especie, “Homo videns” en lugar de “homo sapiens”, como dijo el gran Sartori.
Pero la subsecretaria de Comunicaciones, Mónica Aspe, tiene ánimo para explicar la mecánica de esta previsión apaciguadora. Ha dicho (Crónica):
“A la fecha la SCT ha entregado más de 2.8 millones de televisores y el 90 por ciento de esas entregas se hicieron en dos meses y medio, lo que quiere decir es que tenemos la capacidad logística para cumplir con la fecha de fin de año.
“En cuanto a logística hemos llegado a entregar números muy grandes al día para medir qué tantas televisiones podemos entregar. Hemos entregado 42 mil en un solo día y en promedio hemos llegado a 30 mil televisiones. Estamos ajustando la capacidad de distribución para llegar a 60 mil televisiones al día y cumplir con el plazo fijado.
“La Sedesol nos entregó una lista con el número de hogares que serán beneficiarios de estas televisiones gratuitas.
“La dependencia calculó un universo de 11.5 millones de hogares y nosotros planeamos entregar 10 millones de televisiones, una por cada hogar.
“Así cumpliremos con el mandato constitucional de lograr que el 90 por ciento de la población tenga acceso a las señales digitales. Con el reforzamiento que haremos a la logística de las entregas, esperamos terminar de entregar las 10 millones de televisiones en noviembre.
“Así, se darán las condiciones para que el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel), en pleno uso de sus facultades, pueda decretar el apagón analógico nacional”.
Obviamente la subsecretaria no dice ni media palabra del por qué y mucho menos de la ventajosa coincidencia de la temporada electoral. Mera coincidencia. Prolija nos dice cómo, pero de lo demás, ni media palabra.
En la lógica de la sustitución el gobierno debió haber regalado (en su momento) “teles” a color para acabar con las acromáticas en blanco y negro; calentadores para gas en lugar de los humeantes “boilers” de leña o serrín en paquetes petrolizados.
Le debió sustituir a cualquiera sus discos de vinilo por compactos relucientes y plateados, cambiar tornamesas por lectores ópticos; pudo ofrecer autos híbridos o eléctricos en lugar de los contaminantes con motores de combustión interna y así sucesivamente con cualquier cambio tecnológico.
Pero no ocurrió tal. Quizá en otros tiempos no se hablaba de los nuevos derechos humanos… ni electorales.