La historia de la ciudad de México es un largo discurrir entre la lógica y el absurdo. Y por desgracia ha ganado siempre el segundo.

Esta ciudad no fue fundada en el siglo XIV en medio de una laguna salobre e insalubre, ni por sus condiciones de habitabilidad sino por designios de la magia, la superstición o el primitivismo de sus primero pobladores quienes ofrecían sus corazones sangrantes como alimento para el sol y su continuidad cósmica.

Cuando se acabaron los sacrificios, al menos esos, el sol siguió ardiendo.

Y ya cuando los mexicas habían suido derrotados militarmente por otros primitivos medievales cuyo talento consistió en el pleito de las mitologías, La ciudad se debió haber movido a la tierra firme, lejos del fondo de olla de la Cuenca de México, pero por razones de supremacía idolátrica, era necesario derribar templos paganos para edificar templos cristianos.

Pero como se ve ninguno de esos argumentos prefigura una noción de urbanismo. Todo fue conveniencia religiosa como parte del deliberado afianzamiento del poder político, administrativo y obviamente económico.

Al construirse aquí un virreinato, las libertades de todo tipo quedaron canceladas. Las de industria, las del pensamiento y obviamente las políticas. La Independencia mexicana en lugar de construir los cimientos de una República (una cosa de todos); sembró la ilusión de una corte imperial. Y aun en los tiempos posteriores, la ciudad ha sido el ombligo ya no de la Luna como nos dijo Gutierre Tibón, sino del todavía vigente centralismo político.

Donde viven el virrey, el arzobispo; el emperador (Agustín o Maximiliano) o el “Señor Presidente Constitucional”, nadie más debe mandar. La peor expresión de esto fue durante casi todo el siglo XX, cuando la ciudad era considerada para los fines de su gobierno, nada más un Departamento.

Como los de Pesca, Industria Militar o de Asuntos Agrarios y Colonización. Dejó de ser una ciudad –gracias al plumazo de Álvaro Obregón quien desbarató la vida municipal en 1928–, para convertirse como hasta hoy, en una abstracción administrativa. La vergüenza constitucional mediante cuyo absurdo texto la ciudad ES el Distrito Federal, resulta no solo ilógico sino vergonzoso.

De eso y otras cosas hablamos ayer en la mesa de discusión convocada por la Comisión del DF en el Senado de la República, al frente de la cual está Mario Delgado ex secretario de Finanza y Educación del gobierno del Distrito Federal.

Delgado invitó a las senadoras Alejandra Barrales (/PRD) y Mariana Gómez del Campo (PAN) y al ex secretario de
Planeación del todavía DDF, Jorge Gamboa de Buen quien es un notable urbanista y conocedor de la ciudad.

Obviamente fue muy importante la participación de Alejandra Moreno Toscano, Autoridad del Centro Histórico del DF, a quien por cierto De Buen le recordó la promesa incumplida del gobierno anterior, crear (como se lo ofrecieron a Jacobo Zabludovsky cuando la Asamblea le confirió la presea al mérito ciudadano) la delegación del Centro Histórico del DF.

La reunión mencionada tuvo como finalidad recoger puntos de vista y propuestas para enriquecer el debate y en esta ocasión se habló de los cambios en la distribución territorial, hoy parcelada en zonas difusas llamadas delegaciones (si bien nada les ha sido delegado), ni siquiera sus mutiladas funciones. Tienen los delegados legitimidad electoral, pero carecen de personalidad jurídica.

En este sentido la única delegada en la historia reciente ha sido Clara Brugada. Un juego de saltimbanqui de las urnas, ordenado por Andrés Manuel hizo jefe a “Juanito” quien a regañadientes o como “haiga sido”, le entregó Iztapalapa y su millonada presupuestal (4 mil milloncejos) a la señora Brugada quien se encargó de alimentar a los leales y servirle a la clientela perredista:

A la reunión asistieron los jefes delegacionales Sergio Palacios (Azcapotzalco) y Jesús Valencia (Iztapalapa) quienes como es costumbre de estos servidores públicos se quejaron de la falta de dinero, de la falta de autoridad, de la escasez de todo, de la incomprensión y de los muchos afanes con cuyo cumplimiento quieren servir a sus pueblos.

Pero algo bueno deben tener las delegaciones si en medio de tanta penuria los políticos se sacan los ojos para llegar a ellas, una y otra vez como el caso de Leonel Luna, en Álvaro Obregón, quien estaba invitado pero declinó a última hora.

Pero quien lejos de declinar honró la mesa con su erudición fue Porfirio Muñoz Ledo, cuyo trabajo final llevará a esta ciudad a tener su propia Constitución más allá del esperpéntico estatuto actual. Por parte del notariado expuso el muy experto Pascual Orozco, por petición de J, Pérez Almaraz.

Gracias a todos ellos

IFE

En medio de la “rebambaramba” originada por el jalón de cobija a los técnicos del Instituto Federal Electoral en el estadio de Veracruz y sus posibilidades de afiliación masiva y otras maniobras cercanas a la maquinaria del PRI en esa entidad, el Consejero Marco Baños siente como agua de mayo la vacacioncita en Paraguay a donde acudió como observador en los comicios presidenciales en Asunción, lo cuales –como todos sabemos y sin necesidad ser observados por él o por nadie–, ganó el Partido Colorado a quien sus adversario acusan de practicar la compra del voto.

¿Suena conocido?

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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