–Hermano, decía Fernando Benítez antes de comenzar una idea, hermanito, los indios son presa de todos los zopilotes de México.
Y ahora, cuando mixtecos y tarahumaras, Rarámuris, esos a quienes Carlos Montemayor, con mucho de poesía y poco de sociología llamó habitantes de un pueblo de estrellas y barrancas, son noticia por las condiciones de moderna esclavitud (lo dijo el Ombudsman Luis Raúl González) en sus labores agrícolas de jornaleros son horizonte, la frase se exhibe y confirma en toda su amplitud. Son esclavos.
Pero hay algo peor: están dispuestos a seguir así. Sus condiciones “naturales” (si la miseria fuera su naturalidad) resultan peores. Los barracones horribles, sucios y pestilentes de Baja California resultan algo mejor a sus vidas en la sierra helada.
“Los 90 indígenas tarahumaras que eran explotados laboralmente en un rancho agrícola en Baja California Sur, se negaron a ser trasladados a Chihuahua, ya que en sus comunidades no tienen empleo.
“·Entre ellos hay 14 menores de edad, algunos de los cuales muestran señales de desnutrición.
“Autoridades del gobierno de Chihuahua, entre ellos el secretario de Desarrollo Social, José Luis García, acudieron al rancho “El cerezo”, en Baja California Sur, para atender el caso de explotación de jornaleros agrícolas, entre ellos 90 indígenas de la etnia tarahumara.
“Los jornaleros reportaron que fueron contratados por una persona de nombre Juan Carlos Vera, en “El Divisadero” y en Sinaloa, y que los trasladaron en un camión hasta los diversos ranchos.
“El secretario chihuahuense dijo en entrevista telefónica, que es claro que “hasta el momento no habían sido respetados debidamente sus derechos laborales”.
Y todo este enorme drama se quiere sintetizar en la violación de los “derechos laborales”, lo cual suena como una piedra en el centro de un vidrio, de un tiste vidrio.
Y si ya comenzaban estas líneas con una cita del gran Benítez, cuya obra “Los indios de México” es monumento a la antropología y el periodismo de verdad; bien valdría recordar cómo miraba a estos permanentes desheredados del la tierra (les habría llamado Frantz Fanon) los tarahumaras de la sierra de Chihuahua:
“Han bajado los indios tarahumaras, /que es señal de mal año/ y de cosecha pobre en la montaña.
“Desnudos y curtidos,/duros en la lustrosa piel manchada,/ denegridos de viento y sol, animan/las calles de Chihuahua, /lentos y recelosos,/con todos los resortes del miedo contraídos,/como panteras mansas…
“…Beben tesgüino de maíz y peyote,/yerba de los portentos,,/sinfonías lograda/ que convierte los ruidos en colores; /larga borrachera metafísica/los compensa de andar sobre la tierra, /que es al fin y a la postre, / la dolencia común de las razas de hombres/./Campeones del Maratón del mundo,/nutridos en la carne ácida del venado, /llegarán los primeros con el triunfo/ el día que saltemos la muralla/de los cinco sentidos.”
Mientras tanto recuerdo al anciano rarámuri a quien frente al espejo de su horrenda miseria le pregunté con la palabra de un intérprete tan silencioso como él:
–¿Y usted qué necesita para ser feliz?
Me miró con ojos profundos y sorprendidos ante la simpleza de un a pregunta de ladino ignortante y me dijo:
–“Una camisa y un cuartillo de maíz”.
Ahí cabía toda la felicidad del mundo.