México cree más en la cooperación internacional y menos en la “venganza-muerte-mundial”, como convoca el gobierno de Estados Unidos, impulsado no por el Partido Demócrata, sino por las fuerzas del militarismo americano.

El anuncio hecho por el presidente Enrique Peña Nieto en la Asamblea General de las Naciones Unidas, para fortalecer esa sociedad de naciones, tiene aspectos muy interesantes cuyo análisis vale la pena en los momentos actuales cuando se convoca a una santa alianza contra el extremismo islámico.

El primero de ellos es la convocatoria internacional para hacer una nueva organización mundial, para dinamizar la estructura actual, plagada de aspectos burocráticos cuya presencia limita a veces el funcionamiento de una organización internacional indispensable para garantizar la paz.

La ONU se ha convertido en un gran escenario para otras muchas cosas y su labor fundamental de evitar conflictos armados, es la labor a la cual México se quiere adherir de manera más activa y lo hace exactamente en el momento cuando el país cuyo respaldo económico a la ONU es fundamental (Estados Unidos) convoca a la formación de una coalición (“supra-ONU” o la “anti-ONU” para hacer un frente de ataque al Estado Islámico.

La desproporción de la convocatoria del señor Barack Obama es muy notable, porque hasta este momento ya se tiene una coalición de 40 países con sus capacidades militares (casi todas integrantes de la Alianza Atlántica) al servicio de una estrategia del gobierno de Estados Unidos.

Eso es absolutamente contrario al lenguaje de la paz, es una fuerza militar multinacional de intervención, muy parecida a aquella de España, la Gran Bretaña y Estados Unidos cuando la aleve invasión a Irak. Recordemos que aquella no la hicieron los demócratas, sino los

republicanos de la mano de George Walker Bush.

Cuando Obama quiere capturar (o eliminar) a 15 mil milicianos (según esto, el Estado Islámico no llega ni al tamaño de Los Caballeros Templarios y las fuerzas ahora rurales de Michoacán), enfila a 40 países en coalición en una moderna Santa Alianza, para atacar a estos sádicos señores capaces de decapitar multinacional con un cuchillo frente a una cámara de video.

Nadie puede defender al Estado Islámico o esa organización en pos de un extravagante califato terrorista cuyos miembros dominan un territorio de 40 mil kilómetros cuadrados, con un gran componente de radicales extranjeros ajenos al origen “yihadista” de la zona en conflicto.

Entonces Peña dice: nosotros preferimos trabajar con la Organización de Naciones Unidas en operaciones de paz, no “contra califatos”, ni en contra de los “Estados” islámicos, así sean tan criminales como éste. México dice: si queremos mejorar a las Naciones Unidas, démosle la aportación todos a labores de paz aun con inclusión de fuerzas militares como ha ocurrido en Haití o en Indonesia.

México —según esto— cree más en la cooperación internacional y menos en la “venganza-muerte-mundial”, como convoca el gobierno de Estados Unidos, impulsado no por el Partido Demócrata, sino por las fuerzas del militarismo americano, fuerza dominante en la vida política de ese país.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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