Amanece la luz de plata sobre el agua del mar nuestro de cada día en Veracruz engalanada y festiva del Sotavento a Barlovento (tanto cuna como puerta de la historia), con sus naves de guerra empavesadas de la proa a la popa con señales marineras de colores, con banderas, con la infantería impecable, con los ecos aún frescos del siglo transcurrido desde cuando los mexicanos defendieron el país a mano limpia frente a una escuadra temible e irracional mandada por Woodrow Wilson, en el doble juego de una hegemonía, aún vigente, cuyo disfraz de salvaguarda y defensa de una imaginaria “democracia”, no hizo sino unificar al pueblo en un repudio del cual todos deberíamos —siquiera hoy— participar. No importa, o precisamente por eso, si han pasado cien años.

Hoy no vemos surto cerca del muelle al “Ypíranga” cuya presencia en estas aguas señaló dos momentos: el primero cuando su proa cortó el mar, con Porfirio Díaz a bordo masticando su dolor de muelas y su temible advertencia contrarrevolucionaria: “…ya soltaron a la caballada, a ver ahora quien la encierra” y el segundo, cuando de vuelta a estas aguas fue atracado por los americanos en busca de armamento para los mexicanos.

“…Quince minutos antes de la invasión – dice Arturo Guevara Escobar—, un empleado de bajo nivel del consulado estadunidense en Veracruz notifica telefónicamente a la autoridad mexicana, pese a que la Convención de La Haya estipula que el anuncio oficial debe hacerse con antelación con un ultimátum por escrito, con claridad de términos o en caso extremo, mediante telegrama. La interpretación estadunidense indica que en caso de necesidad estratégica es válido el uso de la sorpresa. Como sea, no hay tiempo para resguardar a los civiles.

“A las 11:30 de la mañana del 21 de abril (misma hora en la cual se ha programado la ceremonia de esta mañana encabezada por el presidente Enrique Peña y el almirante secretario de Marina, Vidal Soberón), desembarcan 787 hombres entre marinos y soldados conocidos como ‘bluejackets’ por sus trajes azules. Descienden en una bahía y muelles ocupados con barcos comerciales de diferentes nacionalidades (como esos cuyas amarras han sido obligadas a otra zona portuaria para dejar espacio a los buques Papaloapan –convertido en graderío flotante- y Huasteco). No hubo declaración de guerra ni bloqueo naval oficial”.

“El invasor actúa con perfidia, sin arrojo ni honor militar, puesto que la permanencia de los buques norteamericanos dentro de la bahía y de las aguas territoriales mexicanas era un acto de ‘amistad’ por parte de los americanos”.

“A la una de la tarde el ‘Ypiranga’ llega a Veracruz sin haber sido notificado de la ocupación militar. Un oficial estadunidense sube al buque y le pide al capitán anclar y esperar, lo que viola de nuevo la Convención de ‘La Haya’, ahora en detrimento del imperio alemán”.

‘’Minutos después, Wilson y sus asesores reciben una enérgica protesta alemana y reflexionan las consecuencias. El 22 de abril liberarán al ‘Ypiranga’ junto con un ‘usted disculpe’. No se puede tratar igual al imperio alemán que a México’’.

En ese sentido vale la pena recordar algunas cosas cuya vigencia bastó como pretexto para la invasión. Todo comenzó en Tampico con un incidente menor en apariencia por el cual, los americanos extrajeron de su tradicional arcón de las culpas ajenas la defensa de los intereses de sus empresarios y negociantes. Y entre ellos, obviamente (Tamaulipas y Veracruz eran las principales zonas productoras) las compañías petroleras. Una vez más el petróleo como telón de fondo de las ambiciones estadunidenses.

Pero desde 1938 y quién sabe hasta cuándo, las empresas petroleras cuya codicia sostiene ejércitos y justifica invasiones (o lo hacía cuando era necesario), se han ido de México.

Hoy nos queda a los mexicanos el recuerdo de conmemorar el heroísmo pero útil sería darle un sentido de actualidad. No se requieren hoy tenientes de artillería como José Azueta con su arma emplazada en plena calle (muy cerca de la escuela naval; vecina de la actual calle Gómez Farías) en derribo de invasores hasta perecer en el empeño tras rechazar la ayuda médica de los doctores americanos en un último desplante de desinterés por la propia vida a favor y fervor de la patria. No; hoy otra debe ser la lucha.

SENADO

Ante el trabajo acumulado en el Congreso de la Unión, Emilio Gamboa le endosó a la mayoría de los 128 senadores la aprobación de las leyes secundarias que están pendientes. Eso quiere decir, si el PAN se arruga, las cosas saldrán sin ellos.

“El trabajo serio de los legisladores se refleja en el número involucrados en las comisiones para el análisis y dictamen de las diferentes reformas”, dijo.

elcristalazouno@hotmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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