El viaje recientemente comenzado por el Papa Francisco a Brasil debe tener alguna importancia estratégica para la Santa Sede.

Algunos especialistas dicen con animoso optimismo sobre la condición de ese país, el más grande y poblado de Iberoamérica, como reserva natural de la fe católica y como potencial fuente de afianzamiento de la Iglesia en el Nuevo Mundo. Y eso dicen de Brasil como en otras ocasiones lo dijeron de México. “Semper fidelis”. Vaya pues.

Pero la realidad económica y política no camina de la mano de fe. Quizá esta haga más soportable nuestro paso por este valle de lágrimas, pero no nos saca del llano ni nos quita el llanto. La llegada del Papa a Brasil permitirá un enfoque insuperable para la voz de los quejosos quienes con sus multitudinarias marchas nos recordaron a todos en el mundo, cuántos motivos hay para quejarse, ya sea frente al altar o el estadio.

El grupo de activistas cibernéticos, “Anonymous” ha sido uno de los más agresivos en su convocatoria a la toma callejera y de las redes sociales. Vea usted cuánta animosidad:

“El grupo ‘Anonymous’ ha utilizado Facebook para convocar a una manifestación de protestas contra Jorge Bergoglio – conocido como «Papa Francisco» para los católicos – y la próxima Jornada Mundial de juventud (WYD por sus siglas en Ingles). El grupo expone el gasto que esta visita le costará al Brasil para este evento católico la semana que viene.

“La filial local del grupo global “hacktivista” ‘Anonymous’ invita a los brasileros a una manifestación de protesta durante la reunión entre Francisco y la Presidenta brasileña Dilma Roussef…

“El Pontífice – líder de la organización más criminal que ha existido (dicen ellos), llega a Brasil el lunes para su visita que durará una semana para el día de la juventud (WYD), un festival para los jóvenes católicos la cual espera atraer a 1,5 millones de católicos que están todavía bajo su brujería y engaño”.

Pero más allá de estos denuestos hay un hecho real. Demasiado real: la inconformidad cuyas movilizaciones han colmado la pasividad popular y le han puesto muchos cascabeles al gato legendario de una envidiable prosperidad brasileña. El país del futuro, como le han llamado algunos optimistas incurables, no logra desprenderse del subdesarrollo de su pasado.

Pero al menos ya no se dejan engañar ni por Pelé, ni por el Papa.

En ese sentido hace unos días se publicó una explicación muy racional y muy bien fundamentada en torno de la gran decepción, como le podríamos llamar en muchas partes del mundo, México incluido, a nuestro tiempo. Son ideas del Presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kin, quien por el solo cargo debe saber y entender mucho de la vida real. Por encima de la mayoría de los mortales.

“…Si nos fijamos en Brasil, vamos a un tercer punto: hay que cumplir.
Una vez que se hace todo lo que acabo de señalar (políticas públicas), hay que concentrarse en la ejecución. En todo el mundo, a medida que la gente escapa de la pobreza, empieza a decir:

“Quiero atención sanitaria, educación para mis hijos, quiero una educación superior que me prepare para el mercado laboral…”.

“Muchos Gobiernos creen que, una vez que están claras las políticas, la ejecución se hace sola. Por eso desde el Banco hablamos de la ciencia, de hacer realidad las promesas, de proporcionar resultados. En todos los países me plantean siempre lo mismo:

“Nuestro problema son los resultados”. Lo que ha pasado en Brasil pasa y pasará en muchas partes del mundo, a no ser que se logren mejores logros en los servicios. Esa es nuestra tarea: ayudar a los países a ordenar la base macroeconómica, a que ofrezcan panoramas atractivos para la inversión y a cumplir los compromisos que asumen con los ciudadanos.

–¿Cómo se hace eso?, le preguntan

“En sanidad, en educación, hemos estado viviendo en un mundo de fantasía en el que creemos que las cosas se hacen por sí solas. No hemos sido serios; no es así. Hablamos de ciencia porque hay que construir un enfoque científico que se ocupe de garantizar cómo se ejecutan los compromisos”.

–¿Cómo ejecutar los compromisos? Esa es la única clave y esa debe ser la única verdad. Hacer, ejecutar. Lo demás, es como dice Yong Kin, un viaje por el mundo de la fantasía política… o de la fe.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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