A veces uno se siente harto del juego de la política, de los bailes de los diputados, de las danzas de los millones, del deterioro de la casa común; de la figura presidencial, de las comisiones y sus malas calificaciones y entonces quiere escribir de otras cosas.

Uno conoce a veces la verdad de las cosas. Sabe por ejemplo, de manera muy clara la naturaleza de estas páginas. Esto es un periódico de amplitud informativa; hecho para decirle al público los acontecimientos importantes y en ocasiones, analizarlos y entrelazarlos en columnas como ésta. Me queda claro.

Pero en algunos días uno ya no quiere escribir sobre el luminoso y reformado destino de la patria.

O simplemente la tecla vagabundea y la imaginación divaga porque, ¿sabe usted?, los periodistas a veces sabemos pensar en otras cosas. En la vida, en las cosas ya hechas, las cosas por hacer y las cosas mal hechas; los desatinos, los aciertos y los errores.

Y si me permite le digo, a veces tenemos un poco de corazón, no sólo corazonadas para deducir, para suponer y buscar y husmear en el mundo político los secretos, los engaños. Somos, a fin de cuentas, como todos los demás. Aunque usted, no lo crea.

Y aquí propongo una definición: hay dos clases de personas en el mundo. Los cuerdos y los locos. Los primeros leen el diario. Los segundos los escriben.

Por eso hoy no quise escribir esto. Ojalá y le guste a alguien. Y si no, pues no.

MONTERROSIANAS

* Te querré toda mi vida, dijo, y cayó muerto al instante.

* Viviremos juntos hasta que la vida nos separe, se juraban de tumba a tumba.

* Resucitó, vio las mismas caras de antes y decidió mejor morir de nuevo.

* Siempre sufrió por su múltiple personalidad y mejor rompió el espejo.

* Me has engañado con otra, le reprochó. Él dijo; no,  me engañé con las dos.

* Cuando reconoció los defectos del hombre de su vida, ya no pudo cambiar de vida.

* Nadaba tan fuerte que sus brazadas empujaban el horizonte y él jamás avanzó.

* Estuvo a punto de morir y supo entonces lo horrible de estar vivo.

* Nunca le pidió perdón a nadie, ni a sí mismo; murió solo.

* Ya no te quiero, le dijo con un largo beso antes de escupir los trozos de su corazón herido.

* Fue la mujer de mis sueños, dijo el insomne.

* Para seguir soñando en ella prefirió morir dormido.

* Si me querías tanto, me hubieras dejado antes.

* Cuando resucitó, ella tampoco fue a su velorio.

* ¿Nunca me vas a dejar, verdad? dijo ella cuando tomó el último tren.

* Piensa en mí amor, le decía, mientras le hablaba al retrato.

* ¿Por qué hace periodismo político?, le preguntaron.

“Por que me regresa a la infancia”.

* ¿De veras la quiso tanto? Sí, de tanto en tacto.

* Su oculista dijo, todo esta bien. Él cerró los ojos y volvió a verla.

* Siempre quiso ser viudo pero ahora no es feliz en el cementerio. Su esposa le lleva flores.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta