La explosión ocurrida al parecer en una caldera del edificio anexo a la torre de Petróleos Mexicanos forzó una poco usual reunión del Gabinete de Seguridad Nacional, asamblea del todo extraña si las cosas se pudieran dejar nada más como un simple accidente derivado de la falta de mantenimiento de un edificio público.
La cantidad de muertos y heridos y la importancia estratégica de las instalaciones de Petróleos Mexicanos, le dan a esta tragedia una dimensión mucho más allá de la consternación por las dimensiones humanas.
Como se sabe a las 15.45 de ayer, hora en la cual muchos fijan el estallido, los trabajadores sindicalizados se agolpan en esa zona para marcar su salida. Si la casualidad tuviera una bitácora, no habría podido escoger un horario menos propicio en cuanto a la peligrosidad de los hechos.
Pero la llegada inmediata de los funcionarios de más alto nivel en el gobierno republicano, con el Presidente Peña Nieto a la cabeza; el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, inseparable de su lado; el jefe de la Oficina de la Presidencia, Aurelio Nuño; el subsecretario Manuel Mondragón; el Procurador General de la República, Jesús Murillo Karam; el jefe de gobierno del DF, Miguel Ángel Mancera y los operadores de todos ellos (además del patrullaje militar), mueven a la reflexión no sobre las dimensiones del hecho –esas son visibles y evidentes–, sino de su naturaleza.
“…Trece personas muertas aquí encontradas, más otra en el hospital Picacho de Pemex…” le dijo Miguel Ángel Osorio Chong a José Cárdenas en una notable primicia periodística. Quizá para esta hora la cifra haya variado.
Obviamente Moisés Flores, líder de los técnicos de Pemex, argumenta la falta de mantenimiento en las instalaciones como una causa directa de los hechos, lo cual resulta doblemente preocupante. Si el estado general de las instalaciones resulta en los campos petroleros y de distribución de combustibles, es tan deficiente como el de las oficinas, entonces una gran parte del territorio nacional esta en peligro.
Por lo pronto el gobierno enfrenta su primera emergencia de esta naturaleza. No se sabe si el desastre en la torre (o junto a la torre) signifique el fin de la luna de miel con el gobierno de Enrique Peña, o el refrendo de la confianza de los ciudadanos en un gobierno capaz de reaccionar de inmediato, con solidaridad y responsabilidad para la investigación y comunicación de los hechos.
Nadie debe ahora repartir culpas ni soltar teorías sin sustento. Lo necesario es, obviamente, hacer una investigación completa, confiable, verosímil y realista.
De la capacidad conjunta de los equipos presidencial y empresarial de Comunicación Social dependerá la confiabilidad cuando se den a conocer los resultados de las investigaciones cuya precisión no debe permitir dudas ni sospechas en un país de incrédulos y suspicaces casi por obligación.
Por la tarde, cerca de las 19.00 horas, la Presidencia emitió este comunicado:
“El Gobierno de la República lamenta profundamente el fallecimiento de 14 personas en incidente de Pemex.
“Los más de 80 heridos se encuentran en el Hospital Central de Pemex y en diferentes centros médicos. Parte del personal que labora en las oficinas centrales de Pemex aún se encuentra en las instalaciones. Se trabaja en su rescate.
“Las causas de la explosión aún se desconocen. El personal de rescate y seguridad de Pemex trabaja en la investigación”.
RUMOR
En ocasiones como esta se prueban dos verdades: la utilidad de las redes sociales, cuando se usan con responsabilidad y su perniciosa posibilidad de sembrar la confusión y el rumor. Ayer vimos mucho de esto y poco de aquello.
Pero ante la siembra de las especulaciones, la intencionada dispersión de invenciones y perversidades, el gobierno tiene las mejores herramientas: la información verídica, confiable a través de los canales responsables de los medios tradicionales.
En medio del anárquico chismorreo electrónico de “tuiteros” y similares, queda la formalidad escrita, responsable y firmada, con nombres y apellidos de la prensa seria y la oportuna capacidad de los medios electrónicos.
AMLO
No ceja el ingenio popular en su fecunda ocurrencia.
Ante la multa impuesta a la coalición liderada por Andrés Manuel y sus negados excesos crematísticos en su frugal campaña, ya hay quien le cambia el apellido materno: ¿López Obrador? No; “López Ahorrador”.
Y otros le reconocen su capacidad comunicativa:
“No manchen, le dijo a los del IFE. Nada más le faltó espetarles:
“No “manchen”, Chachalacas”.