Anteayer y ayer no se habló sino de él, de sus anuncios, de sus logros, de sus reformas. Una sola cosa no hay en la actual política mexicana: los arcos triunfales, el papel picado y la caballería del Colegio Militar.
Quienes quieren hallar en la exclusión del Presidente en la ceremonia de apertura de las sesiones del Congreso, una evidencia de nuestra evolución democrática, nada más, ven el asunto de manera parcial.
La exageración del culto personal al Presidente cuando debió haber sido el Informe un acto de humildad republicana y de sumisión ante la soberanía del Congreso, no justifica la ruptura simbólica.
A fin de cuentas el Presidente sigue presente en la ceremonia así sea por interpósita persona, en este caso su secretario de Gobernación, quien lleva el documento formal sobre el estado de la nación, solamente para dar paso a la otra comparecencia, al día siguiente, frente a los otros poderes, muy señaladamente los más fácticos entre los fácticos.
El asunto es muy sencillo: el Congreso abdicó en lugar de transformar. Ya vendrán los teóricos del parlamentarismo a decirnos si un intercambio de ideas —no un paredón virtual—, durante la ceremonia de presentación del estado nacional es o no conveniente a la naturaleza misma del sistema, pero si ya se cambió una vez se podría cambiar muchas más.
Mientras tanto el Presidente sigue estando ahí, invisible en las voces de quienes usan el posicionamiento de los grupos parlamentarios para alabarlo o denostarlo, pero la figura central del sistema solar de la política mexicana es el Presidente. Por eso anteayer y ayer no se habló sino de él, de sus anuncios, de sus logros, de sus reformas. Una sola cosa no hay en la actual política mexicana: los arcos triunfales, el papel picado y la caballería del Colegio Militar.
Lo demás es un cambio de Palacio: del Legislativo al Nacional.
TRANSPARENCIA
Durante las presentaciones de los partidos en San Lázaro todo era cotilleo, charla en los pasillos, entradas y salidas por las puertas giratorias del Salón de Sesiones. Diputados y Senadores indiferentes a las rebanadas de epopeya de los oradores.
Pero cuando llegó el turno final para Manlio Fabio Beltrones, presidente —además— de la Junta de Coordinación Política, tomaron asiento en el salón el silencio y la atención. Todos lo escucharon atentos.
Y como remate, Beltrones plantea los cinco puntos de una nueva forma de administración; lo cual refleja la importancia para el Partido Revolucionario Institucional de jugar en dos pistas.
Por una parte “combatir” a los plurinominales mediante una consulta para disminuir su número y torear frente a la porra (y de paso mostrar lo equívoco de la crítica y la mala imagen) y por la otra limpiar los demás aspectos de la mala fama del congreso: su desaseo administrativo.
Por eso Beltrones le encarga a Mauricio Farah, su hombre en la administración, un programa inmediato de cinco puntos para lograr transparencia y anular todos los señalamientos.
Y de paso se sigue exhibiendo como el más sagaz y completo de todos los diputados.
GRACEJO
Cuando Beltrones acaparaba aplausos de los suyos en la sesión del lunes, alguien dijo: acabamos el “Día del Presidente” para hacer el “Día de Manlio”.
rafael.cardona.sandoval@gmail.com