Ha dicho el Procurador General de Justicia, Jesús Murillo Karam: esta es la verdad histórica. He aquí los resultados científicos.
Pero no acababa de decirlo, cuando otros muchos ya descalificaban –como era de esperarse–, un trabajo cuya velocidad fue notable y de cuyos resultados depende, entre otras cosas, el proceso de 99 detenidos, algunos confesos y otros por ese camino. Pero no se les considera testimonios válidos porque según los asesores políticos de los padres, se trata de delincuentes. Ahora resulta: una confesión no es una prueba.
Apenas un día antes (lunes) esta columna publicó lo siguiente:
“…A esos grupos, cuya petición se ha convertido en proclama y bandera mediante el recurso instantáneo de desconocer cualquier avance en la investigación, excepto aquel cuya contundencia favorezca sus prejuicios (han enjuiciado y sentenciado a priori), se les han concedido todo tipo de peticiones.
“Más allá del absurdo de insistir en la vitalidad de los desaparecidos y al mismo tiempo exigir la presencia de investigadores argentinos en ciencia forense e identificación de restos humanos (no tendría caso si estuvieran vivos); de admitir al principio y negar después los resultados de la universidad de Austria, aun cuando en los hechos se desconozcan sus derivaciones lógicas (si lo único identificable en el montón de ceniza fue el ADN de uno de los desaparecidos, la lógica empuja para un lado mientras la propaganda lo hace en sentido contrario) y por encima de la descalificación del trabajo de la PGR y sus casi cien detenidos, algunos de ellos confesos, como “·El cepillo” , hacen pensar en la imposibilidad –al menos del lado oficial– de prolongar esta situación hasta el infinito”.
En efecto la PGR no apostó por la eternidad. La propaganda sí.
Y decía:
“Por otro lado se le dejaría al tiempo la solución del caso.
“Cuando hayan pasado 99 años y no haya ni siquiera posibilidades de longevidad para los imaginarios sobrevivientes, ya no se podrá exigir su presentación tan vivos como el día cuando fueron abducidos.
“Pero dentro de un siglo ni usted ni yo ni los padres hoy dolientes y justamente encabronados, estaremos aquí. Muchos menos quienes ahora empujan políticamente el caso. No estarán ni Peña ni Murillo; ni Abarca, ni el PRD, ni el abogado activista y “cetegista” profesional; ni Vidulfo, ni De la Cruz.
“Nadie. Pero seguirá la cantaleta. Se habrá vuelto leyenda”.
Y por ese camino vamos con el auxilio de la fácil prensa y de algunas organizaciones de DH; cuya supervivencia depende de su capacidad de protesta y ésta de la vigencia de un caso tan notorio y terrible como este.
No era necesario poseer artes adivinatorias para predecir la conducta de los padres y los activistas. la primera puede ser tan sincera como su dolor y su estupor. La segunda, se monta en aquella.
Por eso la prensa dijo esto ayer:
“Los padres y las madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos hace más de cuatro meses (La jornada) rechazaron la versión dada a conocer por la Procuraduría General de la República (PGR), de que sus hijos fueron asesinados y quemados en el basurero de Cocula…
“…En conferencia de prensa, Vidulfo Rosales, representante legal de los familiares de los estudiantes, subrayó que hay una “prisa e intencionalidad política” del gobierno federal para cerrar el caso, a pesar de que la indagatoria “no es concluyente” y, por tanto, no se ha alcanzado el grado de verdad histórica que los padres de familia necesitan tener”.
“…Polvo serán, más polvo enamorado”, dijo Quevedo. Aquí la paráfrasis; polvo serán, más polvo desconfiado.