Pensemos por un momento en el honor, la disciplina el rigor, las virtudes de la rectitud más allá de la resistencia de las tentaciones. Veamos a los hombres flexibles hacia afuera pero endurecidos sin límite hacia adentro. Esos Caballeros Teutones cuyo arrojo y valentía los alejaban del dolor, las aumentaban la resistencia en combate o en la fragorosa escalera de sus carreras militares.

Pongamos entonces, por la otra parte a uno de esos caballeros deshonrado y exhibido por una traición aleve e imperdonable. Tanto como para trasladar la responsabilidad no contra quien cometió el engaño sino contra quien se dejó engañar.

El castigo vendría contra sí mismo. Antes del escarnio la inmolación, el sacrificio público. El vacío.

Tengo dos historias alemanas. Ambas de la política, ambas de hombres duros con un pasado en el cual se asoma la sombra de, Nacional Socialismo. Uno de esos hombres se llamó Willy Brandt. El otro, Joseph Ratzinger.

El siete de mayo de 1974 renunció el canciller alemán y resplandeciente ex alcalde de Berlín durante la Guerra Fría. ¿Su culpa? No haber detectado a su asesor, secretario y confidente, Günther Guillaume, como agente de la STASI, la tenebrosa agencia de seguridad y espionaje de la Alemania Democrática.

“…El día que Günther Guillaume conoció a Willy Brandt supo que estaba muy próxima la culminación de su tarea. Había trabajado doce años en el Partido Social Demócrata y ahora, en 1971, se acercaba la aventura final. De modo que no fue por una negligencia política alemana, sino por una experiencia acendrada y fructífera, que Guillaume se convirtió en el coordinador de asesores de Willy Brandt, el jefe de gobierno de la República Federal de Alemania.

“En la oficina de la Cancillería tuvo acceso a los secretos de Estado, a las informaciones militares de la OTAN y a las conversaciones en el círculo más íntimo del jefe del gobierno. El año de 1972, Willy Brandt se perfilaba como uno de los políticos más importantes de Europa, había ganado las elecciones con un cuarenta y cinco por ciento de los votos, su política de apertura con la Unión Soviética (Ostpolitik) significaba un gran paso hacia el futuro de, en ese tiempo, la Comunidad Económica Europea.

“Por esos años, Guillaume se había vuelto también un confidente, viajaba con Brandt a Noruega, su segunda patria, donde tenía una casa, conocía los asuntos más íntimos de su vida y mantenía informado al detalle a Markus Wolf y a la Stasi.

“El 1 de mayo de 1974, Hans Dietrich Genscher, ministro del Interior, envió a Willy Brandt el expediente de Horst Herold, director de Inteligencia y Contraespionaje de Alemania Federal: en ese expediente se presentaban copias fotografiadas de los informes confidenciales que Günther Guillaume enviaba a la Stasi sobre la vida privada de Willy Brandt –su consumo excesivo de alcohol, sus relaciones íntimas con otras mujeres y sus estados depresivos.

«Quien, como yo, haya nacido en 1913 –escribía Brandt–, no podrá quejarse de falta de experiencias aterradoras o de un inimaginable número de profundas decepciones.» Los colaboradores de Brandt temieron desde el primer momento que el escándalo fuera minando el prestigio del Partido Social Demócrata, tuviera graves consecuencias en las próximas elecciones y lanzara por la borda cuatro años de conquistas políticas”. Brandt se fue por la puerta trasera, amargado, dolido y humillado. Pero como dijo Francisco Iº, todo estaba perdido, menos el honor.

Otro acto de estoicismo germánico es el reciente en el Vaticano. En el conjunto de circunstancias en torno de la primera renuncia papal en 600 años de la Iglesia de Roma, no puede quedar fuera la historia de Paolo Gabriele.

Como todos recordamos en mayo del año pasado la cúpula de San Pedro se cimbró con un escándalo mayúsculo: los documentos personales de Papa Benito XVI habían sido sustraídos por su propio ayudante de cámara.

Así lo daban a conocer los medios:

“El mayordomo del Papa, Paolo Gabriele, de 46 años, casado y con dos hijos, fue acusado ayer por los investigadores y la justicia vaticana que seguían los pasos de “El Cuervo”, como lo llaman, de robar documentos secretos y cartas personales de Benedicto XVI .

“Un verdadero terremoto que deja “dolorido y afectado” al pontífice, como revelaron fuentes vecinas al Papa. Al final, el culpable era el mayordomo, como en las novelas policiales de Ágata Christie.

“Parece increíble, resulta increíble, pero la Gendarmería pontificia –un cuerpo de profesionales, muchos ex policías italianos– allanaron ayer la casa de Gabriele y hallaron centenares de “documentos que estaban en su poder ilegalmente”, según informaron fuentes responsables pero anónimas.

“El escándalo que estalla en las habitaciones y el estudio del tercer piso del Palacio Apostólico, donde se encuentran el pontífice, sus secretarios privados, el mayordomo incriminado, cuatro mujeres italianas que atienden “la casa” y una monja alemana que coordina el trabajo doméstico, es el escenario de los lugares y personajes de la llamada “familia pontificia”.

“Para el Papa, el golpe emotivo debe haber sido terrible porque invade su propia intimidad y demuestra hasta dónde ha llegado la guerra entre monseñores y cardenales emboscados que se vive en el Vaticano al menos desde hace más de tres años, que ha erosionado enormemente el prestigio y la figura de Benedicto XVI”.

Ambos políticos alemanes, sobre todo Brandt, hubieran podido aferrarse al cargo, iniciar purgas contra los beneficiarios de su deshonra y su desdicha, pero en ambos casos prefirieron marcharse cuando aun quedaban los escudos de la dignidad como defensas ante la historia.

En el caso del Papa, hasta para perdonar públicamente al fisgón traidor.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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