Recuerdo con romántica nostalgia preparatoriana aquellos versos rotundos de Efraín Huerta:
“Hoy he dado mi firma para la paz bajo los altos árboles de la Alameda…”
La entrega de una identidad escrita; de los rasgos irrepetibles del temperamento, la convicción, la declaración en tinta, son nuestra firma, nuestra palabra en un papel. Firmar por la paz es confesarse pacifista.
Todo eso pensaba yo en algún tiempo y esperaba ver la paz, la eficacia final del documento signado y en alguna veces persignado. Pero eso no ocurrió. Las llamadas corrientes de opinión han necesitado tiempo, mucho tiempo para hacerse realidades visibles y tangibles.
Pero el recurso no se acaba. Es más, se ha vuelto materia de abusos infinitos y se le usa ara una cosa o para la otra.
Si un señor no le parece a algunos digno de ocupar una silla en el salón de Plenos de la Suprema Corte de Justicia, como sucedió con Eduardo Medina Mora, pues llevemos firmas, muchas firmas, pliegos y legajos, para dejar testimonio visible de nuestra inconformidad, así esta expresión no resuelva nada ni signifique nada excepto la opinión de quienes han firmado.
Y si un partido político no nos gusta, nos parece indigno, violador contumaz de las leyes electorales, palero y todo lo demás, pues entonces hacemos el mismo procedimiento: llevamos al Instituto Nacional Electoral un amplísimo catalogo de la inconformidad y ponemos a su disposición 140 mil testimonios de malestar, de oposición y le decimos con la tinta de esas firmas: no, no queremos al Partido Verde.
No importa si entre esos 140 mil ciudadanos indignados estén los mismos cuya manera de ver las cosas rechazaba a Medina Mora.
Ellos han conformado una especie de organización política no registrada formalmente, ero de tan notoria abundancia como para intentar consolidarse como una fuerza política regular y regulada. Podrían, por su número, solicitar un registro, cumplir con sus asambleas, irrumpir en el espacio electoral. ¿Por qué no?
Un comité de intelectuales y personas notables, como Denisse Dresser, Sergio Aguayo, Eduardo Huchím y algunos cuya presencia siempre oportuna estamos viendo paso a paso en todos los asuntos nacionales, bien podría optar por la organización de un partido cuya raíz sea la firma indignada.
Partido de la Firma Nacional, se podría llamar. Recibirían prerrogativas, reunirían dinero para sus actividades y ocuparían posiciones de poder; más allá del poder de sus opiniones.
Lo podrían ir pensando…
TORTURA
Finalmente fue aprobado el dictamen en el Senado para una ley contra la Desaparición Forzada, la Tortura y los Tratos Inhumanos Crueles y Degradantes.
Los Derechos Humanos siguen siendo materia central de las noticias recientes: el “Ombudsman” Luis Raúl González Pérez en la Cámara de Diputados en prolongada sesión conjunta de trabajo, tal lo hizo días atrás en el Senado; el cambio de subsecretario en Gobernación con la llegada de Roberto Campa y ahora con esta respuesta legislativa en algunos de los más graves aspectos de violaciones acumuladas.
Los DH son el asunto central de la política contemporánea.
MICHOACAN
Mientras las evidencias de complicada se acumulan en contra de la familia Vallejo, la lucha electoral en Michoacán sigue estando dividida en porciones de tercio. Cada quien carga sus “negativos” y cada quien hace notar sus “positivos”.
Como en cualquier otra parte, sin embargo, solamente uno entre tres llegará al poder.
Mientras tanto todos cumplen con el mandato: acusaos los unos a los otros… como en Sonora, como en Nuevo León, como en cualquier lugar. La lucha política, primero es lucha, después, cuanto se mande y diga.