Más allá de la formalidad declarada hace unas horas apenas, la quiebra de Mexicana se dio desde hace mucho tiempo frente a los impávidos ojos de quien debió evitarlo.
Obviamente la canallada de Gastón Azcárraga se pudo lograr sólo mediante la complicidad o al menos el disimulo del gobierno. Una vez más la condición de concesionario nos muestra la fragilidad del estado de Derecho tan proclamado como poco existente en casi todas las áreas de la actividad nacional.
Hoy suenan y resuenan las palabras del entonces secretario del Trabajo, Javier Lozano, quien orgulloso declaraba, ni un peso para el rescate de Mexicana, no vamos nosotros a pagar los platos rotos, vajilla de añicos por cuya existencia nadie hará nada para resarcir no sólo el derecho de los trabajadores sino la actividad misma de una compañía cuya condición añeja no fue óbice para el funeral más largo prolongado y triste del mundo aeronáutico.
El disimulo con el cual se dejaron caer las alas de la compañía más antigua del continente, es una verdadera vergüenza para este país. Nadie, ni en este gobierno ni mucho menos en el anterior tuvo la inteligencia para rescatar lo necesario y sí, todos, para favorecer a las nuevas compañías cuya pujanza se debe a la falta de competencia y a la inflación de los precios del transporte aéreo.
Resulta una paradoja; en tiempos de fomento a la competitividad, cuando todos los verbos se conjugan a favor de reformas para ampliar ofertas, servicios y mercados, el sector aeronáutico se desvanece por la quiebra de la principal empresa y la facilidad con la cual Aeroméxico, por otra pare, pasó a manos privadas con precios de cacahuate.
En ese sentido el diagnóstico del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, ofrecido ayer por la prensa es todo un monumento. ¿Monumento a qué? Decídalo el lector:
“(La Jornada) Las decisiones que llevaron a Mexicana de Aviación a la situación de quiebra en que fue declarada este viernes fueron tomadas en el sexenio de Felipe Calderón, aseguró Luis Videgaray, titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
“Explicó que a la actual administración le corresponde solamente atender las decisiones judiciales y la información provendrá, ahora, de las secretarías del Trabajo y Previsión Social (STPS) y de Comunicaciones y Transportes (SCT).
“La Secretaría de Hacienda en este y en cualquier otro asunto actuará en el marco de su competencia y conforme a las instrucciones del presidente de la República”, sostuvo.
“En el mismo sentido, la SCT señaló que el gobierno federal acatará puntualmente la resolución emitida por la juez que declaró en quiebra a las aerolíneas y sostuvo que el gobierno de la República expresa su absoluto respeto por el Poder Judicial de la Federación…”.
En estas condiciones los mexicanos superamos con mucho a los malayos: si allá se desaparece misteriosamente un avión cuyos rastros ni siquiera existen para los ojos de miles de satélites y vigilantes espaciales; chips, microchips y cajas negras, aquí se desaparece una empresa completa de aviación sin nadie para evitarlo, sin nadie para recuperar las cosas.
Hoy como de costumbre los trabajadores de todas las ramas de la empresa, los de tierra, los mecánicos, los boleteros y personal de tierra, los sobrecargos y los pilotos, siente cómo les cruje la mandíbula. Han sido burlados, despojados y lo peor de todo, ignorados en lo legítimo de sus demandas.
Pero no importa, nada más se trata de personas y ésas, para los fines de la helada contabilidad de la tecnocracia –en los negocios o en el gobierno (como si no fueran lo mismo)—, son simples insumos, semovientes como las edecanes de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre. Carne de cañón o carne de colchón, lo mismo da. La gente no vale nada.
************
Por segunda ocasión en pocos meses el Partido Revolucionario Institucional se deshace de un presidente estatal.
El primero, todos lo recordamos, fue Manuel Martínez Garrigós, en Morelos, acusado de malversación, “agandalle” y quien sabe cuántas cosas más. Por ninguna de ellas pagará más allá del descrédito y la humillación de haber sido expulsado.
El caso más reciente, ahora, es el de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre quien jamás debió haber llegado al sitio de donde hoy lo echan.
Fue necesario, en este caso, montar una denuncia radiofónica en la cual, las alcahuetas del señor ex diputado y ahora ex dirigente del PRI solicitan favores a cambio obviamente del dinero sisado al partido o a la organización de la pepena. Negocio redondo, satisfacción garantizada, diría el león.
Los indicios de la operación se hallan en este breve espacio:
“(A.N.) Priscila Martínez González, quien contactaba a mujeres para que sirvieran al líder del PRI capitalino, tenía 4 puestos dentro el partido…
…La señora se dedicaba a poner a diferentes mujeres, “sociables y atractivas”, al servicio de Cuauhtémoc Gutiérrez; a las jóvenes las instruía para atender al ‘jefe, con el fin de que pasaran a la oficina del priista y le preguntaran “¿se te ofrece algo?”.
“La enganchadora cobraba como representante del PRI ante el instituto electoral local, era consejera propietaria en el consejo político capitalino, también era comisionada dentro de la Comisión de Justicia del partido, y su puesto clave era “auxiliar administrativo”.
Éstos son los 4 puestos que tenía:
1.Forma parte de la representación del PRI ante el Instituto Electoral del Distrito Federal
2.Era consejera propietaria en el consejo político del PRI en el Distrito Federal
3.Es comisionada dentro de la comisión de justicia partidaria del PRI en el Distrito Federal
4. Auxiliar administrativo
“Lo anterior fue corroborado en los registros públicos del PRI difundidos en internet y actualizados hasta este 2014”.
“En audio (en poder de MVS), se le escucha a la propia Martínez decir: ‘Todo lo manejamos nosotras… Sandra es la coordinadora’”.
“En anuncios en internet, e incluso en ‘aviso oportuno’ de un periódico nacional, se solicitaban ‘edecanes AA y AAA’, ‘sociable y atractiva para trabajar en oficina de importante Ejecutivo’”.
“Otros anuncios buscaban mujeres de forma ‘urgente’, ‘sociables y atractivas’, ‘excelente ambiente de trabajo, de 8 mil a 14 mil, según actitudes’”.
Evidentemente la extensión judicial de este asunto será compleja y farragosa. Las mujeres cuya necesidad o ambición las llevó a caer en esta red de prostitución gradual, consentida o no, consciente o no, todavía no se arman de valor (o de conciencia) para denunciar los hechos.
Quizá no lo hagan pues para dar ese paso deberían aceptar su condición prostituida, lo cual no siempre es fácil. Ni siquiera cuando se recurre al justificatorio engaño.
En los últimos meses hemos visto cómo las mujeres explotadas en bares de table dance, lap dance y demás formas disimuladas para “el talón” (eufemismo esté además para ocultar la prostitución o llamarle de otro modo menos antiguo) acuden a la autoridad para denunciar a quienes han clausurado los negocios de su empleo; en lugar de actuar contra quienes las han enganchado y atado a la explotación sexual.
Incluso han invocado la falta de respeto a sus derechos humanos, pues en ciertas condiciones se puede confundir libertad con libertad para dejarse sacrificar. El “Síndrome de Estocolmo (forma siquiátrica de llamar a la dependencia, dentro y fuera del matrimonio, diría el mal humorista) ahora ha devenido en Derecho Humano.
Pero como éste es un caso político, no humanitario, las cosas no pasarán de ahí.
César Camacho, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, deberá hallar rápidamente la solución a un partido desmantelado en el DF y ahora descabezado tras las peores evidencias posibles: encubrir una red de prostitución, no importa su tamaño o extensión o si las agraviadas resultan quejosas.
Además de la reorganización interna, de la formación de cuadros y de la organización territorial, el partido en el poder federal deberá ganarse la confianza ciudadana: no son estas las mejores credenciales para un PRI cuya intención es recuperar la ciudad de México en los tiempos de la división de la izquierda y la penuria del Partido de la Revolución Democrática en manos casi exclusivamente, en la capital, de René Bejarano, si quisiéramos seguir hablando de buenas famas asociadas con el trabajo político.
Y del PAN; mejor no hablamos.