Hace muchos años leí un texto fantástico. No recuerdo el autor.

Era un monólogo, un discurso introspectivo en cuyo divagar la madre Eva lava sus dolores. Un hijo asesinado y un hijo asesino. Abel y Caín. Ya el cuerpo del muerto se había dado a la pira funeraria y ya el Dios justiciero había maldecido a Caín. Lo había marcado con la señal de la infamia criminal y lo había condenado a una vida errante y despreciable.

Pero en el fondo de sus divagaciones Eva seguía amando a Caín, hijo suyo tanto como el otro y padre de sus aun desconocidos nietos y por consecuencia tronco de la descendencia humana, pues no somos hijos de Abel, todos somos hijos de Caín. Y a fin de cuentas Caín era su única descendencia. El otro ya no era nada sino un doloroso recuerdo.

Por eso ante las madres no hay culpables, ni criminales, ni transgresores, ni réprobos. Hay hijos vivos o muertos. Pero eso no cambia la entraña.

Hoy en la ciudad de México, ante la desaparición de una docena de jóvenes en el fondo de un antro, las madres claman por su reaparición y proclaman una inocencia total. Quizá ya sea a estas alturas un clamor inútil. Nadie lo sabe todavía pero si se trata de una vendetta de mafiosos y no de un secuestro “económico” sus vidas están en riesgo muy alto.

A estas alturas no importa su comportamiento ni su buena o mala conducta. Tampoco se vale preguntarse sobre sus diversiones fuera de horario (el “reventón” no tiene reloj), ni la edad de los agraviados. Ya no tiene sentido, ni siquiera para las familias ante cuya tolerante mirada son personas ejemplares.
El “levantón” colectivo es en sí mismo un hecho terrible, ya sea por venganza o por escarmiento y más allá del delito mismo, nos permite la exhibición de una evidencia soterrada: esta ciudad es escenario silencioso de fuerzas incontrolables, de códigos criminales cuya aplicación se logra a espaldas o a ojos cerrados de las autoridades cuya vigilancia no llega a todos los rincones ni a todas las esquinas.

El problema en la ciudad de México ha sido acumulativo. Se han creado (demasiadas) “zonas de tolerancia” aquí y allá.

La colonia Buenos Aires, la conurbación de San Felipe; Iztapalapa, ciertos giros nocturnos; la laxitud de los reglamentos para prácticamente no cerrar nunca, la disminución de los castigos por ataques en pandilla o gavilla; la industria de los amparos, las manifestaciones por sí o por no; la prostitución masculina y femenina a la luz del día, la ampliación de los límites en todo y para todo, la complacencia ante grupos extranjeros, coreanos, rusos, ucranianos; son ingredientes en este caso y los demás por venir.

Alegar la inexistencia del crimen organizado en la ciudad de México y su operación cotidiana esta bien para los discursos pero no para la real estrategia del gobierno. Este caso es una muestra de hasta dónde ha llegado el reparto territorial del mercado de la droga y otros delitos como la extorsión, el secuestro, el contrabando y la venta de “Roberto”.

Tanto como la aclaración de este caso vale pedir la aniquilación de las fuerzas criminales involucradas en él. Si no se desbaratan de verdad las bandas de la ciudad de México y se recupera el control de todo el territorio, pronto estaremos como Michoacán o peor, pues esta capital se estableció sobre la sangre del teocali y la cruenta conquista. Eterno lago sangriento.

No basta convivir en una aparente armonía donde se administran los intereses de la mafias en el precario equilibrio de no agitar el oleaje.

En este sentido, el de la rendición ante “mini” poderes fácticos, debemos ubicar fenómenos como el de el pasado viernes en Xochitepec, Morelos, donde los “mototaxistas” de la zona secuestraron a seis agentes federales quienes se comportaron tan inermes como si fueran “boy scouts”.

Los policías habían desarrollado un operativo cuyo desenlace (22 detenidos) y origen mismo no fueron del agrado de los afectados, quienes generaron el motín popular. Y ante la población enardecida nadie puede, como se ha probado de sobra en Michoacán, Guerrero o Tepito.

La fuerza del grupo se impuso, los “mototaxistas” detenidos fueron puestos en libertad y los federales también; pero éstos últimos después de recibir la nalguiza de los inconformes. Un caso mas de autoridad sin autoridad.

ESCUELAS

Hace unos días di cuenta de un caso de maltrato a un niño del instituto Asunción. Sin relación aparente con ese caso una persona me envió este documento. Se trata de una bella carta de Abraham Lincoln (1830) dirigida a la escuela donde había inscrito a su hijo. Me pregunto si en todas partes comprenderán estas ideas sobre la enseñanza.

“Estimado Profesor:

“…Él debe aprender que no todos los hombres son justos ni veraces, pero enséñele que por cada villano hay un héroe y que por cada egoísta hay un líder dedicado y comprometido.

“También enséñele que por cada enemigo existe un amigo y que más vale una moneda ganada honradamente que una moneda robada. Enséñele a perder y también a disfrutar correctamente de las victorias. Aléjelo de la envidia y que conozca la alegría que reside en la silenciosa sonrisa.

“Propicie en él la lectura de buenos libros, sin que deje de soñar y contemplar el cielo, los pájaros, las flores del campo y las maravillosas vistas de valles, lagos y montañas. Enséñele a jugar sin violencia con sus amigos. Explíquele que vale más una derrota honrosa que una victoria vergonzosa. Que crea en si mismo y sus capacidades aunque quede solo y tenga que lidiar contra el mundo entero.

“Enséñele a ser gentil con los buenos y duro con los perversos. Instrúyalo a que no haga las cosas porque simplemente otros las hacen, que sea amante de los valores.

“Que aprenda a escuchar a todos, pero que a la hora de la verdad, decida por si mismo. Enséñele a sonreír y cuando esté triste explíquele que a veces los hombres también lloran.

“Enséñele a ignorar los gritos de las multitudes que sólo reclaman derechos sin pagar el costo de sus obligaciones, enséñele a luchar por lo que crea justo.

“Trátelo bien pero no lo mime ni lo adule, déjelo que se haga fuerte solo. Incúlquele valor y coraje pero también paciencia, constancia y sobriedad.

“Transmítale una fe firme y sólida en el Creador del Universo. Sólo si tiene fe en si mismo, tendrá fe también en los hombres.

Entiendo que le estoy pidiendo mucho pero haga todo aquello que pueda. Se trata nada más de un pequeño y lindo amigo. Es mi hijo”.

Dos cosas destaco de estas líneas: “trátelo bien…” y “… enséñelo a jugar sin violencia…”

El buen trato y la armonía. Nada más eso.

APAGÓN

Una vez más la defensa de las parcelas ha echado atrás una medida de gobierno. El “apagón” analógico en Baja California deberá esperar no a una adecuada programación, como sería deseable, sino al término del proceso electoral.

Detrás de esta decisión hay un majestuoso monumento al subdesarrollo.

Como todos sabemos el siete por ciento de los televisores de BC no pudo ser adaptado a la TV digital en pleno proceso electoral. Eso sumió en grave desesperación a un segmento de los habitantes de Tijuana, Rosarito, Tecate y otros lugares, clamor magnificado por las inducciones de los concesionarios; la intervención del IFE, la imprecisión de la SCT y la blandura de la Cofetel. Como de costumbre se echaron para atrás, como resulta previsión le hacia el futuro. El dicho apagón se hará a pausas, con tramos, sin programación exacta, a las tontas y a las locas, como suele suceder.

Y parte de todo esto se debe al indescriptible arrebato demagógico del IFE parta quien no tiene ninguna importancia la imprecisión del proceso tecnológico, pero sí la tragedia cósmica de abandonar a los de la tele apagada en el naufragio de una vida sin “spots” de los candidatos. Como si eso no fuera abusivo de por si.

–¿Cómo vamos a dejar a los electores sin los mensajes de los candidatos?

Según el alegato de la autoridad electoral el disparejo acceso a la propaganda abriría la puerta a futuras impugnaciones. ¿Y?

De todos modos las elecciones resultan impugnadas casi siempre. Para eso hay tribunales en la materia.

Entonces, ¿cuál sería el problema? Ninguno, todo son ganas de llamar la atención, aparecer, defender la parcela; aparentar importancia y justificar el salario de consejero.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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