Ante la reciente reforma migratoria, cuyo mérito mayor (para los estadunidenses) es frenar la migración, propongo una tesis: la historia de la humanidad escrita y descrita a través de sus muros, paredes defensivas, murallas, fortificaciones; castillos, torreones, postas de vigilancia, carreteras militares como la gran serpiente de piedra en China; el hombre como constructor de ideas y de poemas pero también como insensible albañil de cercos temerosos y protectores para alejar a los demás hombres de su territorio.
Lo más bello del espacio es ver la Tierra desde las alturas, dijo un astronauta. Y acto seguido clavó en la cacariza superficie de la Luna, la bandera de los Estados Unidos. “Biutiful”.
La noción territorial, la propiedad, la posesión. Míos son la cueva, la puerta, la mujer y el ganado. Mío es el Dios detrás de los vitrales de la iglesia y la sangre del teocali.
Vayamos de la piedra amurallada al “Dron” insensible y silencioso. Y si no tenemos tiempo, leamos entonces las palabras del canciller José Antonio Meade, prudente y firme.
“…Estamos convencidos de que las bardas no unen. Las bardas no son la solución al fenómeno migratorio y no son congruentes con una frontera moderna y segura. No contribuyen al desarrollo de la región competitiva que ambos países buscamos impulsar.
José Antonio Meade tiene todas las razones de la política. Pero ninguna de las razones de la historia. Nadie puede ni debe creer en la necesidad de los americanos en cuanto a la unión, la unidad o la prosperidad común. Ellos son altivos y arrogantes. Si no lo son, se sienten autosuficientes. Hasta para sus fracasos.
“Good fences make god neighborgs” , han dicho desde Robert Frost (con ironía) hasta el hombre de la esquina (con convicción). Buenas bardas hacen buenos vecinos. Así es como ellos piensan, y aman al buen indio cuando ya está muerto y buscan América para los americanos. Todo eso ya lo sabemos y lo padecemos.
Existen los pasaportes como consecuencia de las puertas. Y con ellas las paredes, los límites, las fronteras, las visas. El imperio no siente dolor. El imperio no tiene sentimientos; defiende sus intereses. Hagamos la muralla y de paso démosle a las compañías constructoras las ganancias perdidas por haber terminado las invasiones del fin del siglo XX. Mientras preparamos otras, hagamos volar los “drones” en busca de mexicanos cabrones (y salvadoreños, y guatemaltecos y hondureños y nicas y colombianos y etc).
Pero el senador John Mc Cain le otorga al asunto un tinte de aparente autocrítica:
“De ser aprobada la ley de reforma migratoria—ha dicho–, la frontera entre Estados Unidos y México “será la más militarizada desde la caída del muro de Berlín”, advirtió el senador John McCain. (¿Y?)
“McCain se refirió a la aprobación de una medida que cerró el debate en torno a una “exagerada” propuesta sobre seguridad fronteriza que, sin embargo, pareció satisfacer a suficientes legisladores republicanos como para que 15 rompieran filas de su grupo y se unieran a 52 demócratas”.
Pero el Muro de Berlín fue obra conjunta de dos bloques en disputa feroz por los despojos de la Alemania derrotada y la hegemonía del vencedor en la 2ª Guerra Mundial. En el caso mexicano-estadunidense, la militarización fronteriza no obedece a una amenaza bélica directa. No hay guerra ni hay post guerra.
El muro de Berlín ( “una ciudad de fugitivos y de solitarios… (donde) los habitantes hacían todo tipo de apuestas sobre cuando sonarían las trompetas de la unidad alemana…)”, dice José María Pérez Gay en su novela “Tu nombre en el silencio), tenía un significado. Dividía los dos grandes proyectos económicos del mundo, las dos formas de la producción, los dos proyectos mundiales.
Pero el muro fronterizo sur de los Estados Unidos nada más divide el mundo desarrollado (y eso esta por verse), del mundo en el subdesarrollo. Allá la realidad del dólar; de este lado, cuando mucho, la esperanza (sin dólares); el proyecto eterno, la idea sin terminar.
Y más abajo la misma soledad y la misma miseria pero con menos esperanza.
PEMEX
Uno de los ejes de la proyectada modernización de Petróleos Mexicanos es la sustentabilidad responsable. Una empresa limpia, en cuyo desarrollo no se afecte la ecología.
En ese sentido, y mientras la mecha del explosivo debate se acorta, el presidente Peña entregó en Reynosa, Tamaulipas, los trabajos de rescate y saneamiento de la Laguna La Escondida. Esas labores de saneamiento fueron hechas por Pemex (a cargo de Emilio Lozoya), y en lo futuro su cuidado corresponderá al gobierno estatal.
Las obras costaron 540 millones de pesos Le devuelven a la laguna sus funciones de vaso regulador y elimina los problemas sanitarios que significaba para las colonias aledañas.
En Reynosa, se producen cerca de 500 millones de pies cúbicos diarios de gas no asociado, de los mil 300 millones del activo integral Burgos.