Tras la divulgación de los muy rentables anhelos empresariales de la diputada Purificación Carpinteyro no se sabe cuál de los dos extremos ha sido peor: si las torpes y casi lacrimógenas defensas de sus amigos en la radio y la prensa comprometidas (al menos con su amistad y afecto) o la capacidad nacional para desbaratar el árbol caído.
Y una vez más la generalizada situación colectiva: estamos todos indefensos ante el espionaje. No es legal, pero es eficaz y se hace público uso de él como si lo fuera. La diputada Carpinteyro lo ha perdido todo. O quizá no todo, nada más la credibilidad.
“La diputada perredista Purificación Carpinteyro (El financiero) descartó que exista un conflicto de interés en su trabajo legislativo referente a las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones, pues el negocio al que hace alusión una grabación difundida ayer en redes sociales no existe”.
Y de paso algo se ha probado: la adopción de figuras sin consistencia política por parte de los partidos, crea la peligrosa combinación entre el oportunismo (en este caso del PRD) y el fácil acomodo donde haya cobija, ya sea en los medios o el Poder Legislativo al amparo acomodaticio y termina negando la probando la inconveniencia coyuntural.
Colección de torpezas ha sido esta además de la insolencia del negocio planeado desde San Lázaro. A partir de hoy la maquinación dja de existir. El negocio no está hecho, le importa a “Puri”. Le faltaron dos con sal.
Y quizá hasta grotesca la invocación de inocencia de quien dibuja su futuro económico con el milagro de la lotería y se cubre con el ala del solitario combate al monopolio (¿no caería en esa definición el vendedor de la “banda ancha”?) y el aferramiento frustrado y efímero a un cargo en las comisiones legislativas cuya naturaleza se ha traicionado.
Hoy el hierro del espionaje cae sobre la cabeza de quien ayudó a defenestrar a Luis Téllez cuando era secretario de Comunicaciones y Transportes. Hoy Téllez está internado en el hospital víctima de un agudo ataque de hilaridad. Se está muriendo de risa.
Pero por encima de las bromas queda una reflexión importante: ¿hasta dónde la plena admisión de una conducta inapropiada (si bien no delictiva) logra inocencia plena? Trasladar los pecados a pecadores de similar categoría no es valor cívico, en “valor” cínico.
Hoy el Partido de la Revolución Democrática sufre las consecuencias de su oportunismo y Purificación la imposible labor implícita en su sacro nombre. A partir de hoy es integrante distinguida del club de los incendiarios; bonzos de la política, peces muertos por su propia boca así los locutores del estertor agónico la acompañen con el sahumerio de su dolor.