Mucho me habría gustado estar ahí el viernes anterior. En verdad.
Conocí la sala de prensa de la Casa Blanca en mis tiempos de frecuente enviado especial a Washington. No tiene nada de extraordinario (o no lo tenía entonces); excepto ser un lugar donde se anunciaban hechos extraordinarios en voz de personas fuera de lo ordinario. Por lo demás, un salón incómodo, mediocremente iluminado, excepto en el podio donde el sello presidencial o el logotipo de la Casa Blanca superan en voltaje a cualquier lámpara.
Ahí conocí a legendarios reporteros como Ary Moleón, de la Associated Press, Helen Thomas, de la UPI (de cuya muerte me entero mientras escribo estas líneas) y otros más cuyos nombres ahora no vienen al caso. Lo importante es reflexionar y aprender sobre lo ocurrido hace unos días en ese salón.
De acuerdo con las crónicas (y escojo la de AP) el Presidente Obama acudió al santuario de los reporteros, sin aviso ni agenda previa e hizo impresionantes comentarios sobre el caso Trayvon Martin, un joven negro cuya vida fue cortada a tiros por un vigilante mestizo de origen peruano.
Dice el despacho:
“El presidente Barack Obama habló sobre el caso de Trayvon Martin desde un punto de vista muy personal el viernes, diciéndole a los estadounidenses que el adolescente asesinado «podría haber sido yo hace 35 años» y exhortándolos a hacer un examen de conciencia sobre sus actitudes respecto a la raza.
“El primer presidente negro de la nación dijo que ésta necesita encontrar maneras de seguir adelante después de la muerte a tiros de Martin y el subsecuente juicio en Florida. Y agregó que tal vez sea tiempo de analizar con detenimiento las leyes de autodefensa que permiten el uso de la fuerza y que autorizan al individuo agredido a permanecer en el lugar y defenderse, cuestionando si éstas contribuyen «al tipo de paz, seguridad y orden que quisiéramos ver».
«¿A dónde llevamos esto?», se preguntó Obama en voz alta durante una presentación no programada en la sala de sesiones informativas de la Casa Blanca. «¿Cómo aprender lecciones de esto y avanzar hacia una dirección positiva?»
“Son sus primeros comentarios extensos sobre el caso de Martin desde que el ex vigilante vecinal George Zimmerman fue absuelto el pasado fin de semana de cargos de asesinato en segundo grado y homicidio imprudencial por la muerte de Martin el año pasado. El jurado determinó que Zimmerman, que se identifica como hispano, actuó en defensa propia cuando disparó al joven desarmado de raza negra.
“Obama dijo que, a medida que el público asimila el veredicto, es importante poner en contexto la reacción de dolor y enojo de muchos afroestadounidenses. Es comprensible que haya protestas y manifestaciones, afirmó, y agregó que «algo de ello tendrá que desfogarse, siempre y cuando siga siendo sin violencia».
«Es importante reconocer que la comunidad afroestadounidense está viendo este tema a través de una serie de experiencias y una historia que no desaparece», explicó.
“El presidente dijo que los hombres afroestadounidenses son blanco de desconfianza: en ocasiones son seguidos de cerca cuando compran en tiendas departamentales, pueden atraer miradas nerviosas en elevadores y (se puede) escuchar a la gente aplicar las cerraduras de sus automóviles cuando ellos caminan por la calle, experiencias que él mismo sintió antes de convertirse en una figura pública muy conocida.
Más allá de la interesante reflexión sobre la persistencia de los prejuicios en una sociedad, a pesar de todo, racista y excluyente como la norteamericana (y como la mexicana y muchas más, yo diría) la actitud de Obama nos ofrece una lección impresionante sobre el uso de los medios.
Cualquiera con interés en el fenómeno de la comunicación masiva podrá encontrar aquí varios elementos instructivos, muy instructivos para quienes a ello se dedican.
La primera lección se sintetiza en una frase: usar a los medios; no dejarse usar por ellos. Ojalá reflexionaran en esto nuestros políticos a quienes los conductores de la radio los dejan eternidades esperando (en carrusel) la conclusión de los comerciales, y ellos, sumisos y temerosos, como si nada.
La segunda clase: asumir una postura con claridad. Ser directo, ser preciso, no titubear en la pantanosa invocación de la legalidad o cualquier otro distractor (la Constitución, la corrección política, etc). Decir, estoy de este lado y punto. Pienso así y punto. Obama no impugnó ni el veredicto ni al sistema de justicia («una vez que el jurado ha hablado, así es como funciona nuestro sistema», dijo), simplemente explicó cuáles son los resortes socialmente equivocados.
La tercera enseñanza, quizá la más importante es la definición de las jerarquías.
Acudo al salón de los periodistas de la Casa Blanca. Sí, pero yo vivo en la Casa Blanca y represento todo cuanto ella significa y simboliza en los Estados Unidos. Y digo cuanto debo decir sin sordina ni red protectora. No vengo a escuchar preguntas, vengo a ofrece respuestas, ideas para la reflexión.
Estas tres lecciones nos llevan a una conclusión: el fenómeno de la comunicación es absolutamente distinto del asunto informativo. Es una cuestión humana profunda y poco frecuente. Es cuando se habla de temas de interés general, pero se logra mover emocionalmente a quienes escuchan. Cuando el tema se hace común, cuando se comunica; se hace de todos y para todos, no importa si hay o no acuerdo posterior.
Por eso es importante la palabra presidencial. Y por eso no debería abusarse de ella hasta para cosas sin mérito ni trascendencia. Cosas poco comunitarias y sí bastante comunes (y a veces corrientes).
Un presidente debe hablar cuando su mensaje no puede ser dicho por nadie más. Así de simple y así de misterioso.
Cuando se anuncia algo intrascendente para todos (así sea importante para algunos), lo pueden hacer sus secretarios, sus colaboradores o quien sea. Pero cuando hay una definición de interés común y de naturaleza colectiva sólo su palabra marca un rumbo.
Y eso hizo Obama con enorme elegancia, sensibilidad y emoción.