Obviamente hay cosas más importantes para un comentario político, como por ejemplo la designación de Eduardo Medina Mora como Ministro de la Suprema Corte de Justicia y a cuyas peculiaridades esta columna atenderá un poco más abajo, pero así como algunos han descubierto (Einstein, por ejemplo) la forma de romper el indivisible átomo, en este espacio se ha logrado un hallazgo sensacional Y a eso quiero dedicar el arranque del texto: ¿quién se robó la ciudad de México?
Bueno, no toda la ciudad de México, pero sí una buena parte de ella.
Y si no ha sido un robo en toda la línea, sí ha sido, al menos, una privatización onerosa para los ciudadanos, así hayan sido los propios vecinos quien es hayan cooperado para este despojo de lo público a favor de lo privado.
La ciudad esta en manos del “Cártel de la cubeta”.
–¿La cubeta?; ese utensilio cuyo destino es contener para fines de traslado agua o cualquier otro líquido y cuya utilidad práctica es impedir el estacionamiento de automóviles frente a la casa de cualquiera con arrestos para impedirlo. Si en este país de bravucones las cosas se imponían antes por mis pistolas, ahora se adjudican por mi cubetas.
Y cuando no hay cubos de esos, pues buenos son los pedruscos, los garrafones, los viejos acumuladores o las varillas; palos, burros de madera o fierro, escuadras giratorias soldadas al piso, trozos removibles de riel hundidos en el piso y guardados con candado y hasta botellones de agua de esos cuyo propósito sanitario, dicen, es arrojarlos en los prados para frenar las urgencias digestivas finales de los perros, cuyas excrecencias no serán ahí depositadas, como tampoco volarán las moscas sobre el taco si se llenan de agua bolsas de plástico como espejos frente a los cuales los insectos se espanten de ver su propia imagen monstruosamente amplificada, porque estará usted de acuerdo, ni llevar a la suegra al médico, es tan feo como una cara de mosca vista de cerca. Bueno, ni un coche viejo por abajo.
Pero quién sabe si esas precauciones –las de las moscas y los perros; no las de las suegras–, sean tan efectivas como nos dicen.
Sin embargo el hecho es simple: los cartelistas de la cubeta, se apropian de las calles y no hay ninguna autoridad capaz de impedirlo. Ni los policías auxiliares, ni los preventivos; mucho menos los federales, ocupados en contener a los otros cárteles, los de la dañina droga, los del pernicioso secuestro o el cobro de piso.
El cartel de la cubeta no cobra por el piso, nomás lo aparta.
En sus tiempos de campaña por el DF, Carlos Castillo Peraza decía: los franeleros y cubeteros han privatizado la ciudad con el siniestro “derecho” de apartado. Y desde entonces se ha consolidado su poder. Ya hasta Castillo tuvo el mal detalle de morirse y el cártel por él denunciado sigue tan campante aunque a últimas fechas se le ha aparecido un enemigo: el parquímetro.
Pero contra este se han levantado miles de voces en contra: Los educados vecinos de Coyoacán; por ejemplo, no los permitieron aun que sí permiten al cartel de los “cubeteros”. Cosas “veredes”.
ARITMÉTICA
Cómo se hace para lograrlo: 83 superan a 52 mil.
Pues muy sencillo, son 83 senadores contra 52 mil ciudadanos. Los senadores forman parte del Poder Legislativo; los opositores a Medina Mora no forman parte de nada.
Bueno, sí, de Morena, de las oposiciones, del círculo de lectores de las politólogas tan correctas ellas, pero en el fondo, en el fondo, no significan nada.
Esa es la aritmética de la democracia.