Una de las aspiraciones permanentes de la iglesia católica en México –además del acceso incontrolable a los medios –, es la imposición de la educación religiosa en México. Para ello la jerarquía, con la notable ayuda de las derechas priístas y panistas (Salinas y Calderón, básicamente), ha contado con mucha ayuda, tanta como para permitirle el florecimiento (confesional y financiero) de sus escuelas y más aun, nutrir su alumnado con los hijos de la alta burocracia en el nombre de la Contrarreforma, el Hijo y el Espíritu Santo.
El fomento fiscal a la educación confesional, expresado en la deducción de los gastos escolares en instituciones privadas con lo cual disminuyen los recursos potencialmente útiles para la educación pública y gratuita, fue la mayor conquista para los clérigos pedagogos en años recientes, motivo por el cual Felipe Calderón ocupa un lugar en los altares de sus beneficiarios.
Sin embargo la enseñanza dogmática y acrítica de las escuelas católicas no les impide cometer ninguno de los graves pecados de nuestro tiempo. O mejor dicho, ninguna de las conductas indebidas, peligrosas y transgresoras célebres en su historia, desde la consagración de su apotegma: la letra con sangre entra, hasta la disciplina educativa de los Legionarios de Cristo, por ejemplo.
Quien crea superada la época de los reglazos, los tirones de oreja o cabellera; los “pellizcos de monjita” o los apretones de cuello, se equivoca o no ha tenido noticias recientes de cuanto sucede en el Instituto Asunción, esa escuela asentada en las inmediaciones del viejo domicilio de don José Vasconcelos, por cierto.
Como toda institución de apariencia pía, el Instituto Asunción tiene un ideario impecable:
«… hoy en los momentos que vive México y un panorama global de la situación actual entendida como el inicio de un colapso civilizatorio, y en el que se hacen más visibles tres heridas históricas en México: las desigualdades, el racismo y la impunidad… así dicen.
Impunidad significa simplemente falta de punición, de castigo; delito sin condena, acción negativa sin consecuencia ni enmienda. Eso es la impunidad y sorprende cómo en ella radican las “madrecitas” asuncionistas el origen de muchos de los problemas nacionales y más aun la señalan como una de las tres “heridas históricas” de México junto con la desigualdad y el racismo.
No sabemos si a estas alturas las religiosas de esta institución educativa donde se maltrata a los niños (o al menos al niño de cuya agresión tengo constancia), piensen en la evangelización del siglo XVI como el arranque del racismo cultural y teológico en América, pero ese no es el asunto por ahora. Tampoco el de la desigualdad.
Vayamos entonces a la impunidad cuya existencia tanto les preocupa seguramente de sus puertas para afuera.
Ayer por la tarde un niño cuyo nombre omito y al cual me referiré por protección a sus derechos infantiles, como “V” (de víctima) fue reprendido de manera extremosa por una maestra de nombre Eugenia Correa Galán, quien lo prendió del cuello con una mano hasta dejarle marcas cuya huella precautoriamente sus familiares registraron en varias fotografías.
Asustado, el niño (5 años) rompió en llanto y en esas lamentosas condiciones fue recogido al fin de la jornada por su abuela quien indagó el motivo de la cascada de lágrimas.
–¡Me apretó el cuello, la maestra me apretó el cuello!, decía entre sollozos mientras señalaba la parte dolorida.
Cuando el asunto fue hecho del conocimiento de la directora, la “Madre” no se llega a la maternidad sin hijos) María Dolores Castro Vidales, y ya con los padres del niño presentes, todo fue darle vueltas al asunto, prometer una investigación (menos mal y no dijo formar una comisión) y ofrecer una acción incompleta: cambiar al niño de aula y de grupo, mientras la agresora juraba y perjuraba una inocencia difícil de creer ante el testimonio y la evidencia.
–¿Y la maestra? Impune. Bueno, impune hasta ahora porque los padres del niño no van a parar ahí. Para eso existen otras instancias de queja, para eso están las redes sociales y los medios además de la Procuraduría General de Justicia del DF y su fiscalía para atención de niños y adolescentes; el área de Derechos Humanos de la SEP y algunas otras.
En una escuela particular la escandalizada conciencia de Carlos Abascal logró la expulsión una maestra de literatura capaz de recomendar un libro de Carlos Fuentes. De eso sí se preocupan. De esto, menos.
Veremos con el paso de los días cómo evoluciona la terrible historia de #ladymaestradelasunción.
Eso es lo que pasa cuando los padres llevan a sus hijos a una escuela SÓLO por el supuesto prestigio de la misma, porque piensan que en un colegio como el Asunción van a conseguir las amistades que ellos piensan harán bien a sus hijos. Por ello deberían conocer otras opciones más profesionales pero con menos «prestigio», porque en ellas les enseñan a pensar, a ser críticos, a reflexionar y a cuestionar. Síganlos llevando a esos colegios, que LEYENDO podrían enterarse todo lo que se encierra dentro. Saludos
la laicidad en las escuelas, quizá nunca desaparezca, recordemos que las escuelas religiosas, a fin de cuentas, es un voto corporativo para los partidos políticos, que se asumen como anti religiosos, pero en las contiendas electorales, le oran a «dios», sino, la reforma constitucional al artículo 24.
Sr. Cardona,
Espero que realmente tenga los elementos para esta grave ocusación ya que de lo contrario estaría acabando con la reputación de una GRAN MAESTRA que tuve la oportunidad de que 2 de mis hijos fueran en su grupo y ellos la recuerdan con un gran cariño y admiración, como ya pocos niños recuerdan a sus maestros, por lo que sería injusto no contar con la verdad absoluta y solo irse por el coraje posiblemente infundado.
Gracias
RC