Ya llevaban varios años en su fúnebre empeño: escarbar bajo el piso del, céntrico convento de las Trinitaria en Madrid para hallarse por fin con los restos de don Miguel de Cervantes quien con ayuda de Benegueli, como todos sabemos, y de Pierre Menard, escribió el Quijote.
El caso tiene una enorme relevancia, dicen quienes quieren ser relevantes con el caso mismo. A mí, en lo personal, me importa un carajo sí encuentran las astillas de don Miguel o hallan en un trozo de calcio las huellas del arcabuzazo cuyo impacto lo dejó manco en Lepanto. A fin de cuentas don Miguel, como suele suceder con los escritores, vale por su obra, no por su osamenta.
Y la zarandaja esa de las verdades y la historia, la posteridad y todo lo demás, me anda valiendo… como decía el borrachín del pueblo.
Quizá nadie haya escrito algo mejor, pero el titular del diario español, EL mundo” es verdaderamente genial. Como los forenses (y no son ni argentinos no tienen ácido ribonucleico o desoxiribonucleico o como se llame en bioquímica ese componente cuya comparación conduce a la certeza, pues asumen. Y en esa suposición, cabe cualquier hallazgo, sea o no (como en este caso) importante.
Pero veamos “El mundo”
“Es Miguel de Cervantes, seguro, seguro, seguro… bueno, casi seguro.
“Se les acabó la paz a Miguel de Cervantes y a su mujer, y a los otros 15 individuos que yacían enterrados con ellos en la cripta del convento de las Trinitarias Descalzas. Después de casi cuatro siglos de tierra y polvo, los historiadores que durante los últimos años han investigado en el subsuelo de la cripta del Convento de las Trinitarias de Madrid, ubicado en el Barrio de las Letras, tienen la certeza de que ahí están los restos del escritor, perdidos entre 1630 y 1730, el periodo en el que se construyó la nueva iglesia.
“En cambio, el equipo reconoce que ha renunciado a individualizar al escritor entre los fragmentos de otras 16 personas con las que comparte nicho.
“Los responsables de la investigación han reconocido hoy que su ‘veredicto’ no responde a pruebas ciertas, sino a la «existencia de muchas coincidencias y ninguna discrepancia».
“No hay ADN que verifique las conclusiones y no lo habrá, puesto que la hermana del escritor, monja carmelita, se encuentra enterrada en el osario de un convento en Alcalá de Henares, lo que hace inviable el cotejo de muestras”.
Pero el mundo necesita héroes y hazañas heroicas y rescatar del polvo y la tierra a Cervantes le puede servir a alguien. A quienes hemos leído su obra (hasta el pobre licenciado Vidriera) y hemos disfrutado sus andanzas no nos sirve para nada, como tampoco recrearnos en el desdentado panorama de su mandíbula o sus costillas rotas y sus heridas de batalla.
Son ganas de perder el tiempo, cobrando por ello, gracias al etiquetado de un montón de huesos cuya vulgaridad los hace insignificantes, dígase cuanto se quiera decir.
Y además un poco de ganancia para aparentar importancia:
–Yo, señor mío, sépaselo usted, descubrí los restos de Cervantes podría decir el Cristóbal Colón de la osteolatría contemporánea.
Lo dicho, cuántas cosas hace la gente con tal de no trabajar…
Don Rafa… Al principio me entro la duda de… Si los que buscaban un hueso eran políticos mexicanos….. Pero no… Ya despejada la duda… Son españoles.