En la historia del estado no había ocurrido nada así. El terrorismo desatado; un casino convertido en hornaza (agosto 2011), cincuenta personas muertas en Monterrey. El país en zozobra. La ciudad más moderna de la República Mexicana (quizá al parejo del Distrito Federal y en algunos puntos aun más), víctima de un atentado de esas dimensiones mostraba el declive de la orgullosa sociedad.
Después se supieron los maridajes entre casineros, cobradores de cuentas negras y políticos panistas, entre ellos hasta el Presidente Municipal. Pero ese es cuento aparte.
Los gobiernos del estado, unos más; otros menos, habían logrado un equilibrio entre las tensiones de una contradicción permanente: la convivencia formal entre las grandes fortunas generadas por la actividad industrial y financiera, y los enormes grupos sociales con aspiraciones clasemedieras, sin contar los proletarios, desposeídos y náufragos agrícolas. Y en medio de todo, un componente de la otra modernidad: la alternancia política en la conducción del Estado.
Nuevo León, como Baja California, Chihuahua y Sonora, son los estados norteños donde el Partido Revolucionario y Acción Nacional se han disputado y ejercido el poder. En algunos casos, como baja California, por un lapso prolongado de casi un cuarto de siglo para A.N.
En Nuevo León, Chihuahua y dentro de poco tiempo Sonora (si las cosas siguen como van), una vez fue suficiente para soplarle al jocoque. El caso de B.C., como se verá el domingo próximo, es enteramente distinto. El primer gobierno del PAN fue producto de una “concerta-ceción” y los demás del abandono del PRI. Ahora todo podría cambiar.
Pero el asunto no iba por ahí.
El tema debería ser la resurrección del trabajo de seguridad en Nuevo León. La conformación de una distinta estructura policiaca y el trabajo conjunto con la federación en el cual se han compartido funciones, pero no responsabilidades.
–“Simplemente lo hicimos al revés”, ha comentado el gobernador Rodrigo Medina quien ya no tiene el agua al cuello. Quizá ahora la tenga a los tobillos. O las rodillas, pero ha logrado revertir muchos de los indicadores delictivos y sus tendencias. Estos son datos levantados en el mes recientemente terminado.
Por ejemplo; el robo a casa-habitación tenía en el año 2011 una incidencia de mil 896 casos en agosto y 402 en mayo de este año. Una notable disminución, sobre todo si se compara con los 185 casos de Baja California en un lapso similar.
El robo a negocios registraba en agosto del mismo años 2011, 688 asaltos. Ahora se contabilizaron en promedio, 374 mensuales. El comparativo ofrece una comparación del 14 por ciento. Si en el 2011 se robaron dos mil 87 vehículos, en junio se reportaron 389. El promedio de robo de auto es de 757 al mes. En el DF hubo 18 mil 515 denuncias por este delito nada más en el año pasado (con violencia y sin ella).
Nuevo León tiene un índice de recuperación vehicular del 97 por ciento.
Pero en lo más preocupante, la violencia homicida, los asesinatos relacionados con la delincuencia organizada, los datos son alentadores. Hace cuatro años se registraron 176 homicidios. Ahora 47. Lo notable de esto es un dato cuya presentación permite observar la intensidad del trabajo policiaco: de 47 personas muertas , 20 fueron abatidas en enfrentamientos contra las fuerzas del orden. Las otras 27 asesinadas por los delincuentes.
Nuevo León llegó a registrar 14 homicidios por cada 100 mil habitantes. Hoy esa cifra ha bajado a la mitad.
Entre enero y mayo de este año, ha habido en el estado 225 capturas de los llamados “delincuentes de alto impacto” relacionados con bandas de delincuencia organizada de las cuales se han desarticulado 19. De otros grupos de delincuentes menores, se han desmembrado 8 bandas más.
Evidentemente, dice el gobernador, esto no se estaría logrando sin la formación de una nueva fuerza policiaca con tendencia a la profesionalización total.
Se ha contratado a tres mil 436 policías con perfil de confianza plena y hay casi mil cadetes en espera de ingresar a la fuerza activa.
–No hemos terminado, dice Medina. Tampoco estamos satisfechos, pero nos alienta –al gobernador y a los demás funcionarios–, seguir en una dirección correcta. Detuvimos una tendencia y reorientamos la seguridad del Estado. ¿Cuándo vamos a acabar? Nunca. Esta es labor de todos los días, de toda la vida.”
DILMA
Quizá no haya otra forma de decirlo: la presidenta Rousseff se hundió como la piedra en el estanque. Perder treinta puntos en su índice de calificación popular, y por tanto de aceptación; es una tragedia cósmica para ella o para cualquier político.
Esa bajada sería comprensible como consecuencia de una catástrofe económica o militar o tras el desgaste producido por el ejercicio de gobierno, pero no tan pronto en el mandato, ni en tan poco tiempo, ni tampoco por una protesta tan intensa como incomprensible.
Tres semanas de manifestaciones y motines la echaron abajo y no se sabe cómo podrá nuevamente recuperar la inercia con la cual Lula da Silva le dejó los trastes.
A fin de cuentas, ¿por qué protestan los brasileños? Por todo.
–¿Y contra quién? Contra todos.