Como todos recordamos, la expropiación petrolera tuvo como fundamentos la desobediencia de las empresas hacia un laudo laboral de la Suprema Corte de Justicia. Los barones del petróleo habían construido, con maquillaje, un Estado dentro del Estado.

Algunos iletrados se han sorprendido por las palabras del gobernador de California, el señor Edmund Brown, quien ha sugerido a los mexicanos una severa legislación de mano dura para las inminentes inversiones petroleras, so pena de ver cómo las “hermanas” se almuerzan crudo al país. Advertencia inútil, si revisamos la historia y dejamos de lado la histeria.

Como todos recordamos, la expropiación petrolera tuvo como fundamentos la desobediencia de las empresas hacia un laudo laboral de la Suprema Corte de Justicia. Los barones del petróleo habían construido, con maquillaje, un Estado dentro del Estado. Dicho de otro modo, hacían cuanto a su interés conviniera en un país convertido en su “factory town”.

En lo personal, agradezco las palabras del gobernador Brown. Son un llamado de atención a tiempo. Y tienen un valor especial, pues vienen del corazón mismo del Imperio americano.

Sin embargo, hay otras palabras sobre las cuales yo me quisiera detener. Y también las quisiera compartir. Son parte del discurso del general Cárdenas en aquella importante fecha. Es un recordatorio de cómo se comportaban las empresas petroleras expropiadas para ventura de México (y no hay razón para suponer su transformación en los tiempos actuales). Recordemos.

“…Se ha dicho hasta el cansancio que la industria petrolera ha traído al país cuantiosos capitales para su fomento y desarrollo.

“Esta afirmación es exagerada. Las compañías petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios para su desarrollo y expansión; de franquicias aduanales; de exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de privilegio, unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho público, significan casi la totalidad del verdadero capital de que se habla.

“Riqueza potencial de la nación; trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos; privilegios económicos y tolerancia gubernamental, son los factores del auge de la industria del petróleo en México.

“Examinemos la obra social de las empresas: ¿En cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, una escuela o un centro social, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo, o una planta de luz, aunque fuera a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones?

“¿En cuál centro de actividad petrolífera, en cambio, no existe una policía privada destinada a salvaguardar intereses particulares, egoístas y algunas veces ilegales? De estas agrupaciones, autorizadas o no por el gobierno, hay muchas historias de atropellos, de abusos y de asesinatos siempre en beneficio de las empresas.

“¿Quién no sabe o no conoce la diferencia irritante que norma la construcción de los campamentos de las compañías? Confort para el personal extranjero; mediocridad, miseria e insalubridad para los nacionales. Refrigeración y protección contra insectos para los primeros; indiferencia y abandono, médico y medicinas siempre regateadas para los segundos; salarios inferiores y trabajos rudos y agotantes para los nuestros…”.

Y sólo queda preguntarse: ¿escucharemos a la historia?

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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