Con mucha frecuencia, sobre todo desde el advenimiento del sistema de estrellas en el cine y la proliferación de famosos plastificados por la televisión la palabra artista se usa como sinónimo de actor y a veces, de manera equivocada, hasta de redentor.

Por eso usan a actores y actorcetes en la propaganda, por ejemplo, de los partidos políticos. Artista es ahora cualquier vedette, palabra francesa cuyo significado esencial es simplemente celebridad, pero ahora se le adjudica a cualquiera.

Y la fama otorga derechos.

En su nombre y utilización alguien puede ser candidato a diputado, especialmente por la cómoda vía “plurinominal”; puede usarse el prestigio mediático para fines de atracción conmovedora como en las campañas de vacunación, lactancia materna (señoras de ubres con esféricas prótesis en el auge de la alimentación mamaria) o las colectas de la Cruz Roja.

Pero hay otros artistas (usemos la palabra creadores en su sentido más amplio) cuyas opiniones políticas son casi siempre vistas con actitud reverencial. Como si ellos siempre tuvieran (decía Efraín Huerta), la verdad en un puño.

Primero, por ser ajenos al mundo político. Segundo, por una sinceridad crítica ajena a los demás analistas profesionales, por así llamarlos, como pueden ser los académicos o los periodistas. Quienes logran prestigio por otros menesteres y mesteres, tienen una valiosa independencia, sea real o imaginaria.

Hace unos días, en la ceremonia de los premios Oscar, Alejandro González Iñárritu habló sobre el ideal gobierno nacional a la altura del mérito ciudadano. El gobierno que nos mereceríamos, dijo.

Pero ahora sus opiniones han sido expuestas de manera más crítica y precisa, como después veremos y vale la pena unirlas a las de otro artista (creador) notable, el escritor Fernando del Paso, cuya sola obra “Noticias del imperio” ya le vale un sitio entre los mejores talentos de toda nuestra literatura.

Dice González Iñárritu:

“…En la entrevista para “La República”, después de hablar de su carrera y su trabajo fílmico, al cineasta le preguntaron si su perspectiva había cambiado y si sus raíces están en México.

“Puedo volar a donde quiera, pero no puedo cortar mis raíces aun cuando hoy parece que la corrupción ha alcanzado los niveles más elementales de la vida. Antes se secuestraba a los ricos, ahora también al tipo que vende verduras o bebidas en la calle. Los gobiernos ya no son parte de la corrupción, el Estado es la corrupción…

“Es un miedo similar al que te dan los lobos. Tenemos miedo porque no los vemos. Podemos ir a un lugar a presentar una denuncia y el lobo puede estar ahí, pero no lo ves. Vivimos en una estepa”.

Y Fernando del Paso:

El escritor Fernando del Paso recibió este día el Premio José Emilio Pacheco a la Excelencia Literaria, en  la Feria Internacional del Libro en Yucatán (Filey) y dijo como si le hablara al difunto:

“…conozco el olor de la corrupción; dime José Emilio:

“–¿A qué horas, cuándo, permitimos que México se corrompiera hasta los huesos? ¿A qué hora nuestro país se deshizo en nuestras manos para ser víctima del crimen organizado, el narcotráfico y la violencia?

“–¡Ay, José Emilio!

“¿Qué vamos a hacer, qué se puede hacer con veinte y tres mil desaparecidos en unos cuántos años? ¿O son viente y tres mil cuarenta y dos? ¿Y cómo sabemos quiénes son culpables? ¿O vamos a fabricar culpables por medio de la tortura, como es nuestra costumbre?”

¿Son esas voces en verdad insobornables? Yo sí lo creo.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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