Bien lo sabemos todos.
Las reformas nos harán prósperos y felices, en especial la relativa a los temas de energía dentro cuya amplitud caben la Comisión Federal de Electricidad y Petróleos Mexicanos, ahora convertidas en “empresas productivas” (lo cual delata su improductiva condición anterior, ¿o cómo? ), pero mientras esa transformación opera, las cosas se le ponen color de hormiga a México y eso si las hormigas fueran todas negras, negrísimas como nuestra pena económica por venir, la cual aunada a los hechos de violencia e ingobernabilidad en algunas partes del mapa nacional, nos amenaza de forma terrible.
La caída de los precios petroleros en el mundo es un boquete para cuyo efecto, se diga cuanto se quiera decir, este país hoy no está preparado ni blindado ni todo cuanto esas frases con las cuales la neo tecnocracia nos explica con inexplicable optimismo, no la crisis de precios y la caída en la producción, sino los planos imaginarios con los cuales quieren sustituir esa terca realidad cuyo comportamiento no cesa y de la cual vemos amagos ominosos.
Pemex perdió en el lapso del primer trimestre de este año, 59 mil millones de pesos, dicho esto con números redondos y simples. Eso fue aumentar la merma del año pasado casi un cincuenta por ciento.
Y eso no es de ninguna manera babita de loro. Es un desastre financiero, pues si se acumulan las pérdidas, entre enero y septiembre apenas el mes pasado, la suma de cifras rojas espeluzna a cualquiera: 148 mil millones de pesos.
Y sigue la mata dando.
A eso se debe agregar lo nocivo de un tipo de cambio desfavorable y el derrumbe de casi 9 por ciento en la producción lo cual quiere decir, menos crudo para vender, menos clientes para comprar. Menos dinero por recibir.
Pero hay otros campos declinantes: la producción promedio es de dos millones 300 mil barriles por día lo cual es cuatro por ciento menos de lo extraído el año 2013; la perforación descendió y todo se viene para abajo como les sucede a ciertas señoras con el paso de los años.
La prensa cita las declaraciones de Rodolfo Campos, subdirector de Tesorería de Pemex, quien (sin hablar del pasivo laboral de la industria petrolera cuya suma monta al billón 174 mil millones de pesos) explica discretamente: los ajustes inducidos por otros productores y la sobreoferta, golpearon nuestros precios y por consecuencia nuestros ingresos.
“Si la tendencia sigue –afirma– los proyectos de inversión mayor (los ubicados en campos señalados en la Ronda Cero”) podrían aplazarse”. Eso simplemente significa una pérdida de valor de la industria nacional. Ya se olvidó la refinería de Hidalgo, por ejemplo.
Y así estamos sentados a la vera del camino indiferente de las desgracias mayores. La exportación se cae 15 por ciento; el costo de producción aumenta un poco y nada nos queda sino aferranos a la llegada de los pensativos inversionistas cuya inyección de capital pondría a flote la petrolizada economía.
Pero mientras, la dieta feroz: agua y ajo…
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