La fracasada cumbre de los países Iberoamericanos bajo el raído manto de la corona española en Panamá. Muestra varias cosas asaz interesantes.
La primera, cuán poco les duró el gusto a los hispanos e hispanófilos en la tardía y pretendidamente interminable celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, de donde provienen estas reuniones cimeras de la Madre Patria con sus maltrechas hijas (y la sobrinita portuguesa) gracias a la sagacidad de Carlos Salinas quien quiso mediante esa alianza anual compensar la orientación gringófila del Tratado de Libre Comercio y la admiración neocolonial por la ejemplar transición de la España franquista a la efímera (no lo sabíamos entonces) primavera de la modernidad globalizada.
Hoy la monarquía española tiene el rostro de toda la historia de Borbones y Austrias, por no decir más; la corrupción. Los miembros de la Casa Real son una pícaros de siete suelas, todos ellos, así la revista Hola! nos los presente como buenas personas sentimentalmente proclives a la bondad y las buenas causas.
Y del “milagro español”, mejor ni hablamos. De no ser por el “unto de México” y otras naciones de la región donde sus negocios de banca abusiva persisten, no tendrían una “perra gorda” para pasar el invierno.
Las reuniones ahora despreciadas por potencias como Uruguay, Venezuela, Ecuador o Bolivia, jamás sirvieron para nada como no fuera el aliento palaciego de algunos negocios privados. En lo político, el alineamiento con el esplendor español, la malograda nostalgia por un Imperio donde el sol no se ocultaba, jamás dio frutos.
La democracia española se ensució con los negocios turbios de la Corona, los socialistas y el Partido Popular. Todos quedaron con los dedos en la puerta. El gobierno actual, el de Mariano Rajoy es de carpa.
Quizá a lo largo de los años el único ganancioso (en lo geopolítico) con una de estas cumbres fue Fidel Castro quien los llevó a La Habana para desmontar de golpe dos mitos en torno de su prolongado gobierno. El primero, es posible reunirnos, les dijo, sin la presencia de los Estados Unidos. Aquí esta la América toda, sin Canadá ni los yanquis.
Y el segundo, el mito de la legitimidad política sólo y nada más cuando proviene de un sistema electoral por voto directo, universal y secreto.
–Aquí los únicos sobrevivientes de la primera reunión –le dijo a Juan Carlos de Borbón–, somos tu y yo, Juan Carlos. ¿Tu dirás cuando convocamos a elecciones tu y yo? En esa ocasión el monarca se quedó en silencio. No le pudo decir a Fidel, como tiempo después a Hugo Chávez, ¿por qué no te callas?
Por lo demás vale la pena ver cómo la arrogancia española se niega a reconocer su parte en el desairado concilio. Vea usted esta nota de “El país»:
“La comunidad iberoamericana sale malherida de la cumbre de Panamá. El presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, deberá echar toda la carne en el asador para reanimar el año que viene en Veracruz a una organización que agoniza entre la indiferencia de muchos de sus socios.
“En lo único en que se han puesto fácilmente de acuerdo es en que las cumbres de jefe de Estado y Gobierno se reúnan cada dos años a partir de 2014, en vez de anualmente como hasta ahora. Es decir, verse menos.
“Más de la mitad de los mandatarios faltaron a la cita de Panamá, igual que hace dos años en Asunción (Paraguay). Ya se contaba con la ausencia de algunos por motivos de salud —el Rey (España), Cristina Fernández (Argentina) o José Mújica (Uruguay)— y con el escaso interés de los miembros del ALBA —Nicolás Maduro (Venezuela), Raúl Castro (Cuba), Rafael Correa (Ecuador), Evo Morales (Bolivia) y Daniel Ortega (Nicaragua)— y de la brasileña Dilma Rousseff. Pero ni siquiera respondieron algunos miembros de la Alianza del Pacífico —Sebastián Piñera (Chile) y Ollanta Humala (Perú)— e incluso se descolgó el centroamericano Otto Pérez Molina (Guatemala). 12 jefes de Estado de 22”.
Y México, bueno pues México recoge la chancla y se empeña en organizar algo declaradamente inconsistente, costoso, innecesario y además sin sentido, para lo cual se apresta a usar un foro internacional (por endeble como sea) para promover su agenda interna.
A QUIEN CORRESPONDA
Nomás eso le faltó decir a Emilio Gamboa, coordinador de los senadores priístas con esta respuesta. Te lo digo Juan:
“El único compromiso de la fracción parlamentaria es con los mexicanos y con las reformas transformadoras que ha enviado el Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, con nadie más”.
–¿Entendiste?
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