La noticia llegó como suele suceder en estos casos, sin los arrebatos escandalosos de las primeras planas. Era apenas un mensaje proveniente de las lejanísimas Islas Marshall, un piélago olvidado en la negrura oceánica de la micronesia; confeti de piedras derramado sobre las aguas del Pacífico austral.
— (Reuters) Un mexicano apareció en una pequeña isla del Pacífico a más de 12,500 kilómetros de distancia de la República Mexicana.
“Dos pobladores pasaban por un atolón perteneciente al archipiélago de las Islas Marshall, vieron una lancha volteada, de apenas 7 metros de longitud, sospecharon que algo no estaba bien, se acercaron y se encontraron con una historia parecida a la de la película “Life of Pi”.
“Adentro de la lancha había un hombre demacrado, con el pelo largo, con barba y vestido sólo con calzoncillos, que aseguró ser mexicano, llamarse José Iván, y haber naufragado en el Pacífico por más de 16 meses, según reportó el diario británico The Guardian.
“El mexicano dijo a quienes lo encontraron que había salido de México en septiembre de 2012 y que buscaba llegar a El Salvador, y que tenía un compañero de viaje que había muerto en el mar durante el naufragio; la lancha de 24 pies, tenía los motores averiados”.
No se requieren demasiadas luces para darse cuenta del camelo náutico: nadie puede sobrevivir un año y medio en condiciones de abandono dentro de una lancha, alimentado sólo por la habilidad personal de capturar tortugas con las manos o descuartizar peces voladores o hacerse personaje de película fantástica. Ahora resulta; todos somos “Pi”.
Quizá la proclividad por estas noticias provenga (al menos para los periodistas de mi generación) del prodigioso trabajo de Gabriel García Márquez , quien con su relato de un náufrago “…que estuvo diez días a la deriva en una balsa sin comer ni beber, que fue proclamado héroe de la patria, besado por las reinas de la belleza y hecho rico por la publicidad, y luego aborrecido por el gobierno y olvidado para siempre. que estuvo diez días a la deriva”, recreó un género hace muchos años practicado por Daniel Defoe (Robinson Crusoe) y hasta Julio Verne con sus historias del Pacífico.
Pero muchas veces el increíble caso se utiliza como recurso de propaganda. En los tiempos de la cultura nacional de la superación, promovida hasta el hartazgo por el entonces presidente Vicente Fox y su impresentable esposa Martha, en la peor versión de una reina de caricatura en el País de las Maravillas, se inventó este otro rollo, dicen algunos surgido de la sesera de Ramón Muñoz.
“(AP).- 16.82006.- Tres pescadores mexicanos que afirmaron haberse lanzado al mar en octubre desde San Blas, en la costa del océano Pacífico, fueron rescatados por un buque cerca de las Islas Marshall después de una odisea de nueve meses a la deriva, durante la cual comieron pescado crudo y leyeron la Biblia. No hubo confirmación independiente de la fecha en la que los hombre zarparon de San Blas y las llamadas a autoridades portuarias nunca fueron respondidas.
“Sin embargo, la agencia estatal Notimex entrevistó a familiares de los pescadores, quienes dijeron que sólo estuvieron ausentes durante tres meses.
“En una entrevista telefónica desde Majuro, en las Islas Marshall, Eugene Muller, gerente de la empresa naviera Koo´s Fishing Co., dijo que una lancha de la empresa «Koo´s 102» había recogido a los tres hombres el 9 de agosto cerca de las islas, a una distancia de 7200 kilómetros desde el punto que habían zarpado en México.
“Muller dijo que los hombres estaban descansados y en proceso de recuperación, y que una de las naves Koo´s los llevaría a Majuro dentro de unos días, cuando el buque tiene previsto zarpar.
“Una lección de esperanza.
«Comíamos gaviotas, pescado crudo porque no había lumbre, no había nada», relató uno de los sobrevivientes, Jesús Vidana, de 27 años, en declaraciones al noticiero de Televisa en una conexión telefónico con el sistema de comunicaciones del buque. «Nunca perdimos la esperanza, porque hay un Dios allá arriba».
Obviamente los náufragos invocaron al altísimo y dijeron haber sobrevivido gracias a la sistemática lectura de la Biblia, lo cual suena todavía más truculento. Cuánta oportunidad de llevar a bordo un ejemplar de las Sagradas Escrituras en medio del naufragio.
Pero en realidad las historias de náufragos nos llaman la atención quizá por su simbolismo. Rota la nave por donde discurrimos la navegación de la vida un día sí y otro también, ; es decir, embestida nuestra historia por los obstáculos de la existencia, en ocasiones nos sentimos solos y perdidos en una inmensidad absoluta.
Quisiéramos entonces, como dice Flaubert, conmover a las estrellas con nuestras palabras y no logramos sino el torpe bailoteo de un oso cuando golpean una cacerola.
Quisiéramos el parpadeo de la dicha así fuera tan fugaz como el vuelo de una mariposa o tan leve como el aire de un colibrí flotando entre las flores. Y lanzamos día con día una botella al mar, con la esperanza secreta de que alguien reciba el correo. Y lea nuestra carta de auxilio.
Por lo pronto ya las cosas comienzan a aclarase, el náufrago de estos días, el mexicano resistente al sol, el hambre y la salobre agresividad del mar, es salvadoreño. Y así se irá destejiendo todo el rollo.