A fin de cuentas nada tiene de extraño una ciudad secuestrada en un país donde cada año más 100 personas son privadas anualmente de su libertad.
Los datos sobre secuestro en México son suficientes para cuestionar, seriamente, la viabilidad social de nuestro pañis. Ya no estamos en el ocioso análisis sobre si este es o no un Estado fallido. Es al menos un Estado tullido, cuya capacidad de proteger a los habitantes del territorio (el otro componente del Estado) es altamente insuficiente.
Quizá hemos llegado del concepto de estado fallido al de país fallido. En todos los casos de delito hay siempre un común denominador: la policía protectora, actora, interventora, protectora o como mejor haya preferido participar en el enorme negocio de la violencia contra las personas, de la manera más ruin posible: el secuestro.
En la estéril discusión sobre si en la ciudad de México hay o no crimen organizado, basta saber de la presencia policiaca en el delito para darnos cuenta de hasta donde los criminales conocen el orden y la disciplina y las fuerzas de seguridad no lo saben.
El otro delito, el de secuestrar a la ciudad, se comete a la luz del día, en forma tumultuaria y sin sanciones de ninguna especie. ¿El mundo al revés.? No, no sea reaccionario. Se llama “democracia”.
Si no conoce usted los datos del INEGI, le reproduzco esta información:
“Un total de 105 mil 682 secuestros y 4 mil 7 desapariciones forzadas fueron cometidos en 2012, según estimaciones del INEGI con base en la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Pública (Envipe) 2013.
“De acuerdo con los datos hechos públicos hoy (1 de octubre), 21 millones 603 mil 990 personas fueron víctimas de algún delito durante el año pasado, lo que equivale a una tasa de 27 mil 337 víctimas por cada 100 mil habitantes.
“La Envipe, señaló el INEGI, estima que durante 2012 se generaron 27 millones 769 mil delitos, lo que implica 1.3 delitos por víctima.
“En cuanto a la cifra negra, el INEGI afirmó que el nivel de delitos no denunciados o que no derivaron en una averiguación previa en el País fue de 92.1 por ciento, una cifra similar a la de los años 2010 y 2011.
“De acuerdo con la encuesta, en 61.9 por ciento de los casos, las víctimas no denunciaron por causas atribuibles a la autoridad, como considerar la denuncia una pérdida de tiempo o tener desconfianza hacia las autoridades.
“La encuesta, realizada entre el 4 de marzo y el 26 de abril de este año, revela que la mayoría de la población, 57.8 por ciento, considera el tema de la seguridad como su principal preocupación, seguido del desempleo, con 46.5, y la pobreza, con 33.7 puntos porcentuales.
“El instituto registró que un 72.3 por ciento de la población percibe inseguridad en su entidad federativa.
“El INEGI cifró en 215.2 mil millones de pesos, el 1.34 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) el costo nacional estimado a consecuencia de la inseguridad y el delito.”
JOAQUÍN
Mañana en el Club de Industriales habrá una reunión cuyo contenido yo me atrevería a llamar sentimental. Muchas personas se sienten contentas de ver los primeros 45 años de carrera profesional de Joaquín López Dóriga, quien es hoy el periodista más conocido de México, tanto en la radio como en la TV. Además, como muchos de justos, tiene la extraña manía de escribir una columna política, cuya idea se sostiene en dos frases impresas en la invitación a su fiesta:
“De vuelta al México real” y “Más vale perder una nota que ganar un rumor”.
La historia de su “bautizo” en la redacción está ligada íntimamente por el 2 de octubre, pues a raíz de esa cobertura –él lo ha contado cientos de veces–, logró su primera plaza en un diario ya desaparecido, “El Heraldo de México”.
Muchas cosas podría yo escribir de JLD en cuanto a los hechos comunes de los últimos cuarenta y tantos años. Fuimos compañeros en la fuente del Aeropuerto Internacional cuando aún había aviones de hélice y televisión es en blanco y negro. Trabajamos en Telesistema Mexicano y luego en Televisa. Fuimos discípulos de Jacobo Zabludovsky y viajamos en las mismas comitivas de prensa durante años y años.
Obviamente entre los dos, hay muchas historias de las cuales sí quiero acordarme, pero no publicarlas. A final de cuentas, hasta los periodistas tenemos reserva en algunas cosas de nuestra vida.
Por lo pronto, Joaquín, adelante con los faroles, como se dice en el lenguaje castizo. Todavía queda mucho tramo por delante y muchas vueltas le faltan a la silla.