Nadie corrige un árbol torcido.
Ni siquiera la magia del paciente escultor vegetal del más perfecto bonsai podría jamás cambiar la torcedura de una rama alambrada, de un brazo doblado hasta la incompresible esquina espiral de los jardines orientales. Y eso mismo sucede con las obras públicas, si el símil se permite. Al menos cuando los errores son tan graves como para no hallar jamás remedio.
Eso ha ocurrido con la “Línea Dorada” del Sistema de Transporte Colectivo de la Ciudad de México. CDMX, como se le identifica ahora gráficamente.
Cuando los defectos de construcción se presentaron y ya era inocultable el deterioro causado en el sistema de rodamiento de los trenes, cuando las ondulaciones y rupturas de sujetadores y otras piezas del tren eran inocultables y peligrosos en extremo, el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera revisaba los problemas de aquellos días (marzo 1014).
–Y ahora (para completar) , me dijo, vamos a tener que cerrar el Metro. Bueno, la línea 12. Va a ser una problemón, pero no hay otro remedio.”
El cierre de doce estaciones, calculado entonces para seis meses, con juna afectación directa a casi 400 mil usuarios, ha sido hasta ahora una alcayata en medio de la frente. No solo para los viajeros urbanos sino también para la autoridad.
Los problemas originalmente detectados, principalmente la incompatibilidad de vías y vagones, no son los únicos hasta ahora. A cada paso surgen algunos nuevos. Si bien hubo errores de construcción, estos se agravan con la operación misma de los equipos. Es caso como hablar de una “metástasis” mecánica. Un problema genera otro.
Esta es una de las más graves informaciones divulgadas en días recientes:
“Diferentes tipos de problemas a lo largo de la línea 12 del Metro de la Ciudad de México han sido detectados. Desgastes ondulatorios en las vías, en lo que va de su supervisión, declaró el director del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro, Joel Ortega, quien presentó este viernes un escrito a los legisladores que investigan el caso.
“Entre los problemas que destacan en el documento, se señala un desgaste ondulatorio en curvas así como fracturas en los durmientes de concreto, los cuales, destacó que ya se habían detectado desde el 8 de septiembre de 2012, antes de la inauguración de la línea.
“Joel Ortega expresó que desde julio de 2013 se ha notado desgaste excesivo en partes estratégicas de la línea 12 del Metro, tales como los cerrojos, los rieles intermedios y (algunas) piezas de cruzamiento de los aparatos de cambio de vía”·
En esas condiciones la “Línea Dorada” se ha convertido en un pozo sin fondo, al menos por cuanto hace a su posibilidad de reparación óptima y definitiva. El “Sueño Dorado” se ha convertido en una pesadilla interminable.
Pero hay más. En menos de un año de intentos correctivos, el gobierno le ha derramando a los torcidos rieles y las defectuosas instalaciones, 2 mil 300 millones de pesos de las quebrantadas arcas capitalinas, sin haber logrado a cambio de eso remedio alguno. Es más, mientras una cosa se medio arregla, otra se descompone.
Lo más sencillo sería obligar a los constructores a rehacer toda la línea, pero eso sería imposible. Resultaría más sencillo dar por concluido el asunto, reconocer las multimillonarias pérdidas, y ordenarle a alguien mover de lugar el Popocatépetl o la hermosa y yacente montaña de la Mujer Blanca, conocida como Iztaccíhuatl lánguida y lacia en su eterno sueño bajo sábanas de nube.
Y por cuanto hace a la consignación de responsables, el asunto sería todavía más complejo: Nadie es culpable, nadie sabe ni nadie supo, como dijo el “Monje loco” en un arranque de cordura fugaz. Los constructores se tiran la pelota unos a otros y los 22 mil millones de pesos (mal) invertidos en una obra pública de impublicable calificativo, se han desvanecido como los deseos de una reina de belleza en favor de la paz mundial.
Durante quince años, todos lo sabemos, se deberá seguir pagando el alquiler de trenes a la empresa CAF. Total, nada más se gastarán 18 mil millones de pesos, cuando hace no muchos años la Constructora Nacional de Carros de Ferrocarril, ya difuminada, nos prometía fabricar aquí el equipo rodante.
Pero todo se inicia con el desmantelamiento de las empresas del Estado a favor de una productividad jamás probada en las privatizaciones, fruto favorito de esta post modernidad tecnocrática y rapaz.
Hoy las (enormes) multas y sanciones se hallan en el pantanoso suelo de los litigios interminables y las empresas involucradas se defienden hasta con las uñas mientras los problemas se llenan de telarañas y el Metro sigue siendo un problema sin solución.
Si en el viejo corrido la máquina seguía (entre Puebla y Apizaco), “pita, pita y caminando”, la obra mayor de la Revolución Democrática en toda su quebrantada historia, es una ruina con muletas.
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Más allá del significado simbólico de la salida de Alejandro Encinas del Partido de la Revolución Democrática y la llamada “fuga de cerebros” de la (alguna vez) importante organización política de la izquierda (temporalmente) unida a pesar de su aglomeración de tendencia y corrientes, queda para la historia esta definición personal: imposible mantenerse en las filas de un partido “al que han puesto en evidencia los acontecimientos en Iguala y que, a cuatro meses de la tragedia, su dirección guarda silencio y apuesta al desgaste y al olvido”.
Junto a eso las actitudes de Carlos Navarrete resultan pueriles e insignificantes, pequeñas, ridículas, al fin.
“»Son 28 renuncias, pero de ellas media docena son de gente que tiene trayectoria en el PRD, no me alegro de ello, no hago fiesta por ello, pero un partido es más que seis fundadores y 28 renunciantes, pero además digo una cosa: que nadie se sorprenda de que lleguen gentes de otros partidos al PRD y que nadie se sorprenda que del PRD se vayan otros a otros partidos».
¡Ay!, Carlos. Si Renato nos enseñó la sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo; en política sabia virtud sería callarse a tiempo.
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Por lo visto la zancadilla con la cual querían frenar a Alejandro Moreno en Campeche, adjudicándole responsabilidades inexistentes y sociedades improbables con Amado Yáñez, el dueño de “Oceanografía” no dio resultado.
Las gestiones de Moreno en Pemex, tras la crisis y los fraudes –dice–, fueron para sostener abierta una empresa con casi 9 mil plazas en el estado. Dejar a tanta gente sin empleo habría sido catastrófico.
“Alito” podrá iniciar su campaña con un lema semejante a este: “Campeche, un estado con energía” o “La energía de Campeche, para mover a México”