Y la viborilla servirá de símbolo y recuerdo pues quizá haya ido escondida en el agua de un algún arreglo floral o un diputado santero la haya metido de contrabando para asustar o significar con su presencia la mal entraña de quienes o piensan como él.

-La verdad, siempre nos ganan en el debate. Pero pierden en las votaciones…

Así, con sencillez y sin jactancia, una diputada me comentaba la escenográfica función legislativo circense del la semana pasada cuando la izquierda o las izquierdas —o como se llame el amasijo de la derrotada postura frente a la aplanadora del cambio energético— llenó el salón de plenarias con arreglos florales propios de funeraria y cubrió la mesa del estrado presidencial con un paño negro y un crespón de luto.

Pero el momento estelar, ya se ha comentado, fue la aparición de una pequeña sierpe cuya ondulante presencia fue utilizada para todos los juegos verbales imaginables, fáciles por otra parte. Hablar de víboras en un recinto atiborrado de políticos, resulta a veces tautológico.

En México la serpiente es parte de nuestra identidad simbólica.

Vivimos en la evocación de una mitología fundacional en cuyos componentes se arrastra la víbora por el suelo y domina el águila por el cielo, como si fueron los elementos inconscientes de nuestro destino superior y la superación de las adversidades terrestres en reflejo del vuelo majestuoso del águila, aun cuando el ave mayor de la mitología haya sido el colibrí (Huitzilopochtli) y no la majestuosa reina de la montaña.

Hasta el día de hoy, ¿quién no se emociona con la vista fugaz de un instante convertido en pájaro; es decir, el vuelo del chupamirto, como le dicen en los pueblos al “huitzil”?

Pero digresiones ornitológicas aparte, las larguísimas sesiones tanto en el Senado como en San Lázaro, tras las cuales prácticamente se ha logrado engastar en la corona de las reformas la joya de la energía, fueron prolijas en muestras de ingenio contestatario.

A veces el ingenio no resultaba del todo feliz, pero al menos a las izquierdas no se les puede negar su creatividad. A veces es creación como de carpa, en otras como de teatro guiñol, pero ¿cómo olvidar ese cartelito orgulloso?, en el cual se cambió el principio físico sobre la perdurabilidad de la materia indestructible, pero siempre transformable, con la frase: “la energía no se crea ni se destruye sino sólo se privatiza”. Todo un hallazgo casi poético.

Y la viborilla servirá de símbolo y recuerdo pues quizá haya ido escondida en el agua de un algún arreglo floral o un diputado santero la haya metido de contrabando para asustar o significar con su presencia la mal entraña de quienes o piensan como él. Vaya usted a saber.

Pero por lo pronto —y sin relación alguna con el ofidio— nos venimos a enterar cómo cambian las cosas. Hace años Andrés López, el dueño de Morena, instó y logró el impago de los tabasqueños en los consumos de luz. Hoy ya no les ordena, “no paguen”; les dice “apaguen”.

Y entre apagar y no pagar hay una relativa diferencia. La misma de una conducta. Hay políticos de conducta vertical, otros de procederes en rectitud y algunos más de conducta “reptilinea”. Y no le digo ejemplos.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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