Con la minuciosa precisión de la rutina se ha instalado en el Paseo de la Reforma, con tambores y platillos; estrépito de parches y sonido de metales, la enésima comisión para la nada.
Si de suyo las comisiones son autopistas para el enredo estéril, las propuestas para proteger a los periodistas contra la maldad humana, han resultado más ñoñas todavía.
Con boato y mampara de lucidores tonos, en el Senado de la República se ha construido un (aparente) esfuerzo más en algo cuya naturaleza nos debería mover –especialmente a los profesionales del oficio–, a la solidaridad pero ante cuyas escasas expectativas –dados los etéreos antecedentes–, podemos ser cualquier cosa, menos ingenuos, crédulos y esperanzados.
“La Comisión Especial para dar Seguimiento a las Agresiones contra Periodistas y Medios de Comunicación del Senado de la República tiene un plan de acción que incluye el objetivo de coadyuvar al esclarecimiento de homicidios de representantes de medios de comunicación”, nos ha dicho la bondadosa información de hace unos días.
Así pues el Senado se convierte en gestor de investigaciones y procurador de indemnizaciones, actitud en la cual se advierte, inconscientemente, una resignada actitud de esperar nuevas agresiones. De acuerdo con las noticias provenientes de tan noble comisión, “los senadores vigilarán que en efecto sea eficaz el mecanismo que ha quedado en la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas (hasta en la CNDH hay una oficina dedicada a eso, con los resultados ya conocidos. Ninguno).
“Un estudio de la comisión especial que preside el Senador Marco Antonio Blásquez Salinas –cuyo afán protagónico lo hizo poner en su FB una nota presumiendo quiénes lo acompañaron en el presídium durante la instalación de su criatura–, destaca que desde 2000 y hasta 2012 fueron asesinados 96 periodistas, en tanto que la variante de desaparición (¿?), que (se) inició en julio de 2003, ha golpeado a 16 informadores…
“…Recordó que las agresiones a periodistas deben ser asumidas por las autoridades como corresponde a obligaciones en materia de Derechos Humanos, de acuerdo con la Constitución mexicana”.
Como se ve, puro rollo, puro afán de lucimiento, como ocurrió con aquella otra comisión legislativa, esta en la Cámara de Diputados bajo la presidencia de Gerardo Priego y tantas y tantas organizaciones dizque de defensa de los periodistas. Mucho mejor sería no cuadricular la seguridad pública, no dividir las agresiones, no separar los casos.
A fin de cuentas la vida de un trabajador de los medios vale tanto como la de cualquier otra persona.
Y eso de equiparar un ataque a las personas con la vulneración de un derecho humano, como la libertad de expresión universal y la garantía de información pública, es una truculencia. O al menos una exageración. Los ataques a los periodistas no tienen por finalidad impedir el flujo de información ni mucho menos.
Son crímenes, delitos cuya investigación le toca al Ministerio Público, como cualquier otra violación de la ley. No necesitamos los periodistas (y mucho menos quienes sin serlo se quieren vestir de tal) ni tratos ni estatutos especiales. No somos una casta diferente a la cual se deba atender con privilegios ajenos a los demás.
A este paso el asesinato de un carnicero será visto como un ataque al humano Derecho a la Alimentación, ya consagrado constitucionalmente o la muerte de un albañil como un atentado contra el Derecho a la Vivienda; el crimen contra un médico una lesión al Derecho a la salud y así hasta el infinito.
Más útil sería para este gremio una legislación laboral protectora. Los ataques a los periodistas comienzan en los propios medios. De ahí vienen la censura, las injustas condiciones de trabajo y la desprotección.
Pero, en fin; muchas formas tienen la demagogia y el oportunismo.
RETRATO
Se reúnen en el “Bar Siqueiros” del WTC los amigos y la familia de David López para festejar su LXIV aniversario y atestiguar la develación de su retrato.
Lo ha pintado Luis Carreño, cuya obra como todos sabemos, ha viajado por el mundo en exhibiciones siempre exitosas. Rostros, gestos y personajes conviven en ese rincón donde en torno del teclado algunos cantan por las noches y otros gastan las coderas en la fina laca mientras la música de boleros y tangos mece las horas cómplices.
Todos ahí tienen un instante en el cual se hermanan con los sentimientos y la música y el arte. Todos suspiran, todos recuerdan.
Y ahora “El jefe López”, como le dice Roberto Calleja, convive y conversa –al menos en efigie—, con Gabriel García Márquez, “El indio” Fernández, María Félix, Jacobo Zabludovsky (decano de los periodistas mexicanos), Pedro Armendáriz, Joaquín Sabina, Rafael Ramírez Heredia y tantos otros cuyos ojos nos miran alegres desde las decoradas paredes del barecito entrañable.
Este redactor habla previamente a la develación. No será en esta columna donde se repitan sus palabras. Quizás algún día lo haga Reyes Razo o alguien más.
En junio del 2012 el diputado Heriberto Galindo (compañero de DL de toda la viuda) publicó un libro sobre “Ideas e ideales de Enrique Peña Nieto” (editorial Fontamara. ISBN 978-067-7921-87-0). La portada de ese volumen es un retrato del actual presidente hecho también (y tan bien hecho) por Luis Carreño. Tanto en esa obra como en la de David López, el artista logró extraer los rasgos fundamentales de la personalidad de cada uno.
Como dijo Alfonso Reyes de las caricaturas (y los buenos retratos, diría yo), son las radiografías del alma. Enhortabuena.