“… el cronista Jon Lee Anderson (La Jornada), pluma en The New Yorker, dice que ese aparatejo pone a la gente “en trance”, como en su tiempo la televisión. “Pero tener un iPhone no te hace periodista”.

Hace muchos años deseché la “gran prensa” americana como fuente de certeza absoluta. El último periodista del New York Times –por ejemplo, nada más—, con quien hubiera querido trabajar, fue echado de esa redacción hace algunos años tras recibir un premio Pulitzer por varios reportajes inventados. Su capacidad de engañar a lectores, jurados, sinodales y compañeros lo hizo (a mis ojos) un tipo fuera de serie. Se llama Jason Blair.

Pero hay otro reportero (New Yorker) cuya fama lo lleva a estadios de admiración por parte de quienes lo siguen no sólo por su trabajo en sí, sino por su inserción en la nueva corriente de la prensa estadunidense. Digamos el nuevo “New Journalism”.

Se llama Jon Lee Andersen y vino a México para participar en el seminario “El estado del periodismo y los medios” y sus palabras no deberían ser desperdiciadas por todos aquellos cuya inexperiencia los ha llevado a confundir desarrollo tecnológico, velocidad de conexión, inmediatez de los mensajes, con periodismo o, lo peor, con comunicación.

Andersen les hace el favor de abrirles los ojos a quienes los tiene cerrados por la fascinación de sus posibilidades tuiteras y por confundir la cháchara trivial con el ejercicio profesional en el manejo de la información. Ya no digamos de la creación, utilización, dispersión o manipulación informativa. Ese es otro estadio a cuyos muelles ni siquiera sueñan con llegar.

“…el cronista Jon Lee Anderson (La Jornada), pluma en The New Yorker, dice que ese aparatejo pone a la gente “en trance”, como en su tiempo la televisión. “Pero tener un iPhone no te hace periodista”, agrega, y se lanza con la truculenta historia de los jóvenes que estaban de paseo en la primavera de Egipto, que captaron imágenes que dieron la vuelta al mundo para luego, emocionados, seguirse a Libia, donde les tocó una guerra de verdad, con alto costo de muertos y secuestrados. El “smartphone”, vaya, no les dio la formación ni la experiencia para moverse en un conflicto de verdad…”.

Pero donde Andersen luce en verdad es en su puntería sobre el activismo informativo y el espionaje disfrazado de gran cruzada por la dignidad de los pueblos. Pura “bullshit”.

“Le incomodan sus figuras: uno (Julian Assange) asilado de un gobierno que es por lo menos controversial en materia de libertad de expresión (Ecuador); otro (Snowden), en el santuario de Putin, cuyo gobierno no sólo reprime, sino mata periodistas; y uno más que vive en Brasil (Greenwald).

“Héroe para muchos, para Anderson el ex analista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) no es sino un espía que ha cambiado de bando.

“El cronista de The New Yorker deja en otro costal los abusos de la NSA y se despacha incluso contra Google y Facebook, que entran en nuestras vidas de modo aparentemente inocente. Ya en esa ruta, es particularmente crítico con otra red social, Twitter, una torre de Babel que lleva el debate a su nivel más bajo.

“Si aquí alguien comienza a gritarme probablemente lo saquen a patadas, o por lo menos rápidamente, pero en Twitter no hay quien lo saque”.

Ése es otro peligro, la impunidad de las redes cuyos mayores alimentos son el insulto, la imprecisión, la calumnia y muchas veces la bajeza anónima.

Pero en el manejo de la información se cometen demasiados crímenes y nadie los denuncia, como el caso de la niña supuestamente sucesora de Steve Jobs, como si tal asunto fuera posible más allá de un encabezado medianamente llamativo:

Hoy el tema de moda en el ramo de los prodigios mexicanos es la niña “Steve Jobs”  (dice Sergio Lara en Hoy Tamaulipas) a quien ya se le conoce más por aparecer en el programa de “la señorita Laura” del que salió con “grandiosos apoyos” que simplemente son una burla para la dignidad e intelecto de la joven promesa, pero en este entorno precario de oportunidades ya tan si quiera alguien le dio algo por obtener el primer lugar en la tan cuestionada prueba ENLACE, junto con otros 8 compañeros que no han sido siquiera reconocidos. No dudo que escriban un capítulo de la Rosa de Guadalupe contando la historia del profesor Sergio y Paloma Noyola”.

MIGUEL

Y si ya Andersen habla de las especies en extinción, en esta ciudad vive y trabaja, desde hace casi medio siglo (poco más, poco menos) el jurásico Miguel Reyes Razo, cuyo nombre será impuesto mañana a la sala de entrevistas de la Cámara de Diputados.

Quienes hemos compartido con él andanzas por medio mundo y hemos gastado los codos en cientos de barras a lo largo y ancho del planeta estamos muy contentos por ese reconocimiento, aunque dada su condición de “Embajador”, Miguel se merece darle nombre por lo menos a un aula en el Instituto Matías Romero. Pero éste es un bello comienzo.

BELISARIO

El otorgamiento de la presea cívica Belisario Domínguez a Manuel Gómez Morín solamente habla de la anemia del Partido Acción Nacional. Discutieron horas y horas frente a un panteón. No hallaron uno solo de ellos, ni en el resto del país, digno de tan devaluada medalla. ¡Ah! Pero con cuanta solemnidad lo anunció y celebró ayer el senador Roberto Gil. Como si su fundador lo estuviera oyendo.

Lujambio, Clouthier; no mejor un señor muerto hace casi medio siglo. La distinción les será entregada a sus familiares el 5 de noviembre. Muy cerca del día de difuntos.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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