No discutiré si Juan Ignacio Zavala es o no un buen “comunicador”, pero tenga o habilidades en el manejo de la información, su actual defensa en el pleito de los senadores azules, no parece demostrarlo favorablemente. Los argumentos con los cuales pelea contra Javier Corral son sumamente endebles. Raquíticos, por no decir más. Y la imagen de sus asesorados, un desastre.
Como todos sabemos el tironeo de melenas en el grupo parlamentario del Partido Acción Nacional linda entre lo mezquino y lo grotesco. A raíz de la defenestración (con todo y ventana) de Ernesto Cordero, la división ha mostrado ahora su verdadero rostro: la lana, el dinero, como vociferaba en la Cámara de Diputados, Juan de Dios Castro (otro insigne panista) durante el desafuero de Andrés Manuel.
En ese jaloneo los “anticorderistas” (o sea; quienes todo le deben a la munificencia de Felipe Calderón, antes, durante y después de su sexenio) revelaron la avidez y el desparpajo en el gasto de los haberes del grupo parlamentario cuya administración recáe en el líder, cuyo nombramiento depende a su vez del Jefe Nacional.
Entre los muchos gastos detectados con fines personales o de índole prescindible (o discutible al menos), se hallaron partidas para prestarle billete a Juan Ignacio Zavala quien se presenta a sí mismo como propietario de una empresa de cabildeo y asesoría, lo cual no es de ninguna manera ilegal, pero cuando se trata de asesorar a su propio partido y con el hierro esplendente de la ganadería de su cuñado, no viene a resultar tan neutro ni tan simple. Imagine usted la escandalera de kos demócratas azules si un cuñado de Enrique Peña Nieto cobrara como asesor en el Congreso.
Como dicen en Veracruz, ¡Pa’su mecha, pariente!
Juan Ignacio Zavala –como Hildebrando—ha trabajado siempre en el PAN y para el PAN y no se pueden llamar a las suyas eras de alternancia entre vacas flacas y vacas gordas, pues desde la presidencia de su cuñado en el partido, hasta la jefatura del Poder Ejecutivo Federal (y las actuales secuelas de su amparo , muchas buenas cosas les fueron dispensadas a él y a los suyos. Basta recordar los documentos ya conocidos de Hildebrando y el manoseo de los padrones panistas y los logaritmos y algoritmos de su operación electoral (Proceso). En fin, no tiene caso repetir lo ya sabido; contratos millonarios, apellidos repetidos. Casi el paraíso.
Pero en esta ocasión Zavala ataca a Javier Corral por el menor de sus defectos: ha sido legislador plurinominal, como si eso fuera un pecado. Lea usted esta nota de Excelsior:
“Ayer Juan Ignacio Zavala dijo a este diario que no es “aviador” de la Mesa Directiva, porque sí trabaja y acude a las instalaciones del Senado; recordó que es asesor de comunicación política de Ernesto Cordero y cobra por ese servicio, “porque no es un delito trabajar”.
“Aseguró que Javier Corral expresa su rencor al grupo del ex presidente Felipe Calderón al hacer esas acusaciones y recordó que, desde 2000 a la fecha, Corral ha percibido un total de 21 millones de pesos como legislador federal, a pesar de que no ha ganado jamás una sola elección, pues es un “profesional” de las candidaturas plurinominales.
“El jueves, durante la investigación sobre la forma como se gastó el dinero de la bancada durante el periodo de Ernesto Cordero, este diario conoció la versión de que el préstamo a Juan Ignacio Zavala en verdad fue solicitado por el senador Roberto Gil Zuarth y éste se lo entregó al cuñado del ex Presidente de la República; una versión establece que fue para la atención médica de uno de sus hijos, y la otra es que fue para la construcción de una casa.
“Interrogado sobre esta versión, Juan Ignacio Zavala lo negó. Explicó que el Senado no es muy puntual en los pagos y que le retrasaron varios meses, aunque no precisó cuántos; el dinero recibido tiene su origen, justamente, en que fue el pago acumulado que le debían”.
Si en verdad hay profesionales de la “plurinominalidad”; eso no se les debe a ellos sino a los partidos en cuyo listado aparecen. Si Corral (quien como todos sabemos en su campaña para Chihuahua se negaba a pagarle a Televisa los spots transmitidos, cuando eso era legalmente posible) ha ido de una nómina a la otra en el Senado y la Cámara de Diputados con el vaivén de un lindo trapecio; columpiándose de la inutilidad de la representación minoritaria dentro de lo mayoritario (luego lo explico) no es su culpa.
Margarita Zavala, por ejemplo, también ha sido favorecida por esa figura y si el beneficio pecaminoso ahora atribuido a Corral por su forma de llegar al Congreso se les va a aplicara todos los plurinominales, Juan Ignacio se acaba de echar encima a 200 diputados federales, algunos de su partido, por no hablar de las legislaturas locales.
La representación proporcional, comprensible si se les quiere dar voz a las minorías cuyo volumen no les da para ganar una elección, se distorsiona cuando se utiliza, como ahora en la partidocracia, para garantizar un porcentaje desde los partidos ya representados, con lo cual se les da escaño, curul y fuero a los amigos, compadres y parientes cuya fuerza electoral es nula. El caso de la licenciada Cocoa, tras su fracaso michoacano, es un ejemplo rotundo. Senadora fraterna por segunda ocasión.
También lo fue el de Alonso Lujambio quien al borde la muerte fue llevado al Senado para garantizar pensión y gastos a su familia. Pero ahí siquiera hubo un acto de piedad. En los casos de la parentela, puro nepotismo; aprovechamiento cerril de las posibilidades políticas.
GAMBOA
Y allí mismo, en Reforma, el senador Emilio Gamboa opina sobre los periodos extraordinarios en el Congreso: “…participaremos en ambos con buen para rar acuerdos para tela, pur sobre los periodos extraordinarios en el Cionghreso: «iuedad. En los casos de la parentela, puránimo; disposición al diálogo y con el propósito de lograr acuerdos favorables a las reformas necesarias”.
Además elogio el comportamiento de las otras fuerzas políticas en cuanto a su intención de construir acuerdos. Sobre las diferencias electorales opinó: hay cauces para la divergencias; hay autoridades en la materia y no son ni el pacto ni el Poder Legislativo donde se deben dirimir esos asuntos.