Cuando fue necesario los gobiernos del neoliberalismo antipopulista comenzaron a decirnos la verdad, sobre todo en materia económica. El endulzamiento anterior –expresado en control de precios, regulación de todo y por todo; subsidios al por mayor y demás–, le dejó lugar a las medidas de racionalidad (la futura reforma fiscal tiene mucho de eso) y llegó el momento de la decepción mayor.

Ya no importaba si nos había mentido, lo grave era la suspensión de la mentira. Por eso un día, no se sabe si en Buenos Aires, la Ciudad de México, Madrid o París , alguien pintó una barda con una de las enormes frases de nuestros tiempos: ¡basta de verdades; regresemos a las mentiras!

Sin embargo en México los gobiernos panistas nos mintieron de manera sistemática. Y lo peor, no sabían hacerlo.

Por eso ahora suena refrescante escuchar a un político comprometido con su trabajo, ofrecer, en cuanto a los hechos de Petróleos Mexicanos, vamos a decir la verdad sea cual sea.

Y en verdad se agradece el trato. Al fin alguien considera a los ciudadanos mayores de edad a quienes se les pueden revelar hechos antaño encapuchados por el misterio conveniente.

”El gobierno de la República está determinado a encontrar la verdad de los hechos sea cual sea, si se trata de un accidente, si se trata de una imprudencia, si se trata de un atentado, sea lo que sea. Y queremos hacer de ésta, una investigación transparente”, ha dicho el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam quien le suele llamar vino al vino y pan al alimento.

Pero hay contrastes de la misma semana.
Dice un viejo refrán: para mentir y comer pescado, se debe tener cuidado. También para argumentar en política o rendir las cuentas del “Gran Capitán”(o “gran ombusman”) , se debe ser cuidadoso.

Por ejemplo, el pasado 30 de enero la Cámara de Diputados recibió el Informe de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en el cual se precisan claramente dos antagonismos: mientras más labor preventiva dice hacer la Comisión, más infracciones a los Derechos Humanos se presentan.

Obviamente el comisionado RPV no relacionó una cosa como causa de la otra, pero sí presentó ambos fenómenos en el mismo cuerpo de su larga perorata informativa.

Veamos:

“…debemos igualmente reconocer –dice en su proemio–, que han reaparecido violaciones graves que reíamos desterradas y es urgente corregir; como las desapariciones forzadas, los tratos inhumanos y degradantes, los cateos y (las) detenciones ilegales y la tortura; actos en su mayoría relacionados con la acción de las autoridades para combatir a la delincuencia”.

En esas líneas, en las cuales se deja ver un intento de presentación meritoria de quien lleva el recuento de las violaciones y de ellas se ocupa y preocupa y de paso una exaltación innecesaria e implícita sobre la importancia de su labor, se nos previene sobre una tendencia a la alza en los atropellos contra los derechos fundamentales de las personas.

A fin de cuentas una relación de hechos inevitables.

Es como si un secretario de Salud nos dijera: han regresado enfermedades erradicadas en el catálogo de los males nacionales, pero seguimos con campañas preventivas.

Pero en otra parte, como si lo anterior nada significara ni existiera, el mismo texto nos dice:

“…en ese sentido, convencidos de que para erradicar las violaciones a los derechos humanos (esas de cuyo retorno se nos advierte), es preferible prevenirlas, en este año realizamos un esfuerzo sin precedente ( y por lo visto inútil) de promoción, capacitación, difusión y divulgación (¡Ah! camión).

“Por ello tan solo en 2012 realizamos 5 mil 643 actividades, que contaron con un aforo de 733 mil 509 participantes (ni Luis Miguel en el Auditorio Nacional con todas sus fechas sumadas), lo cual significó un 180 por ciento más en relación con el 2011…

“… en suma, durante 2012 –sigue el Informe–, la apuesta de la Comisión Nacional fue lograr una mayor prevención de violaciones a los Derechos Humanos (no un menor número de violaciones motivado por las campañas de prevención), por ello no solo se capacitó a un número sin precedente de servidores públicos, sino que se publicaron un total de 5 millones 797 mil 610 ejemplares de difusión de los Derechos Humanos.”

El silogismo (o el sofisma, como se le quiera ver) resulta obvio: las 5 mil 643 “actividades” sirvieron para muy poco o quizá para disfrutar “la dicha inicua de perder el tiempo” y los ejemplares editados y distribuidos (¿cómo serán esos ejemplares; tendrán una o cien páginas cada uno?) en cantidades millonarias o no han sido leídos o no han sido atendidos.

En fin.

Al final el defensor de la sociedad dijo muchas gracias y los diputados ahí presentes lo despidieron con un comedido aplauso y alguno de ellos hasta con una palmada en la espalda.

–Ándele, mi buen, ahí nos estamos viendo.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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