La “metástasis” de la corrupción, han dicho algunos en sabio ejercicio comparativo con la degradación de tejidos producida por el cáncer. Así han llamado también a esta conducta, a este síndrome cuyas manifestaciones todo lo abarcan, todo lo engloban, todo lo sofocan.
Y el deporte, ya lo sabemos, no es excepción para ninguna de las pasión es humanas. Se corrompe el entrenador de clavados cuando (olvídense de los carretoneros albures) abusa de su puesto y seduce, conquista o de plano viola a las jóvenes cuyo sueño es volar desde el trampolín como si se tratara de un baile inmóvil en el aire hacia la fosa; se corrompe quien homosexual de closet se convierte en abusivo de vestidor o regadera contra un joven cuya idea es jugar futbol (le pasó a Pelé de niño); se pudre y pudre a otros quien arregla y vende partidos, como se suele hacerse en tantos juegos, en tantas disciplinas, como por ejemplo la pelota vasca (vasca al fin) donde son famosas las bolas perdidas en el momento decisivo para voltear las apuestas.
Pero “El vasco” Javier Aguirre, seguramente contagiado por sus afinidades políticas (siempre fue un promotor del calderonismo panista, a cambio de lo cual logró su segunda fase como entrenador nacional) se convirtió de un mediocre jugador en un mediano enfrenador y hoy en un destacado ejemplo de la habilidosa y vivilla corruptela. Al menos de eso lo acusan.
Y si bien es cierta la presunción de inocencia, circunstancia sobre la cual se fundamenta todo el moderno derecho acusatorio, también es real aquello del río y los sonidos. Y cuando el agua hace ruido… casi siempre arrastra algo. Piedras o lodo.
Aguirre ha sido un hombre favorecido por la opinión (ahora quizá por la complicidad) de otros. La Federación Mexicana de Futbol lo encumbró y lo atascó de billetes por un trabajo sin mayores relieves.
Los “ratones verdes” lo siguieron siendo cuando fueron los “ratones vascos”. Luego lo quisieron hacer comentarista de TV. Otro oso.
Sólo para documentar. Una de sus principales actitudes, reveladora de los fondos de su verdadero carácter, fue aquel 9 de julio del 2009 cuando fuera de toda proporción, el “técnico”, la emprendió a patadas contra un jugador de otro equipo, el panameño Ricardo Phillips.
Recordemos: “En una actitud inexplicable, el técnico del “Tri”, Javier Aguirre, fue expulsado durante el México vs Panamá, por agredir a un rival en pleno desarrollo del segundo tiempo.
Al minuto 79 de tiempo corrido, «El Vasco» le dio una patada al panameño Ricardo Phillips, cuando éste intentó evitar que el balón saliera por la línea de banda, a la altura de las bandas de ambos equipos”.
Y el señor Phillips, como muchos otros reacios a creerse la leyenda de calidad del señor Javier Aguirre se deben regocijar cuando leen notas como esta de la prensa hispana:
–“Luego de que a principios de mes la prensa española publicara que las autoridades de ese país, podrían presentar cargos en contra de Javier Aguirre y 30 personas más por sospechas de arreglar en mayo de 2011 un partido de la liga española entre Zaragoza (equipo dirigido por el mexicano) y el Levante…
“Al respecto, el abogado de la Federación Japonesa de Futbol, Yutaka Miyoshi, aseguró que este podría convertirse en un gran problema si empieza a afectar su labor como técnico…”
Bonito héroe nacional.