El mensaje pronunciado por el presidente Enrique Peña Nieto en ocasión de promulgar las leyes secundarias en materia energética y con ello dar por concluido el ciclo reformista con el cual se inició su gobierno, se caracterizó por su sobriedad sin triunfalismo.

Obviamente el hombre estaba satisfecho: había logrado en 20 meses la imposible labor de otros durante tres sexenios o más y de paso le había dado una lección de política sagaz y comprometida a quien tenga la habilidad para entender la capacidad y el tacto para llevar adelante una idea mientras se atrae a los opositores, se compromete a los partidos, se desarman las conspiraciones y se lleva a buen puerto una serie de transformaciones sin dar espacio a los incendios de la inconformidad.

Se tejió fino, como dicen los viejos políticos. “Estamos haciendo encaje de bolillo”, decía Belisario Betancourt, ex presidente de Colombia.

La comparación de este logro político y legislativo (cuyo éxito no se podría haber dado sin la eficacia del binomio Beltrones-Gamboa nadando entre tiburones) es absolutamente necesaria. Cuando se firmó finalmente el Tratado de Libre Comercio, el ex presidente Carlos Salinas se tiró la puntada de ponerse a cantar el Himno Nacional en una rotunda cadena de radio y televisión.

Peña no cantó y seguramente no escuchó los cantos de las sirenas. Su discurso, breve y conciso, tuvo la contundencia de una obra concluida, pero de advertencias sensatas: falta aplicar lo legislativo en la vida diaria.

“…Lo que sigue en este proceso —dijo— es poner las reformas en acción; llevarlas de la ley a la práctica. Lograr que los cambios a la Constitución y a las leyes, se traduzcan en beneficios reales para todos.

“Poner las reformas en acción, es mejorar la calidad de la educación que reciben nuestros niños y jóvenes. Es atraer más inversiones y generar empleos mejor pagados; es aumentar el número de créditos para iniciar o ampliar un negocio.

“Poner las reformas en acción es asegurar que los servicios de telefonía, televisión e internet sean de mayor calidad y estén al alcance de más mexicanos. Es desarrollar grandes obras en las 32 entidades del país, incluyendo puertos, aeropuertos, carreteras y trenes de pasajeros entre ciudades.

“Poner las reformas en acción, es mejorar la calidad de vida de los mexicanos… es construir juntos, un nuevo México… un país que ofrezca a todos sus habitantes, por igual, las herramientas y oportunidades necesarias, para prosperar y escribir una nueva historia de éxito”.

En este sentido se debe advertir: las reformas no son sino un marco para sustituir un cerco.

También es importante ver cuál fue el papel del Pacto por México en todo este proceso y cómo al gobierno ahora sólo le queda administrar el cambio y perseguir la consolidación del poder. Podemos decir sin mucho riesgo de error: se acabó la (relativa) cohabitación, comienza la competencia política.

¿Ahora quién podrá detener a Peña y su proyecto político de larga duración?

Eso lo veremos en los siguientes cuatro años. Por ahora tiene las sienes fatigadas de guirnaldas.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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